En nuestra cultura, tanto en Cataluña como en España, valoramos tener dos apellidos que nos identifican con una gran precisión, en contraste con la costumbre de otros países donde predomina el apellido único. Ahora bien: ¿desde cuándo tenemos esta tradición? ¿Qué motivaciones la impulsaron? Al rastrear su origen, nos topamos irremediablemente con los romanos.
A diferencia de la antigua Roma, la estructura de nuestro nombre + apellidos en poco se parece a los ciudadanos romanos del pasado. El praenomen, equivalente a nuestro nombre de pila, el nomen que identificaba a las agrupaciones familiares y el cognomen que reflejaba características individuales, como un sobrenombre descriptivo o una peculiaridad, no se parecen a nuestros apellidos actuales, aunque a primera vista esa sea la sensación.
Estos cognomina a menudo derivaban de rasgos físicos o hábitos, como "Caecus" que significa 'ciego' o "Scipi" que denotaba 'bastón'. Sin embargo, la evolución del imperio y la descentralización de Europa llevaron a simplificar los nombres, ya que la dispersión de la población en pequeñas comunidades eliminó la necesidad de matices excesivos para identificar a su comunidad.
La popularidad de los apellidos renació en las ciudades durante la "revolución del siglo XII". Aunque con una diferencia: antes de esto, la nobleza ya había adoptado esta práctica para distinguirse, costumbre que luego se extendió a la población en general.
Inicialmente, con ostentar un solo apellido era suficiente. En los reinos hispánicos, predominaban los patronímicos, derivados de los nombres de los padres. Por ejemplo, López proviene de Lope, y Fernández de Fernando. También estaban los apellidos toponímicos, basados en lugares de origen, o aquellos que aludían a profesiones u oficios. A modo de curiosidad, Deulofeu (apellido catalán que significa "Dios lo hizo") y Expósito eran apellidos asignados a niños abandonados, en particular a expósitos desamparados.
A lo largo de la Edad Media, la herencia de apellidos se volvió común, un proceso espontáneo que llevó a que todos los españoles eventualmente tuvieran al menos un apellido. Ahora bien: ¿cuál es el origen del segundo apellido? Los genealogistas sugieren que surgió en el siglo XVI entre las clases nobles. Aunque las razones no se conocen con certeza, es probable que fuera otra forma de diferenciarse de las personas comunes. Similar al primer apellido, la práctica de utilizar el apellido materno se extendió a la población general.
Durante el siglo XVIII, la práctica de usar ambos apellidos ya estaba bastante extendida, como se puede inferir de un reglamento de 1796 del rey Carlos IV que requería a las viudas de militares presentar ambos apellidos para cobrar la pensión.
A pesar de un intento fallido durante el Trienio Liberal (1820-1823) de institucionalizar esta práctica, a lo largo del siglo surgieron diversas disposiciones legales que enfatizaban la inclusión de ambos apellidos en registros civiles. Esto culminó con el Código Civil de 1889, el primero en la historia de España, y la Real Orden de 1903, que establecieron la norma de incluir ambos apellidos en la documentación oficial, aunque ya era una práctica generalizada.
En resumen, la tradición de tener dos apellidos en España tiene raíces profundas en la historia y evolución de las costumbres sociales, desde la necesidad de diferenciarse en tiempos medievales hasta la institucionalización legal en tiempos más modernos.