Los que siempre han soñado con viajar a Estados Unidos para conocer el Gran Cañón del Colorado o cualquier otro punto de su geografía, tiene una posibilidad de ver algo parecido en Cataluña, en alguno de sus maravillososos pueblos.
No es la mítica reserva estadounidense, pero sí que esta zona es conocida con el nombre del Canyon Antilope catalán. Unas cuevas fantásticas, producto de la naturaleza, que están a tan sólo 44 minutos de Barcelona.
Colores y arcilla
En Torrelles de Llobregat, a 25 kilómetros de la ciudad condal, se encuentran las Cuevas de Can Riera. Unas formaciones rocosas de piedra arcillosa que con sus colores rojizos da a la zona un aspecto digno de película.
El viento y el agua que se filtró en esta zona montañosa del Collet de Can Riera dieron forma a tres cuevas que sorprende a todo aquel que se acerca hasta allí. Claro que como pasa con los cañones yankis, acceder a ellos no es fácil.
Cómo llegar
Aquel que quiera ir hasta allí ha de ser consciente que le esperan cinco kilómetros, una hora y media de caminata. Todo en sentido ascendente. No es extremadamente complicado, pero en un momento debe subirse por una escalera metálica que está instalada en una roca.
Una vez se sube, uno encuentra el acceso a la primera cueva que, si bien es la menos impresionante, da una pista de lo que se puede encontrar en las dos siguientes. Y es mejor estar preparados para ver como hay lo que serían unas estalactitas gruesas hechas de arcilla, moldeadas por la propia naturaleza, cayendo del techo, cómo los techos altísimos cobran formas onduladas, cada vez más granate hasta casi la oscuridad.
Protegido por incivismo
El único problema de estas cuevas de Can Riera es que ya no se puede acceder a ellas. Uno se queda cerca, en el camino. El ayuntamiento de Torrelles y el Departament de Medi Ambient de la Generalitat de Catalunya han cerrado el acceso a ellas. El incivismo, lamentablemente, las empezaba a deteriorar cada día más.
La Administración ha catalogado las cuevas como Bien de Interés Local. Vela por su conservación, analiza su estado y sigue a la espera de poder reabrirla y garantizar su protección. Un tesoro de la naturaleza digno de admirar y que por culpa de algunos no puede ni verse. Sus vecinos y conocedores están a la espera de que las cosas cambien.