Carmen Cortés lleva varias décadas dedicada al flamenco. Empezó a bailar en locales de Barcelona y de la Costa Brava y rápidamente vio que si quería crecer, tenía que ir a Madrid.
La capital la recibió de la mejor manera posible, empezó en el tablao de Los Canasteros donde Mario Maya la vio y ese fue el inicio de una carrera triunfal. Luego fundó su propia compañía y los reconocimientos llegaron hasta convertirse en miembro del Consejo de la Danza de la Unesco.
Conocimiento y espectáculo
Con una clara voluntad de dar a conocer las bases del flamenco, la bailaora ensaña a sus alumnos del Conservatorio y de la Universidad Rey Juan Carlos la importancia de le educación, del conocimiento y lamenta la prisa de los que quieren salir de la escuela.
A sus 64 años recién cumplidos, la artista regresa ahora a los escenarios con ¡Gira corazón! Bailando a Lorca en la edad de plata. Un título que hace referencia a un verso del poeta, tan apreciado y bailado por ella que le parece poco reivindicado, como el flamenco. Días antes de su estreno en los Teatros del Canal, Crónica Directo habla con ella para saber más de la obra y de su carrera.
--Pregunta: ¿Qué le espera al público?
--Respuesta: No hemos creado un drama concreto, sino que mostramos todo lo que impregnó a Federico García Lorca y qué es lo que hizo él con los demás estilos artísticos como el flamenco, la danza. Damos una visión de sus poemas a través de la danza. Y en esta visión tiene que estar Ignacio Sánchez Mejía, no solo porque fuera su compadre, sino porque fue un torero justo y además mecenas de la cultura, el impulsor de esa generación del 27. Además, tiene que estar Argentinita porque los dos fueron un tándem. Ella estaba ya en plantilla del Gregorio Martínez Sierra y Federico la elevó muchísimo más.
--Se habla en el folleto de la obra de un Lorca imposible y un Lorca más cercano. ¿Usted que ha trabajado tanto Lorca hay una diferencia muy grande? ¿Y, sobre todo, cómo se traslada al baile?
--Lorca era muy popular y muy vanguardista, pero su vanguardia se impregnaba de eso. Esto es algo que hoy no está muy en boga: mirar qué pasa en la historia para poder ver cómo avanzar. Y el flamenco es eso. Es una transmisión oral y popular, que supone estar con el compañero, ver su intención. Su información pasa por todos los órganos para poderlo expresar y avanzar. Esto ya no pasa porque el ritmo de ahora es tan rápido que apenas da tiempo. Yo lo que intento plasmar es esa transmisión orgánica que es el flamenco, la danza, la poesía... Puede haber vanguardia, pero con conexión a la tierra.
--Habla de esa transmisión oral, ese conocimiento. ¿Qué hay de duende y que hay de estudio en el flamenco?
--Se habla de inspiración muchas veces, pero la inspiración no está todos los días y tienes que tirar de tu conocimiento y de tu estudio, para eso debes estar muy preparado. Si bien es cierto que la parte del cante tiene mucha libertad e intuición, has de conocer muy bien de qué habla y qué haces, porque no te puedes quedar al 50% cuando estás falta de inspiración. El problema es que el conocimiento no está muy valorado hoy por hoy.
--¿Cree que se deja demasiado a la inspiración?
--Los de mi generación hemos seguido a nuestros predecesores que eran muy estudiosos del flamenco en el sentido de que escuchaban a todos los cantaores, a Pepe Marchena, a Maravillas, pero está también el conocimiento de la guitarra, de la música. Se está perdiendo esa idea de crecer poco a poco con un conocimiento exhaustivo del flamenco, la danza, la puesta en escena, de los ballets clásicos y contemporáneos y luego elegir tu camino. Esto es una profesión a la que debes tener respeto y estudiar.
--¿Hay mucha pose?
--El flamenco aún tiene tirón, lo que muchos hacen es escudarse en el flamenco y hacer ciertas cosas que no tienen nada que ver con él. El auténtico flamenco tiene otra visión, tiene un conocimiento y uno puede bailar jazz o clásica y bailar flamenco. El flamenco, con conocimiento, puede transformar cualquier música en flamenco.
--¿Es más difícil de lo que uno piensa?
--Eso es oído, conocimiento y respeto para poner en valor lo que nos ha llevado hasta aquí. Y no siempre es fácil, no siempre sale. Además, el flamenco está en la cuerda floja.
--¿Hay poco apoyo?
--No hay un teatro que se dedique todo el año a la danza, sea flamenca, clásica contemporánea. Debería haber un teatro dedicado a la danza. El flamenco desaparece del mundo de la cultura. Hay muchos tablaos, que es la escuela y debería serlo todavía, pero no tenemos un teatro de flamenco o de danza en Madrid como hay el de la Zarzuela o la Ópera. ¿A caso no hay compañías de flamenco? Si no se le da espacio desaparecerá.
--Háblenos de su arte. En su baile más allá de la mayor o menor teatralidad, hay una parte del cuerpo que destaca, las manos. ¿Cuán importante son las manos en el flamenco?
--Para mover las manos tienes que sentir esa fuerza que emerge del cuerpo y que no encuentra un final. Se trata de una gran contención de esa energía y las manos son esa expansión, todo emerge en las manos. Para mí, en el baile las manos son muy importantes. Güito y Manolete por ejemplo lo hacen, pero desgraciadamente se han tenido que retirar y no los vemos en ningún sitio, pero Mario Maya ya le daba mucha importancia a las manos.
--¿A usted de dónde le viene esa pasión por el flamenco?
--Yo nací y vivía en Barcelona, pero mi carrera artística la desarrollé en Madrid porque en mi época no había tanto flamenco en Barcelona. Yo antes de mi llegada a Madrid empecé en las peñas y asociaciones, bailaba con grupos en la Costa Brava y en salas de fiestas que sí había muchas. Los fines de semana cantábamos y bailábamos en las peñas andaluzas y causaba cierta admiración. Luego llegué a Madrid, que había más tablaos y tuve la suerte de que enseguida entré en el tablao de Los canasteros, Mario Maya entró justo cuando se había terminado su relación con su compañera de baile y me conoció. Le atrajo sobre todo mi impronta racial, me cogió por esa razón como su pareja de baile. Eso fue una suerte, porque tuve el mejor maestro de flamenco.
--Y luego usted fundó su propia compañía. ¿Fue difícil?
--Llegó un momento que daba clases en Amor de Dios. Y sobre el 79-81 había una gran ebullición de la cultura y entre los propios alumnos me pedían que fundara mi propia compañía y la hice. Primero eran todos hombres, luego mixta y, a partir de allí, en función de lo que quería exponer escogía.
--Usted que ahora es profesora, ¿cómo ve las nuevas generaciones y la evolución del flamenco?
--Hay mucha y muy buena técnica, pero echo en falta mirar al interior de uno. De pronto, quieren correr mucho. Hay momentos en que uno es alumno, luego descubre su personaje y una evolución artística y ahora no quieren tanto eso.
--¿Fenómenos como Rosalía ayudan al flamenco o lo confunden más?
--No puedo opinar mucho sobre eso. Porque Rosalía hace una entrada de una seguidilla de Manuel Torres y, de repente, todo el teatro se viene abajo. Y no lo entiendo. ¿Han entendido lo que hace Rosalía o es porque lo hace Rosalía? No lo sé. Creo que les ha interesado más poner la marca del flamenco a Rosalía, que a mí me gusta y la considero muy inteligente, pero no ha sido nunca La niña de los peines.
--Para terminar y volver a la obra. ¿Qué le ha dado Lorca al flamenco y el flamenco a Lorca?
--Lorca es flamenco y el flamenco es Lorca.
--¿Y se reivindica suficiente a Lorca?
--Oficialmente, no. Parece que sobre todo cuando son grandes prefieren no acercarlo al pueblo.
--¿Y al flamenco?
--Tampoco.