Espartac Peran (Mataró, 1972) ha conseguido robarle tiempo a los días, y sobre todo a las noches, para poder escribir Tres desitjos abans de morir (La Campana), un libro muy personal, pero con espíritu universal. "No lo hago porque piense que mis muertos son mejor que los tuyos", detalla a Crónica Directo, pero sí para hacer más natural hablar de la muerte.
El periodista expresa cómo es su relación con la muerte, que empezó nada más nacer, aunque no como a todos. Sus padres habían perdido a un hermano suyo antes y siempre estuvo muy presente. Las visitas al cementerio de su ciudad natal cada domingo formaban parte de sus fines de semana. Era algo habitual.
La muerte
Esto le ha llevado a pensar mucho en la muerte pero, sobre todo, en cómo el resto de personas nos relacionamos con ella. Considera que debe hablarse más de ella, no porque eso nos prepare mejor ni para la nuestra ni para la de otros, sino para recordarnos que ese es nuestro fin. Claro, que tampoco impone nada a nadie.
El presentador de TV3 habla con Crónica Directo acerca de cómo ha sido la gestación de este libro, lo que pretende, y la muerte, pero también del amor. Y sí, también un poco de periodismo.
--Pregunta: ¿Qué le llevó a desnudarse así?
--Respuesta: Para mí no es un desnudo, sino una reivindicación para decir que ya basta. En nombre de la modernidad hemos tapado la muerte y poder hablar de ella. Esto es un auténtico fracaso, porque nos hacemos mucho daño ya que al morir alguien cercano no tenemos herramientas. Hemos de hacer un esfuerzo para abrirnos a hablar de la muerte serenamente, porque no hace daño. La muerte no hace daño, no asusta, porque si hablas de ella hablas de la vida. Si tienes la suerte de que no eres el que has de morir en unos segundos y te quedan unos años, te aferras a ella. La muerte te hace ver que has de aprovechar todo y enfadarte menos por cosas tontas. Yo me desnudo porque las muertes me pasan y justo por ello he visto que reflexionaba más allá de llorar por la pérdida, sobre cómo actuamos y qué hacemos.
--El libro refleja que ese qué y ese cómo es muy variado. ¿Por qué sucede? ¿Es por la falta de preparación?
--Preparados no estaremos nunca. Nunca somos especialistas en esto. El siguiente muerto cercano con el que te encuentres te hará volver a tropezar y superar el duelo. Así es y será porque nadie tiene una varita mágica. Si lo verbalizamos puede suavizar ese dolor.
--Usted incluso lo vivió como un juego.
--Eso sucede cuando normalizas las cosas. Yo tenía unos padres a los que se les había muerto un hijo a los 9 años y los domingos me llevaban al cementerio y jugaba con la arena de allí, como otros lo hacían con la arena de la playa. Eso no es traumático, ni da miedo. Nos han hecho creer que los cementerios están habitados por fantasmas e Iker Jiménez y no es así.
--Pero se teme, igual que la muerte. ¿Por qué se oculta?
--Porque nos da miedo. Por ejemplo, hay gente que critica a las funerarias, yo no sé qué pienso de ellas pero, de dentro, me sale no querer criticarlas porque ellos hacen el trabajo que han de hacer: ganar dinero. Han visto que la gente no quiere ni oír hablar de la muerte y cuando se muere un familiar uno quiere que alguien se encargue de todo y ellas lo hacen. Queremos que nos lo hagan todo y nos perdemos muchas cosas con ello: estar presentes en uno de los momentos más importantes que vivirás en tu vida, experimentar todo lo que pasa cuando estás al lado de una persona a la que amas --porque eso es amor--, y el momento de enterrar. El ritual no da miedo ni es brujería, puede ser cualquier cosa que te haga tener conciencia de dónde enterramos a alguien.
--¿No es contradictorio que tengamos ese miedo, cuando en las noticias, en el día a día, vivimos rodeados de la muerte o informaciones sobre ella?
--Es porque es la muerte de los otros y puedes girarte de espaldas, cuando llega a casa la cosa se complica. Hay gente que piensa que tras vivirla de cerca trata de remar para entenderla y otra que prefiere esquivarla e incluso se cabrea si se habla de ella. Esto me parece un acto muy egoísta, porque si yo estoy a punto de morirme quiero que me acompañes, sé que es difícil para ti, pero también para mí es complicado morirme. No vale entonces eso de ya me enteraré el día que me toque.
--¿Y usted no se sentía más preparado?
--No quiero, porque mis muertos no son mejores. Tal vez, me ha hecho ser sensible y quererme las cosas. Sufriéndolo igual que todos. Sí me ha dado cosas como para cuidar a una amiga cuando ha sido necesario, escribir este libro. Me ha hecho más persona tener esta vida cercana a la muerte, viendo cómo actuaban los otros, fijándome.
--Lo que queda del libro es cumplir esos deseos, vivir.
--Cuando estás a las puertas de la muerte tus tres deseos habían sido muy complicados, estos deseos se convierten en cosas tan bonitas, frágiles, poéticas y fáciles de cumplir que asusta. Eso nos dice mucho de cómo vivimos.
--¿Su objetivo era finalmente ese canto a la vida?
--Mi intención con este libro era hacer un libro, pedir perdón por hablar de la muerte y dejar claro que mis muertos no son más importantes que los tuyos ni hablar de mis desgracias. Mi mayor fracaso sería que uno leyera el libro y pensara que he tenido una vida complicada. Yo he tenido una vida muy chula, por suerte, y soy muy feliz. Solo me he fijado en la muerte como otros lo hacen en otras cosas. No es para lamer las heridas, sino que todos se sientan reflejados.
--Vayamos a lo prosaico. ¿Le fue muy difícil redactar este libro?
--Hacer un libro es de locos. Escribir una noticia será un minuto o así si es para tele o radio, se olvida rápidamente... Esto no, se trata de ir picando y esculpiendo esta especie de pretendida escultura digna. Además, estuve entre un año y dos trabajando sobre la muerte y tenía unas ganas de vivir inmensas, debo decir. Después lo veo y le he pillado gustito y me gustaría cambiar cosas, incluso añadir algún capítulo.
--¿Quiere decir eso que escribirá más libros?
--Para mí es imposible que haya hecho un libro. No es que un día llegara a casa y pensara que podía escribir un libro. Yo tengo un trabajo y una pasión que es el periodismo y la televisión. No tengo tiempo para ponerme a escribir libros, ni quiero, ni puedo.
--¿De dónde sacó el tiempo?
--Ese era el tema, porque solo tenía tiempo por las noches. Ir al cementerio de día está bien, pero ir de noche y hablar de la muerte a esas horas tampoco ayuda. De ahí esas ganas de vivir.
--Y, por último, ya que hablamos de las horas que le saca el periodismo, ¿cómo lo ve?
--Me da mucha pereza contestar esta pregunta porque lo veo decepcionante en muchos casos, como también lo es la política. Así como la relación de la política con el sector y a la inversa, que es francamente preocupante. Los periodistas hemos de recapacitar porque cada vez cuesta más tener referentes periodísticos. Me voy a esperar a que el debate sea sincero.
--¿Y le cuesta ser el entrevistado?
--No, porque cuando le pongo un poco de pasión me encanta.