San Juan de Gaztelugutxe es un lugar único, icónico. Está en el País Vasco, a las afueras de Bilbao, y su encanto es tal que los creadores de Juego de Tronos no dudaron en rodar allí. Y es que es inimitable. Claro que eso no quita que ciertos espacios se les parezcan.
En Cataluña no hay un puente de semejante tamaño que le gane terreno al mar para conectar con una hermosa ermita, pero en el interior del territorio sí hay un puente de piedra parecido que atraviesa las aguas. Se trata del puente de Querós.
A la vista (por desgracia)
Esta construcción se encuentra en un lugar muy particular en medio del pantano de Susqueda. No siempre está a la vista y, por tanto, no siempre se puede cruzar. Sólo podía hacerse en verano cuando las reservas bajaban por debajo del 35%. Lamentablemente, debido a la sequía que azota Cataluña, ahora se ve y se puede cruzar durante todo el año.
Y si se dice que uno debe hacer de la necesidad virtud, acercarse a este lugar puede invitar a recorrer una ruta cargada de misterio. Un recorrido de unos 14 kilómetros que acaba, como sucede en Gaztelugatxe en una iglesia. En este caso, la de Sant Martí de Querós.
Puente de bándalos
Construido entre 1532 y el 1534, este puente de tres pilares regios diseñado por el arquitecto Joan Roig no siempre estuvo hundido entre las aguas. Al contrario, las sorteaba: facilitaba pasar el río Ter por arriba para poder conectar las casas que había ambos lados de la ribera.
El puente fue testigo de varios ataques de bandoleros que se quedaban allí para robar a los que lo cruzaban. También fue objeto de varias destrucciones y reparaciones. Si todavía conserva un camino de piedra y mortero de cal que se extiende por la parte superior, los pilares son de sillares, donde se ven los agujeros en los que colocaban los andamios. Porque reparaciones tuvo muchas.
Azotado por el clima y el hombre
Poco después de su construcción, en 1617, fue sacudido por una riada fruto del llamado “gran diluvio” que azotó Cataluña. Las aguas dejaron debilitada la parte central, pero no fue hasta finales del siglo XVII que no se empezó a reparar. No fue la única vez, entre 1940 y 1941, tras la Guerra Civil, volvió a sufrir refuerzos en su estructura antes de que en 1970 quedara hundido en el pantano de Susqueda.
Desde entonces, son muchos los que se acercaban los veranos para verlo y cruzarlo. Ahora, se puede hacer incluso en invierno. Uno sólo debe ir en dirección al municipio de Susqueda y, justo a un kilómetro del puente, hay una pequeña desviación. Allí se deja el coche y empieza un pequeño descenso hacia el viaducto.
Camino a la ermita
Cruzarlo es una experiencia única. Es pasar por donde los habitantes del siglo XVI paseaban para llegar a sus casas y a la ermita que hay al otro lado. Este camino de escasa dificultad lleva a una iglesia aún más antigua, del 1104, mínimo, pero antes ofrece unas vistas increíbles sobre las aguas del pantano. Aunque ahora sirve para concienciarse de los peligros del cambio climático. Si antes, en verano, se veía una base verde de las aguas que cubría el embalse, la visión de ahora permite ver un desierto con la tierra quebrada.
Si se prosigue el camino hasta la ermita, uno descubre un lugar tan místico como tenebroso. Esta era la iglesia de Sant Martí Querós a la que sólo se llegaba por el citado puente, pero su abandono y su situación le han dado un aspecto lúgubre, misterioso. Y es que esta iglesia de estilo románico está abandonada desde 1966, cuando empezó la construcción del pantano.
Sant Martí de Querós
Las paredes están afectadas por la humedad desde esa época. Las aguas llegaron en ocasiones a la base del templo y, aunque nunca lo cubrió, se nota la proximidad de las mismas. Su situación particular la llevó a ser calificada como bien cultural de interés local, claro que su campanario cayó en 2015 fruto de su deterioro.
En su interior todavía se pueden ver las escaleras para acceder al altar, un pasadizo de hierro que llevaba al órgano y, en el suelo, algunas tumbas que el paso de los años ha dejado descubiertas. Los más morbosos incluso se atrevían a abrirlas, por eso las han tapiado.
Cómo llegar
Tras los siete kilómetros que supone la ruta de ida hacia la iglesia, ya de vuelta uno puede bajar hasta la base del pantano. En su día, cuando todavía quedaba agua en verano, se formaba una pequeña playa de interior que hacía las delicias de sus vecinos. Eso ya parece un pasado lejano.
Llegar hasta allí desde Barcelona implica más de hora y media por la C-17 y luego tomar la N-141B hasta Sau y seguir el camino hasta el puente. Desde Girona es mejor tomar la C-25.