Uno no puede decir que conoce al dedillo la Costa Brava si nunca ha visitado uno de los rincones imprescindibles de esta bella comarca a orillas del Mediterráneo. Begur, un pequeño pueblo ubicado en la provincia de Girona, que cada año atrae a turistas que buscan no solo descubrir su mejor patrimonio histórico, sino bañarse en algunas de las calas más bonitas de este litoral catalán.
Una localidad que para siempre estará unida a la historia de una bailaora de temperamento como fue Carmen Amaya. Nacida en el año 1913 en el Somorrostro, un barrio de barracas de Barcelona, comenzó a bailar desde que era una niña junto a su padre en las tabernas y tablaos. Una leyenda del flamenco de fama internacional que quiso descansar los últimos años de su vida en esta hermosa localidad. Estos son los rincones imprescindibles de Begur que enamoraron a la artista.
Mirador de Carmen Amaya
Una buena idea para empezar esta visita por Begur es hacer un homenaje a la bailaora y subir hasta el mirador que lleva su nombre. Una atalaya que recuerda la historia de unión entre Begur y Carmen Amaya, que quiso descansar en esta localidad hasta su muerte en 1963, y donde hay dos esculturas que el pueblo le dedicó en agradecimiento por llevar el nombre de la localidad por todo el mundo de manera altruista.
Begur.Girona. A vista de dron / PRODUCCIONES JAVIER
El mirador está ubicado justo antes de entrar en Begur y desde él uno puede contemplar bellas imágenes de todo el barrio histórico de la misma localidad, donde destaca la presencia de la Iglesia de Sant Pere y Santa Reparada. Pero uno no puede despedirse del recuerdo de Carmen Amaya sin nombrar Mas d'en Pinc (donde vivió), una de las masías mejor conservadas de la zona y que hizo que la bailaora quisiera conocer este rincón de la Costa Brava. En la actualidad, este edificio es de titularidad pública y se ha convertido en espacio expositivo para homenajearla.
Su historia
No se puede comprender el Begur que es hoy sin hacer un repaso a su rico patrimonio histórico, concentrado en varios puntos imprescindibles de esta visita como son el edificio eclesiástico mencionado en líneas anteriores, las Torres de Defensa y el castillo de la localidad. Empezando por la iglesia, se trata de un templo de principios del siglo XVII que se ubica en pleno centro histórico, en la conocida Plaza de la Villa que alberga los mejores establecimientos gastronómicos.
Desde este mismo punto se puede recorrer el camino hacia la Torre de Sant Ramón, una de las seis atalayas defensivas que se construyeron en la localidad (esta es de las mejor conservadas) para defenderse de los ataques de los piratas que llegaban en barco. Tras visitarla, la siguiente parada en este recorrido por Begur no se encuentra lejos. Es su castillo, construido en el siglo XVI y del que lamentablemente solo quedan restos de su antigua muralla y de una de sus torres.
Patrimonio arquitectónico
Hablar de ese patrimonio es hacerlo también desde un punto de vista arquitectónico, y donde destacan bellos ejemplos de casas de indianos, con la Casa Bonaventura Caner Bataller como punto clave. Esta edificación se construyó en el año 1866 por un emigrante que había ganado mucho dinero en la industria del corcho en Cuba. El espacio sorprende por ese aire colonial tan reconocible, pero con unos toques de estilo neoclásico.
En esta ruta también merece la pena detenerse en el casino cultural, fechado en 1870 y levantado desde lo que fueron inicialmente dos antiguos casinos que ya existían antes en Begur.
Calas y playas
Sin embargo, uno de los principales atractivos de los turistas para acercarse hasta este municipio costero es disfrutar de sus bellas playas y calas que parecen sacadas de una postal; no en vano aquí se encuentra el que dicen es uno de los mejores arenales de toda la Costa Brava: Aiguablava. Un oasis con arena fina y dorada y un agua que sorprende por sus distintos tonos de azul. El mejor lugar para relajarse que también puede repetirse en Sa Tuna, en la salvaje de S’Eixugador o a Aiguafreda, una cala sin arena pero con un espacio magnífico para tomar el sol.
El último rincón frente al mar que merece la pena conocer es Illa Roja, para darse un baño y para contemplar uno de los más bellos atardeceres del verano. Como muchos podrán adivinar, esta playa (que se ha convertido en una de las mejores para hacer nudismo) recibe su nombre del color rojizo tanto de su arena como de la inmensa mole de piedra que la protagoniza.