¿Cuántas veces hemos visto o leído Romeo y Julieta? ¿Cuántas veces nos hemos quedado con esa especie de amor trágico y poco más? Olvídense de eso. La obra de Shakespeare es universal por mucho más que eso o los enfrentamientos familiares.
Sólo hace falta acercarse al Teatre Poliorama de Barcelona y ver la versión que propone David Selvas gracias al texto de Joan Yago. Un Romeu i Julieta al que, sin cambiarle el final, resuena en las luchas contra la sociedad patriarcal, contra el desencanto de la juventud por lo establecido.
Nuevo aire, mismo texto
El director y actor lleva ya varios años dando otro punto de vista de los clásicos y acercándolos a un público más joven. Lo hace desde el respeto al texto original, como en este caso, pero poniendo el foco en historias que no siempre son tan evidentes.
El responsable de este montaje que se puede ver hasta el 7 de agosto en la capital catalana mantiene una conversación con Crónica Global en la que explica no sólo cómo se puede ser original y respetar la esencia de Shakespeare.
--Pregunta: ¿Qué tiene de especial este 'Romeu i Julieta'? Parece bastante cambiado.
--Lo que hemos hecho ha sido una traducción nueva con Yannick García y una adaptación conjunta con Joan Yago. A partir de esas lecturas, hemos intentado superar la historia icónica de estos dos enamorados que al final mueren y explicar la historia de estas dos familias enfrentadas, sus porqués y la oportunidad que encuentran ellos en este enamoramiento para intentar dinamitar las estructuras heredadas, patriarcales y de violencia que sus familias debían continuar.
--¿Cómo ha sido ese trabajo?
--Hemos intentado hacer operaciones muy quirúrgicas, recortando ciertas cosas como las más cursis o la aventura de Rosalina, para lo cual ni siquiera ha hecho falta escribir texto. En este sentido, hemos quitado de aquí y enganchar allá para potenciar este choque generacional y de estructuras antiguas y heredadas . De este modo damos luz a este aspecto más contemporáneo en un momento en el que esperamos que se acabe esta era patriarcal donde ciertas estructuras no funcionan y hay voces nuevas y formas diferentes y más libres de relacionarse y de mirarnos los unos a los otros.
--Se han hecho muchas reversiones de Shakespeare, algunas de ellas muy criticadas. ¿No sintieron cierto temor a la hora de embarcarse en esta aventura?
--Es que no hemos tocado tanto el texto. Te diría que el 95% del texto que el espectador escuchará es puro Shakespeare. ¡El texto es Shakespeare traducido al catalán de hoy! Nada de léxicos elevados, sino más corriente y con metáforas que se abren para que se entienda hoy, y si no es posible buscar una parecida que cree una imagen que funcione y explique lo mismo que hacía el autor.
--¿Y sin cambiar la historia?
--Lo cierto es que somos esclavos de un cierto maniqueísmo y simplismo, sobre todo en este mito de los dos enamorados, que pasa por encima de lo que Shakespeare explica. Si se puede estirar tanto Shakespeare y explicar tantas cosas a través de su obra es porque es mucho más moderno en su época de lo que creíamos y sintetiza personajes, comportamientos y situaciones supercontemporáneas desde siempre. Porque somos así y nos relacionamos así. Y por otro lado, llega tanto porque es un poeta. La poesía de Shakespeare atraviesa todos los tiempos como lo hace El Quijote y otras grandes obras incomparables. Lo que nos ha permitido la nueva traducción es acercarnos a él de esta manera, porque si cogiéramos una traducción de Sagarra de Shakespeare no podríamos este Romeu i Julieta, no lo aguanta. Sagarra tiene una formación noucentista y le importan otras cosas. En cambio, con esta traducción, siendo superficial, a través de las metáforas que usa, las imágenes que despliega o el léxico que emplea conecta más con lo contemporáneo.
--Léxico, imágenes, metáforas... y puesta en escena. No es clásica tampoco. ¿Cómo fue la apuesta por ella?
--¡Claro! Si queremos acercarnos a la gente joven sus referentes no pueden ser señoras y señores con espada y vestidos con bombachos. La brutal siempre destacamos en esto porque usamos referentes más cercanos. Hay música de Billie Eilish, trap... que es lo que escuchan nuestros protagonistas. Si queremos hablar de jóvenes que se rebelan contra sus progenitores, que se sientan incomprendidos, lo que hemos de hacer es ponérselo fácil. Hemos de quitarles barreras a la palabra e historia de Shakespeare, que es lo que se encontrarán. Y lo flipante, precisamente, es lo bonita y contemporánea que es esta palabra y esta historia.
--Es curiosa esta lectura contemporánea que hace de Shakespeare, precisamente, un autor al que se ha acusado de machista y en cambio usted ve una ruptura con el patriarcado. ¿Dónde lo ve tan claro y qué pasa desapercibido para tantos?
--En que ellos, en seguida, son muy conscientes de que son hijos de quien son y que su historia es la única que no debería ser posible dentro de los carriles que les han marcado sus familias. Como herederos de sus familias están llamados a seguir una guerra cuyos motivos ellos mismos reconocen que no recuerdan. Los protagonistas deciden no continuar eso y además acabar con ello a través de una unión, la suya. Luego no se lo pondrán fácil y, finalmente, con su muerte los odios ancestrales sí desaparecerán. La violencia patriarcal sobre ella quieren impedirlo, claro, pero en nuestro espectáculo ponemos de relieve que, pese a que ellos no lo vean, serán los artífices de este cambio. Nuestro espectáculo acaba con la muerte de los dos, sí, y una canción de Nina Simone, Everything must change, todo ha de cambiar. Y ellos lo ponen en marcha.
--Este salto que hacen esas familias, esos cambios, también son suyos. Usted pasó hace muchos años de la actuación, que la mantiene, a fundar su propia compañía y atreverse en la dirección. ¿Cómo fue su salto?
--Yo he sido y me considero y soy actor. Mi primer salto fue tal vez hace diez años y fuimos, creo, toda una generación: Julio Manrique, Marc Martínez... Un grupo de gente que vimos que a los actores se les tenía muy poco en cuenta y a los directores los molestábamos un poco, cuando el punto fuerte de una historia son los actores. Así, empezamos a hacer algunas pruebas y unos se han quedado más y otros menos. Creo que nace de esa voluntad de poner en el centro teatral al actor y, por otro lado, al ser personas que han estado allí frente a una platea, el intento de hacer contenidos que convoquen a la gente que los ve: llenar un teatro, para poder pagar unos sueldos y contar historias. A veces acertamos más y otras menos. Creo que es fruto de mi curiosidad teatral.
--¿No es un riesgo aventurarse no sólo con las caras, sino crear una su propia compañía? ¿Está difícil hacerse un hueco?
--No tenemos otra que luchar. Los diez años que llevamos con La Brutal y, sobre todo, estos últimos cinco en que hemos apostado por grandes producciones, han sido los peores del teatro catalán. Peor escenario no puede haber. O sí, siempre puede ir a peor y aguantaremos hasta que podamos. Hay cosas que nos han ido bien y otras mal, pero es así en este negocio. En Cataluña tampoco tenemos Administraciones que te cogen de la mano y te apoyen en la estructura o la producción si tienes un compromiso con la cultura. Son cosas que deben revisarse constantemente. Es muy diferente crear una obra con dos o nueve actores. Si hemos de atraer al público debemos hacer espectáculos de gran formato y tal vez si haces cosas más populares luego el público se puede atraer por otras cosas... Son muchos los factores que hacen que un ecosistema funcione o no. No todos tienen su lugar y puede que también hayamos hecho cosas no tan bien y hace que tengamos esta crisis de público tan grande.
--¿Qué ha pasado con el público? Son muchos los actores y directores que hablan de esta bajada de asistencia tras la explosión que hubo cuando empezaron a abrirse las salas después de la pandemia.
--No sé. Creo que hay un punto de cambio de hábitos. Por otro lado, el teatro en Barcelona está muy envejecido, con salas muy grandes. Asimismo, hay cosas que han funcionado pero otras no, y son buenas y esto antes no pasaba.
--¿Es necesario esta sacudida de los clásicos para atraer a ese público joven que no se acerca tanto al teatro? ¿Hay mucho conservadurismo en el teatro? ¿Cree que este tipo de obras pueden ser un camino para acercar a los jóvenes a un teatro más clásico?
--Ni idea. No lo sé. Nosotros picamos piedra. Las plateas no están llenas de gente joven, algo no hacemos bien, todos y desde hace tiempo. Por un lado, muchas veces se ha menospreciado la inversión de recursos para hacer producciones atractivas para ellas y ellos. No se considera a ese público infantil y familiar, no se invierten recursos, ni va mucho dinero a los bolos y estos no hacen entonces mucha taquilla y se convierte una pescadilla que se muerde la cola. Por otro lado, también creo que igual los contenidos no han sido suficientemente atractivos para que ellos y ellas se acerquen. La clave es un híbrido entre los contenidos y la capacidad de producción para hacer cosas atractivas.