Ariadna y Clara Peya regresan con su compañía, Les impuxibles, a un tema que ya abordaron hace un año en el TNC, el suicidio. El teatro Goya recupera Harakiri, la historia de un adolescente que debe enfrentarse a la muerte y a la pérdida de una madre después de que ésta se quitara la vida.
La música y los textos de María Velasco acompañan al espectador en este viaje de aprendizaje que culmina en la catarsis de los espectadores presentes. Una sensación que ya conocen aquellos que han seguido la trayectoria de esta agrupación que trata de abordar temas actuales fuera del teatro convencional.
Arte
“Creemos en el arte como una herramienta de transformación profunda y nosotras tenemos el privilegio de poder hacer lo que nos gusta, así como este espacio de visibilidad e intentamos siempre tocar temas que a nosotras mismas nos hacen aprender y preguntarnos cosas, pero que a su vez pueden aportar a nivel colectivo”, señala Ariadna Peya a Crónica Global.
Un espacio que se lo han ganado ellas mismas con su trabajo en equipo. La coreógrafa dice que no sabe explicar como lo han logrado, pero están allí. Apunta que una de las claves de su éxito es que ofrecen espectáculos que “no es puramente de danza” sino “una mezcla de lenguajes”.
Texto
Si ella se encarga de los movimientos de los intérpretes, para la dramaturgia han contado una vez más con la ayuda de María Velasco en la que ya es su tercera colaboración. “Tenemos muchas cosas en común”, sentencia.
Acercarse a un tema social como el suicidio lo demuestra, pero la dramaturga lo aborda desde otro aspecto. No se trata de enfrentar el suicidio juvenil, del que tanto se habla ahora, sino el de una madre. “Es la relación de una madre y un hijo y explica ese suicidio y todo el proceso de luto con ella ya muerta”.
Vida
El espectáculo, en todo caso, no le hace sólo desde el más absoluto drama, enfrentando la muerte como un hecho más de la naturaleza y, por tanto, del ser humano sin miedo. “Debe hablarse de la muerte por amor a la vida”, subraya Peya usando las palabras de María Velasco.
Para la artista es “muy importante” hablar al respecto, y en Harakiri intentan hacerlo “a través de la vida, hablar de la ausencia a través de la presencia, desde el amor, de las ganas de vivir…”.
--Pregunta: ¿Cómo?
--Respuesta: Desde el principio hemos intentado que todo estuviera hecho desde el cuidado y desde la luz. Es un espectáculo que, por ejemplo, tiene muchos colores, contrariamente a lo que podríamos esperar. La apuesta es que este fuera un espectáculo muy visual y tuviera una energía muy vital.
--¿Y es fácil coreografiarlo?
-- Sí, porque al final estamos hablando de emociones muy universales y de imaginario colectivo. A través de nuestros lenguajes, hemos intentado captar momentos o cosas que realmente puedan llegar a cada uno desde su experiencia. La muerte y la vida son dos caras de la misma moneda y estamos hablando de lo mismo, porque no puede haber una sin otra. Se trata simplemente de dónde ponemos la mirada.
--¿Y por qué ustedes decidieron ponerla en el suicidio?
--Fue algo muy fuerte, porque a raíz de la pandemia la gente todavía estaba más sola y más aislada. Estaban subiendo mucho los casos de suicidio y ya era un tema que Clara tenía ganas de abordarlo.
--¿Por qué si estaba presenta cuesta tanto hablarlo?
--Porque hay mucho estigma y genera mucha culpabilidad. Además, está eso que se habla del efecto espejo, que si se habla del suicidio es un incentivo al suicidio y esto es mentira. Hablar de ello hace que la gente se sienta menos sola y que pueda entender que esto le ocurre a muchas personas. Lo que hace es conseguir más herramientas para afrontar las cosas.
Para hacerlo no han estado solas. “Nos hemos asesorado con psiquiatras, con personas que vienen de la antropología, de la sociología, con supervivientes, con asociaciones. Realmente hemos intentado tener una mirada muy plural para después nosotros también entender hacia dónde debemos ir”, revela.
De hecho, otro punto importante de este viaje de Harakiri ha sido su extensión más allá de la puesta en escena. Además de la citada preparación, en su paso por el TNC también hacía coloquios postfunción en funciones escolares “y fue muy potente”, subraya, porque “era un espacio donde se movían muchísimas cosas”. Los espectadores de entonces pudieron comprobarlo, ahora hasta el 28 de mayo pueden vivirlo en el Teatre Condal.