A pesar de lo inverosímil que pueda sonar, en ciertos rincones de la Costa Brava, la distinción no recae únicamente en sus playas. La historia del pueblo de hoy, sus callejones y sus edificios llega a eclipsar incluso la magnificencia de sus aguas cristalinas.

Pals se despliega con aproximadamente tres kilómetros de litoral, repartidos entre la extensa Platja Gran (abarcando 2,4 km) y la más compacta Platja de Grau (con 1 km). Estos espacios se abren al Mediterráneo, un escenario desde el cual se divisan las Islas Medas mientras se camina por la arena. Aquí, el Rec del Molí desemboca en el mar y los paseos resultan gratificantes para los amantes de la gastronomía.

Playas

No nos adentraremos en enumerar todas las playas que se ocultan tras el camí de Ronda, que se prolonga hacia el sur. Pero destacamos la afamada playa naturista de la Illa Roja y la adoquinada Platja del Racó.

En dirección norte, se encuentran también las Basses del Coll, su desembocadura y más allá, Mas Pinell. No obstante, uno de los aspectos más intrigantes del lugar es su mirada hacia el interior.

Cómo llegar

Es esencial señalar para aquellos que no estén familiarizados con el litoral gerundense, que el acceso en tren está vedado. Las únicas alternativas son el autobús o el vehículo privado.

La ruta más común implica tomar la AP-7 y salir en dirección a Vidreres/Lloret, para luego proseguir rumbo a Sant Feliu de Guíxols/Platja d’Aro por la C-35. De allí, se avanza por la C-31 hacia Palamós y se siguen los indicadores hacia Pals.

El Pueblo

Independientemente de si se llega desde el norte o el sur, el pueblo se ubica en las cercanías de la carretera. En el extremo opuesto de la playa se halla el núcleo original, Palus. Tal como se refería a este municipio el rey Odón de Francia en un decreto del año 889. Desde entonces hasta la fecha actual, mucho ha transcurrido (y sido edificado).

Pals

Aunque gran parte del castillo sufrió daños durante la Guerra Civil Española, el pueblo aún preserva valiosa porción de su legado. La construcción que data entre los siglos XI y XIII, derrocada durante el levantamiento franquista, ha legado la Torre de las Horas, a la que se llega siguiendo el trazado de la carretera.

Un Enclave Histórico

Una vez allí, la recomendación es abandonar el coche y deambular por el casco histórico, sumergiéndose en la atmósfera de una villa de linaje medieval. No resulta sorprendente encontrar sepulcros visigodos de los siglos VII-VIII, al descubierto debido al paso del tiempo, mientras se transita por la Calle Mayor.

Las casas de piedra, con arcos y puentes de madera que las enlazan, sugieren al visitante la sensación de que el tiempo se ha detenido. Únicamente al empuñar el teléfono móvil para capturar innumerables fotografías, uno retorna a la conciencia del siglo XXI.

Riqueza Cultural

Finalmente, destacan dos enclaves culturales. En primer lugar, la Casa de Cultura, que en otro tiempo fue Ca la Pruna. Se trata de una antigua residencia fortificada del siglo XV reconvertida en museo, que alberga exposiciones de pintura y escultura.

No es posible concluir la travesía por Pals sin hacer mención de uno de sus distinguidos visitantes, quien le dedicó espacio en sus artículos y libros. Nos referimos a Josep Pla. Cerca de la Iglesia de Sant Pere, reconstruida en varias ocasiones y periodos diversos, y siguiendo las murallas, se llega al Pedró, un mirador bautizado en honor al literato que afirmó: "Pals no merece una visita, sino cien visitas, porque su ubicación ofrece la posibilidad de admirar uno de los paisajes más hermosos e inolvidables del país".

Experiencias Gastronómicas

Es difícil refutar las palabras de un hombre como Pla, pero si sus aseveraciones, playas, calles e historia no bastan, puede que la deliciosa gastronomía del lugar atraiga los paladares más exigentes.

Los restaurantes se diseminan a lo largo del frente marítimo y en el corazón del pueblo, sobresale El Pedró. Y para quienes deseen degustar un plato típico, está el Arroz de Pals. No debe sorprender que su denominación latina (Palus) signifique "zona pantanosa". Aunque ya no ostenta la misma prominencia ni sostiene la economía local, aún persisten algunos campos de arroz que han convertido a este alimento en su plato emblema.

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