El 28 de marzo de 2005 es la fecha que marcó la vida de Marcos Hourmann. Ese día una paciente y su hija llegaron al hospital para pedirle que pusiera fin a su sufrimiento. Él intentó hacer todo lo posible para salvarla, aun así, poco después entendió el razonamiento de madre e hija y les hizo caso.
Dos meses después sus compañeros de profesión lo acusaron. Asegura que más por una disputa interna que por cuestiones legales o incluso ideológicas. Tras eso, llegaron los juicios, el apelativo de Doctor Muerte que le puso la prensa británica y un sin fin de situaciones que él nunca vio venir.
Del quirófano al teatro
El médico confiesa que ese día lo único que hizo fue escuchar al Marcos persona. Empatizó con el dolor de la paciente y de su hija y actuó. No lo volvería hacer así, revela, sí lo haría con la ley actual en la mano. Pero sin duda, lo que no repetiría es su conducta como médico hasta esa fecha.
Hourmann nunca dejó de ejercer, pero el estigma quedó allí. Ahora es jefe de urgencias y, tras una propuesta de Jordi Évole se subió a un escenario a contar su historia. Alberto San Juan le ayudó a construir la dramaturgia y este 22 de noviembre se despide del Teatre Goya de Barcelona con un público que se conmueve y emociona al oír su historia. Piensen lo que piensen.
--Pregunta: ¿Cómo llegó este proyecto llamado 'Celebraré mi muerte'?
--Respuesta: No fue una propuesta mía. En julio de 2016 me llaman de Sálvados para decirme que preparaban un programa sobre eutanasia, llamado La buena muerte. Aceptamos. En septiembre viene Victor Morilla, el productor, queda muy impresionado, fui a la productora de Jordi y nos anunciaron que tenía una idea muy loca y atrevida que era hacer teatro documental. Le dije que sí en seguida. Parecía que la necesidad de contarlo estaba allí.
--Claro, pero en la ficha aparece en la dramaturgia y dirección la figura de Alberto San Juan. ¿Significa que todo está guionizado o la historia o lo que cuenta va cambiando?
--Claro, después de la idea del proyecto, Jordi, que estaba más por la tele, contacta con Alberto y, pese a estar muy ocupado, conseguimos reunirnos los tres en charlas de 60h los tres, Alberto hizo la dramaturgia. La obra está igual. No está teatralizada, es Marcos contando la historia. Tal vez hay algunos trucos teatrales que aprendí, pero es Marcos contando sus problemas, sus relaciones humanas... Me desnudo para contar quién es la persona que hizo lo que hizo. La obra no cambia, sí cambio yo cada vez. El silencio del patio de butacas de cada día me lleva a hacerlo como el primero. Del silencio he aprendido con quien estoy.
--¿Cómo vive desnudarse cada día y recordar todo eso y enfrentarse a la actitud del público? ¿No le daba miedo?
--No hay gente indignada con eso, hay gente en desacuerdo. Salvo una vez en Vallecas que había venido gente a hacer daños. Pero la gente sale llena, comprendiendo, alguien en desacuerdo. La gente se emociona, en 55 minutos la gente está totalmente atenta a la historia, no hay ni una tos. Es muy reconfortante.
--¿Cómo recuerda usted ese marzo de 2005 y qué siente ahora al recordarlo?
--La transformación de lo que ha pasado en estos años hace que cambie la percepción. Los hechos fundamentales están exactamente igual, pero percibo que la memoria difumina un poco la historia, tal vez de tanto contarla. La esencia está. Hay días puntuales que han marcado mucho, como el día que me llamaron y me piden 10 años de prisión. No entendía qué estaba pasando, no entendía los titulares. En España hubo un titular que decía que me acusaban de homicidio y yo no lo entendía. Pensaba ¿es verdad? Esa sensación de estar viviendo una pesadilla y no sabes si es verdad. Estuve 48h con las manos en la cabeza, fumando 200 cigarrillos. También el titular del doctor Muerte en el Reino Unido, un apodo que sólo se lo pusieron antes al doctor Shipman, al psicópata inglés que mató a 400 personas y que luego se suicidó y eso yo no soy.
--Pero para la gente que no entiende lo sucedido. ¿Qué le pasa a uno por la cabeza cuando un paciente y un familiar llegan a urgencias y le piden por favor que hagan algo por ellos, porque no pueden más? ¿Tuvo claro desde un primer momento que ellos estaban en lo correcto?
--A ver, es muy fácil ver los hechos de forma fría después de un tiempo y conociendo lo ocurrido. Estar allí en ese momento ante una petición de este tipo... Para empezar, yo de entrada no actúo así. No le hice caso e intenté salvar a la paciente y cuando la situación médica no ofrece solución, la sedo. Me voy a dormir y a los 40 minutos me llama la enfermera porque la hija ya no daba más con cómo estaba la madre. Allí yo ya no soy más médico, voy directamente a evitar el sufrimiento. No me suele pasar a mi esto. Se genera una relación hija-paciente-Marcos que no se puede explicar casi. Y no pienso nada. Las peticiones de la gente que sufre, que no tiene salida y es una enfermedad incurable, si está en plenas capacidades mentales, es consciente y sabe lo que está pasando hay que escucharlas. Primero, como médico hay que luchar para salvarla. Un médico paliativista me dijo que al intentar salvarla hice "encarnecimiento terapéutico". Depende cómo lo veas ese personaje puede decir que yo me metí en vez de salvarla.
--Para muchos, la eutanasia es la solución fácil y se debe apostar por los cuidados paliativos y "educar" a vivir "de otro modo" el tiempo que quede de vida y aguantar un poco a ver si sale algún avance para salvarla. Pero, como médico, ¿qué significa aguantar un poco?
--Como médico ese aguantar un poco llega cuando ya no hay nada más que hacer. Pero los médicos no son así. Los médicos intentan hacerlo todo: quimioterapias, cirugías, radio... todo. ¿Por qué no decimos "no hay nada que hacer" pero podemos hacer esto y que sea la paciente quien decida con la información completa? No parcializada. Si decimos que vas a hacer quimio, que vas a estar genial, que no hay recaídas y que la metástasis se van a ir... ¿Y si no pasa? ¿Por qué no explicamos las posibilidades curativas, terapéuticas y los efectos adversos? ¿Por qué no damos un espectro total de lo que le puede pasar a una persona con patologías gravísimas? No se hace eso. Si lo hiciéramos allí sí sería una decisión total y absoluta del paciente. Siempre. Si yo te digo que te voy a operar de apendicitis pero que puede sangrar, se puede complicar y tu decides, te operan y ya. Nadie te lo explica, allí la libertad del paciente, ante el conocimiento del médico, queda completamente mermada.
--Claro, ¿pero siempre se deben dar todas las explicaciones o darlas puede suscitar tal miedo en la gente que igual no se operarían, por ejemplo de una apendicitis, porque genera confusión?
--¿Por qué si no hay nada mejor que ser claro? Lo que pasa es que decir la verdad es complicado. ¿Y si sangra o hace un ictus? Tú di todo y el paciente decide. El porcentaje de mortalidad de una cirugía cardíaca es del 1,5%, ¿pero y si eres de ese porcentaje? Ese es el famoso consentimiento informado y los médicos no siempre lo hacemos. Es difícil hacerlo todo, pero si yo doy la información, le doy al paciente, al ser humano la posibilidad de que diga sí o no o que espera.
--Cuando usted toma la decisión ¿cómo se lo toman sus compañeros? ¿Y cómo vive que haya médicos que sigan en contra de la eutanasia?
--Un médico antes es una persona y eso implica venir de una familia determinada, unas creencias, una forma de vivir determinada... Pero yo primero soy Marcos. Llevar eso a la práctica es muy complicado. Tu eres un individuo con tus ideas y tu forma de vivir y puede ir en contra o ser diferente a las del resto.
--¿Y usted cómo vivió ese momento cuando...?
--Solo. En la soledad más absoluta, pero no sólo dentro del colectivo, que me importa tres carajos. Nunca estuve pendiente de que me respetaran o me entendieran.
--¿En el ámbito familiar?
--En el ámbito familiar pueden haber discusiones de este tipo. Mi hermana es médico y piensa completamente distinto, mis padres si estuvieran vivos pensarían exactamente igual que yo, mi mujer y mis hijas también. Una hija igual no tanto, por el riesgo que asumí, cómo marco nuestras vidas. Nunca me lo planteé que el colectivo médico se solidarizara conmigo, ni lo pretendí. Y es muy chungo estar sólo en estas circunstancias. Tampoco hace falta esperar nada.
--¿Y se esperaba este mazazo de la justicia? ¿Y cómo lo vive ahora que la eutanasia se ha legalizado? ¿Se siente víctima del tiempo?
--No soy víctima ni victimario, nunca me sentí así. Uno no controla casi nada en esta vida. Consejo: no controles porque no controlas. Cuando Évole me planteó la pregunta de si lo volvería a hacer saltó por la respuesta porque no, hombre, ¿cómo lo voy a volver a hacer? Nunca pensé, no se me habría pasado por la cabeza que me iba a pasar esto. Llámame tonto, ingenuo, gilipollas... Lo que quieras. Nunca pensé que los propios médicos me iban a denunciar como si fuese un asesino. Mi exmujer, que es abogada, me dijo: "¿se puede ser tan gilipollas con todo lo que sabes que no te quieren tus colegas? Se lo pusiste en bandeja". Lo hice. No lo pensé, nada de todo esto. Si se me hubiera pasado por la cabeza un hilo de esto, que me podían hacer semejante daño, no lo escribo, ni lo hago.
--¿Y con la ley actual, lo haría?
--Con la misma paciente, con la misma hija, con ley, sin ninguna duda, sí. No pensé que no había ley. Obviamente pensé que el cloruro potásico no se pone así, ¿eh? Pero en ese momento, y es una idea que me viene siempre a la cabeza, pensé cuando el sufrimiento es innecesario, cuando ya hiciste todo lo único que te queda ya como médico es escuchar.
--Entonces, sí, seguramente, es víctima del tiempo.
--Yo hubiese sido víctima en cualquier tiempo.
--¿Por qué?
--Porque lo que me hicieron a mi no fue un problema ideológico, fue personal.
--¿Era una interna?
--Por supuesto. Esto fue a Marcos. Esto se lo hacían a Marcos. Y hoy me hubiera pasado lo mismo. Yo era un tío muy chungo, duro, exigente con los demás. Mis formas siempre fueron muy tremendas. Aprendí que mi exigencia hacia los demás es una estupidez.
--¿Eso sí lo cambiaría?
--¡Sí! Yo fui culpable de tener estos enemigos. Era superagresivo con la ignorancia médica, con el vago... Hoy ya no. ¿Para qué? Esto me hizo cambiar en la exigencia hacia mis propios hijos, con los que me enfadaba si no sacaban dices. Cada uno es como es, su entorno es el que es y generalmente los entornos laborales son hostiles. Hay muy poca gente que tiene un ambiente laboral solidario. No se trataba de la ideología o el no a la eutanasia es más de envidia personal y que no caía bien.
--Después de todo, ¿alguno le vino a ver?
--No creo. Están todos deprimidos. Me denunciaron a los dos meses de haber pasado. La enfermera que inicia el trámite y estuvo conmigo esa noche estuvo tres años de baja por depresión. Yo no. Dudo mucho que hayan venido a verme. Son gente que ya no están donde estaban.
--¿Y después de esto dejó la medicina?
--Esto llama la atención, pero a mí nunca me inhabilitaron como médico y nunca he dejado de trabajar de ello. El acuerdo era que de 10 años me rebajaron a uno, por lo que no iba preso, y la no inhabilitación como médico. Si no hubiera sido así, hubiese ido a juicio formal, no hubiera permitido que me inhabilitaran.
--¿Y ahora disfruta más de la medicina?
--¡No!
--¿Disfruta más del teatro?
--¡Sí! Piensa que yo me he dedicado a la medicina 37 años, me quitó casi todo. Amé mucho la medicina, pensé que iba a llegar a ser lo que quería y terminé siendo jefe de urgencias en la clínica Quirón Vallès. Estoy contento, pero la medicina no me da lo que me da el teatro. Es verdad que no vivo del teatro. Tengo el privilegio de tener el teatro como algo que me llena y que a Yolanda [su esposa] y a mí nos devolvió la vida. La oferta de Víctor y Jordi nos devolvió la ilusión por la vida, que la teníamos muy chafada. Cuando te destruyen tanto lo único que te queda es sobrevivir al día a día. La pasamos muy mal. El teatro es una alegría. Llevo cuatro años haciendo la obra y cada vez que la hago me transporta a un sitio de enorme placer.