“Quien tiene magia no necesita trucos”. Y a Gerard Borrell no le hace falta ningún truco para enseñar su magia: el arte de hacer reír. De formación actor por el Col·legi del Teatre de Barcelona, Borrell se define como un showman que combina magia y comedia.
Y de esa mezcla ha nacido The Big Bang Tontery, un espectáculo que se puede ver cada sábado en el Aquitània Teatre de Barcelona. Una hora golfa que le va de maravilla, ya que el hilo conductor de su show son las bromas y las gamberradas.
Fusión entre magia y humor
Empezó en el mundillo como payaso, pero rápidamente se dio cuenta de que era mucho más fácil conectar con el público bajo una excusa: la magia. A partir de entonces, y de manera autodidacta, Gerard Borrell ha ido haciendo suyos los trucos que caracterizan a los magos.
Hasta llegar a la gran explosión: su propio big bang. Un espectáculo donde la magia no está en el truco, sino en cómo lo ejecuta. El humor, el acting, los bailes… Todo cobra sentido cuando adivina el número que toda la sala tenía en mente.
--Pregunta: Es usted un showman en toda regla…
--Respuesta: Sí, vivimos en una sociedad que nos tiene que poner en algún grupo, así que me tuve que encasillar en algo, pero realmente magia cómica es lo que hago. Showman me gusta porque abarca muchas cosas: el baile, el canto, la comedia, el presentador… Al final el personaje que es Gerard Borrell, el del escenario, es un pupurri de muchas cosas. ¿Hace comedia? Sí, pero es que también hace magia, pero también en algún momento te pega un baile.
--¿Cómo ha sido el proceso hasta llegar a ser este showman?
--Mi primer espectáculo con 14 años fue de payaso, pero no fue hasta los 17 que ya me hice el personaje de mago, aunque yo vengo de la comedia. Necesitaba una excusa para hacer reír y el instrumento más completo y que más me gustaba era la magia. Al final, la uso como una herramienta de comunicación, pero mi objetivo principal es hacer reír. Es música para mis oídos que la gente salga y diga “qué bien nos lo hemos pasado”. También me gusta cuando dicen “oye, qué bien has hecho este número, he flipado”, pero lo primero me llena más.
--¿Cómo consigue unir la magia y la comedia?
--A mí me gusta mucho la relación espectador-artista, por lo que he de provocar algo divertido en el escenario para hacer reír a la gente. Por tanto, el truco de magia me da la excusa perfecta para provocar esa situación. Por ejemplo, si mi objetivo es que salga un espectador del público vestido de cocinero, tengo que pensar en qué truco tengo que hacer para generar esa situación. Al final, lo que hago es justificarlo con el truco.
--Y de la unión de esas situaciones surge el espectáculo.
--Exacto, a partir de ahí unes un truco tras otro y se crea esa tontería, que por eso es el Big Bang Tontery, porque es una situación tras otra en la que la suma no tiene ningún sentido, sino que es solamente para pasarlo bien. ¿De qué va el show? No sé, de un tío que la ha liado y ya está. Entramos a la sala y pasamos un rato divertido con diferentes situaciones.
--¿Entonces considera que es un espectáculo para todos los públicos?
--Este no. Tenemos otro, el Magia en Familia, que sí. Yo me siento más cómodo con el público adulto, por lo que estas situaciones divertidas que yo ideo son un poco pasadas de tono. Por eso siempre lo recomendamos para mayores de 16. Aunque si ahora un niño abre la tele, verá cosas más fuertes que en mi espectáculo, pero nosotros entendemos que es para adultos.
--¿Cómo suele reaccionar el público cuando lo saca al escenario?
--Bien, porque ya saben lo que vienen a ver. El problema es cuando no lo saben y se esperan al típico mago. Pero yo no soy así, yo me voy a meter con ellos desde el principio y voy a romper la cuarta pared imaginaria que siempre hay en el teatro. Tengo la suerte que la gente sabe lo que viene a ver y, por eso, no tienen ningún problema con mis bromas. Es más, incluso hay gente que por Instagram me pide que saque a sus acompañantes.
--¿Cree que debería haber límites en el humor?
--Yo creo que es un tema de derechos y todo el mundo tiene derecho a reírse del tipo de humor que le gusta: si hay alguien que le gusta el humor negro, tiene todo el derecho del mundo de ir a un teatro y disfrutar del humor negro. Para mí el límite es el respeto: a la que tú le faltas el respeto a alguien, ya estás cruzando la línea. Pero, a parte de esto, no. Cada uno que se ría de lo que le haga gracia, siempre y cuando nos respetemos entre nosotros.
--¿Cree que la sociedad concibe la magia como algo friki?
--Hay mucho prejuicio con la magia y eso lo ha hecho el mago de hotel, el de las comuniones, el casposo con purpurina y lentejuelas… El problema es que ahora cualquiera tiene acceso barato y fácil a los trucos de magia: va a la tienda, compra un truco y ya es mago. No, amigo, hay una previa antes de hacer el truco. Pero yo creo que la gente ya sabe diferenciar esos magos de los que trabajamos a nivel teatral. Lo que ha costado ha sido tener la referencia de lo que es la magia buena y de calidad. A nivel profesional, yo tengo que luchar contra viento y marea para que la gente no tenga prejuicios con la magia.
--¿De qué manera lo intenta combatir?
--Invitando a la gente al teatro, ofreciéndoles mi proyecto y diciéndoles: “Esto es magia, pero os lo vais a pasar bien”. El problema viene cuando algunos magos dicen: “Te voy a ilusionar, voy a hacer que tus sueños se hagan realidad”. La diferencia es que yo juego con la verdad hacia el público y les digo: “Os la voy a meter doblada, os voy a hacer muchas trampas”, pero con el objetivo de hacerles reír al fin y al cabo. Si juegas con la verdad, la gente se lo cree.
--¿Cómo definiría la magia?
--La magia que yo uso es una trampa, una convención teatral. No me gustan las frases Mr. Wonderful que vienen en una taza. Sí que existe la magia del amor, las miradas, cuando notas una conexión con alguien… Pero a nivel práctico, en mi espectáculo la magia es un truco. Aunque, si hay que ponerse filosófico, para mí la verdadera magia es que la gente salga del teatro de una manera muy distinta a la que ha entrado.