Desde hace unos cuantos años, bajo el término slow se han acuñado una serie de disciplinas, tales como la gastronomía, con el término slow food, o los hoteles, conocidos como slow hotels. Este movimiento pretende lidiar contra el estrés de la vida diaria y sumergir a la sociedad en un contexto mucho más pausado, en el que el sosiego, la tranquilidad y la tradición se convierten en los principales pilares sobre los que se sustenta cualquier forma de vida.
El concepto slow travel se centra en buscar la autenticidad de cada acción en el momento de viajar. En una sociedad profundamente marcada por el alto ritmo de vida, este tipo de alternativas se convierten en una de las soluciones más eficaces para experimentar las bondades de viajar sin prisas, centrados en un movimiento que trata de obviar el reloj y aboga por disfrutar de la vida y de las tradiciones existentes en cada destino turístico, mimetizándose al máximo con el ambiente.
Slow travel como propuesta
El slow travel defiende la idea de que la mejor forma de viajar consiste en empaparse al máximo de las tradiciones, la herencia y la cultura de cada destino. Mediante esta vía, los turistas pueden conocer al máximo las tradiciones propias de cada región, la gastronomía y los diferentes hábitos que se pueden llevar a cabo en cada una de las diferentes regiones del mundo.
El turismo sostenible también está muy influenciado por este movimiento. El respeto por el medio ambiente y la necesidad de provocar el menor impacto ecológico posible forma parte de la identidad de todas las personas que llevan a cabo esta nueva manera de hacer turismo. Por ello, las personas que se deciden por su practica, tratan de alejarse al máximo de los núcleos urbanos y de las grandes capitales del mundo. A cambio, abogan por lugares alejados de las masificaciones turísticas, que permiten a los interesados mimetizarse al máximo con el entorno rural que los rodea.
Dejar tiempo para la improvisación
Frente a la mayoría de viajes que proponen actualmente las agencias de viaje, en las que ofrecen itinerarios repletos de visitas, conociendo varias ciudades, incluso países, en muy pocos días a base de agendas apretadas. El slow travel defiende el derecho a dejar tiempo para la improvisación en cada experiencia. Esta improvisación hace referencia a la necesidad de querer disfrutar del concepto de tiempo libre al máximo.
Viajar en transporte local, aprender a conocer el paisaje característico de la zona que se visite, identificar los cambios de acento entre sus regiones o las diferentes formas de vestir entre comunidades. En definitiva, sentirse como uno más dentro de un destino desconocido en el que, a base de invertir tiempo, se logrará interiorizar como propio.
Slow Hotels, experiencias inolvidables para todos
En cuanto al alojamiento, una de las opciones por las que más se decantan cada uno de los viajeros que se deciden por esta forma de viajar son los conocidos como slow hotels. Diferentes emplazamientos que buscan que cada uno de sus huéspedes logren conectar con el entorno en el que se encuentran por medio de la gastronomía, diferentes talleres o la diversidad de eventos que organizan en el interior de sus instalaciones. Provocando que cada uno de los viajeros que se alojan en su interior puedan conocer a fondo todas las características del espacio en el que se asientan.
Una de las señas de identidad de este tipo de alojamientos es la gastronomía, asentada en la producción y elaboración de productos frescos y de temporada, cocinados sin prisa, prestando especial atención a cada una de las etapas del proceso de elaboración. En España comienzan a haber cada vez más opciones para satisfacer este tipo de alojamientos.
Sow Cities, destinos perfectos para la practica de este disciplina
El movimiento slow cities distingue a todas aquellas ciudades que se han resistido a mimetizarse con el resto de ciudades que existen en el mundo y que han apostado por la urbanización del espacio y la tecnología aplicada como dos de sus señas de identidad.
El denominador común entre todos estos emplazamientos es su tamaño, con menos de 50.000 habitantes. Para formar parte de este movimiento, todas las ciudades deben demostrar que están llevando a cabo propuestas vinculadas con la mejora del territorio, el medio ambiente o su apuesta por las nuevas tecnologías como herramienta para crear un espacio mejor y más respetuoso con el medio ambiente.