Gonzalo de Castro ha elegido Barcelona para el estreno de una obra en la que lleva dos años trabajando, Plátanos, cacahuetes y 'Lo que el viento se llevó'. La historia narra todas las dificultades que tuvieron sus responsables para sacar el proyecto adelante, pero, sobre todo, es un relato de pasión.
La de los protagonistas y sobre todo la de los actores que les dan vida ahora sobre el escenario del Teatro Goya. De Castro no puede estar más encantado, transmite esa alegría y esa satisfacción por un trabajo al que le ha puesto el alma. La que le ponía entonces la gente de la industria y que ahora, como deja caer, parece haber perdido.
--Pregunta: ¿Qué son esos plátanos y cacahuetes antes de ‘Lo que el viento se llevó’?
--Respuesta: Es un guiño al texto, que hace referencia a un dato real de la historia del cine. Cuando David Selznich se encierra en su despacho con Ben Hecht y Victor Fleming, último y definitivo guionista de la película, los alimenta a base de plátanos y cacahuetes, porque dan mucha energía y mantienen al cerebro. Tiene que ver con el alimento de este encierro.
--¿Hablamos de metacine, de cine dentro del teatro?
--Ambas cosas. Es contar una historia que todo el mundo conoce, a partir de un texto teatral muy bien urdido. El texto original de Ron Hutchinson tiene un volumen demasiado intratable, pero José Troncoso ha hecho una dramaturgia completamente nueva, brillante, magnífica. Contamos la historia de cómo se ultimó la apuesta definitiva de Lo que el viento se llevó a través de estos cuatro personajes. Selznick intentó salvar este proyecto que naufragaba. Louis Meyer apostó por George Cukor, que era un director extraordinario, pero era un tipo demasiado lento. Y se lo sacaron de en medio, llamando a Ben Hetch, y cambia guionistas y director. Y contamos la historia de cómo, a través de la pasión, del trabajo y del esfuerzo, en cuatro días acontece todo esto. Ellos entregan el guion a Meyer, que piensa que va a ser un fracaso, y ni ellos saben si va a confiar. En ese viaje nosotros contamos muchas historias: los judíos en Hollywood, el éxito, el fracaso, el miedo, la apuesta, el coraje...
--Sin olvidar los egos.
--Exacto, ni las renuncias ni las explotaciones a trabajadores. Y el tema judío es algo transversal. El sueño americano es una proyección que los judíos crean en el mundo del entretenimiento, dando unas imágenes que los estadounidenses compran como propias. Por tanto, el sueño americano es un sueño judío. Y lo contamos de forma muy bien pautada. Con giros de guion. Por eso, cuando lo leí pensé en hacerlo. Es agotador, porque es una función dura y complicada de defender como actor, porque te exige una energía y atención tremenda. Es una alta comedia con un trasfondo muy serio, tiene algo muy humano. Se cuentan las grandes frustraciones y miedos de cada uno. Retrata ese Hollywood de la época, tan carnicero, tan criminal. Criminal porque era gente muy violenta. Vemos algo que hoy no pasa, la pasión. Una pasión de cuatro personajes en una industria enorme, trabajaban sin dormir, con anfetaminas, pero con la convicción de que esa historia tenía que ser contada.
--¿Es entonces una historia de pasión?
--De pasión por el cine.
--Y ¿dice que ya no hay esa pasión?
--No como en aquella época. Hoy las cosas son muy distintas. Date cuenta de que esta gente hacía sus películas. Los primeros judíos que llegan allí hacen los guiones, los filmes, los líquidos, compran las salas como los Nickelodeon, las sillas, alquilan los proyectores… Crean un imaginario colectivo. Eso es un trabajo de 24/7. Era un trabajo agotador y lo único que los llevaba allí era la pasión, por el trabajo y por tener su sueño americano, ser reconocido por los gentiles. Ellos no estaban invitados a otro tipo de empresas, así que se dedicaron a la industria del entretenimiento y crearon Hollywood en California a base de horas, de no dormir, de trabajar y ser también unos hijos de puta. Contamos una porción de toda esa historia.
--¿Y para ser actor también es necesaria la pasión o ya no?
--Yo creo que sí, yo procuro mantenerla. En el teatro, hablo del teatro, porque no te voy a contar qué es hoy el cine y la televisión. Si hay un ring para el actor es el teatro y yo trato de mantener la pasión en el teatro, porque es lo que me hace sentir vivo como actor. Es la expresión más noble que tiene un intérprete. El teatro te llena de energía y credibilidad. Esa liturgia de ir a una sala a oscuras, para que alguien le engañe y le haga viajar y no tiene nombre. Es extraordinario y para eso es necesaria la pasión. Yo la tengo y procuro mantenerla. Luego está el desencanto porque ocurren otras cosas, te has podido proyectar en el cine... Yo aposté más por el teatro porque me pone las opilas.
--¿Entonces su desencanto se ha producido más en el cine?
--Más que desencanto hay una realidad. Las cosas van por otros derroteros ahora. Si tú te quieres hacer famoso en el cine… está complicado. Yo decidí hacer teatro hace ya muchos años, porque es lo que estudié y me alegra la vida. Hace dos años teníamos un proyecto que se fue a la mierda y apareció Focus y nos dijo que teníamos que hacerlo porque es oro. Y por fin ha llegado el día. Estamos en Barcelona, ciudad gratísima y levantamos el telón con la esperanza de que la gente tenga voluntad de venir.
--Pero ¿cómo se reivindica el teatro hablando de cine?
--Es verdad que ahí está parasitado, pero es una manera estupenda de contar el teatro. Lo interesante de esta función es que todo el mundo conoce la historia de Lo que el viento se llevó, pero esperemos que tengan esa curiosidad porque no conoce todo lo que pasó detrás y nosotros contamos esa cocina. A través de los textos que decimos y defendemos hacemos que el espectador pueda imaginar, crear y viajar con nosotros y construyan su propio Lo que el viento se llevó. Porque la música la ponen ellos, la película la conocen y tú les invitas a hacer un viaje por otros derroteros. Es extraordinario.
--¿Y en qué lugar queda allí el teatro?
--El espectador se sienta en el patio de butacas y lo que ve es un plató, que es el espacio donde se produce el cine. Allí están los elementos que parece que se queden a dormir por la noche, una puerta al fondo… Y a partir de allí construimos la función y la película. Nosotros a partir de allí cambiamos la escenografía, incorporamos atrezo y creamos un universo donde la iluminación es puramente cinematográfica y presentamos la película en el escenario.
--¿Diría que es una obra participativa por parte de actores y espectadores, que han de poner su imaginación?
--¡Sí, claro! El espectador ha de poner sus sueños, ilusión y sus ojos limpios y lavados para entender que lo que les mostramos es algo que ellos tienen que completar. Yo me lo paso muy bien. Y yo acabo con la camiseta sudada, porque te dejas el alma.
--¿También es necesario dejarse el alma?
--Absolutamente. ¿Si no…? Si no has llegado a casa preocupado por la función o has llamado preocupado al director por la noche… No eres un papagayo. Yo leo, me documento, porque yo elegí esto. Uno a veces no elige, pero cuando uno no puede trabaja para pagar facturas. Este no es el caso. Y con Focus fueron muy generosos, nos preguntaron por le actor que queríamos e hicimos una carta a los Reyes Magos. ¿Entonces, cómo no te vas a dejar el alma?
--¿Es necesario haberlo visto?
--No, porque hablamos de cómo se cocinó un guion. De los personajes que estuvieron detrás, cómo se construye el guion. Y si no lo han visto, verán teatro en estado puro, a unos actores que se dejan la piel para contar una historia universal, conocida. Sales del teatro con una sensación de haber hecho un viaje extraordinario.