Afirma que la leyenda originaria de la cultura griega que el laberinto es una construcción destinada a la penalización, al castigo. El monarca Minos, al enterarse de que su consorte Pasifae había dado a luz un hijo fruto de su unión con un toro, encomendó a Dédalo el encierro del vástago resultante de esa relación extramatrimonial en un enclave del cual le fuera imposible escapar. Más allá de los sentimientos de celos, su motivo radicaba en evitar la huida del monstruo que habían engendrado, una criatura que combinaba la figura humana con la de un astado, conocida como el minotauro.
Desde entonces, incluso antes, según los descubrimientos arqueológicos del antiguo Egipto, los diseños de rutas cuya salida es muy difícil de encontrar han causado sensación. Los hay para todos los gustos, dimensiones y públicos, pero en Cataluña hay uno no apto para amantes del terror.
Dónde está
Su nombre lo dice todo, es el Laberinto del maíz (El laberint del blat de moro). Se encuentra en Castellserà, un pequeño pueblo de Lleida de unos 1.000 habitantes, que atrae a los amantes de estos lugares por su particularidad.
Obviamente, al encontrarse en medio de un maizal que se seca, se recoge y se poda cada tanto, no está abierto todos los días del año. Aunque hay temporadas que hasta se puede cenar allí. Pero vamos a los detalles.
Del miedo a la cena
Se trata de un espacio de tres hectáreas, con dos kilómetros de recorrido. Caminos que mueren, que vuelven para atrás y que si uno es fan de Los chicos del maíz es mejor que se abstengan de ir. Y menos si van a la sesión de finales de verano, dedicada al terror. Por 15 euros uno puede vivir una experiencia de miedo (nunca mejor dicho) desde las 20h a la una de la madrugada.
Para los que no le temen a nada, ni siquiera a los niños, pueden ir solos, con amigos o en familia los días de apertura y recorrer este amplio cultivo de maíz reconvertido en laberinto. Y si así lo desean pueden quedarse a cenar o incluso dormir. Una experiencia única.
En el caso de que te sientas perdido, un mirador construido en madera, con una altura de 6 metros, brinda una perspectiva singular para contemplar las sendas del enigmático laberinto. Perfecto para ser apreciado por personas de todas las edades, excepto aquellos que padecen de claustrofobia, el laberinto permanece accesible desde mediados de junio hasta mediados de septiembre. Además, en la misma propiedad, se encuentra disponible el hospedaje rural Masia l'Esperança.