Existe una práctica dentro de la medicina tradicional china que, a base de una serie de ejercicios, busca trabajar cuerpo y mente de forma conjunta para mejorar el bienestar personal, la salud y como remedio antiedad. Se trata del Qi Gong, una técnica conocida en los países asiáticos como uno de los secretos de la eterna juventud.
Una disciplina de más de 4.000 años de antigüedad que en España es todavía una gran desconocida, aunque en países como Alemania está integrada dentro de la Seguridad Social, mientras en China incluso hay un par de hospitales en los que tratan todo tipo de patologías y enfermedades única y exclusivamente relacionadas con esta milenaria técnica.
¿Cómo se practica?
A la hora de hacer una clase de Qi Gong, que puede adaptarse a las necesidades y posibilidades de cada persona, lo primero de todo es desprenderse de todas las preocupaciones del día a día para, así liberados, tomar consciencia tanto de la mente como del cuerpo por medio de la respiración y una postura corporal correcta.
A continuación, la persona que practica esta disciplina va realizando estiramientos ligeros para, poco a poco, ir calentando el cuerpo antes de pasar a los ejercicios adaptados a cada uno. Finalizados los mismos, en esas clases se incluyen unos minutos de relajación y, si es posible, un auto masaje denominado Tui Na y que también forma parte de la medicina china más ancestral.
¿Qué zonas de nuestro cuerpo trabaja?
Gracias a esta clase de Qi Gong no solo se trabaja todo el cuerpo en su conjunto para dar respuesta a toda la parte física y postural, sino que también se hace lo propio desde un punto de vista psíquico-mental y energético. Y es que según los dictados de la medicina tradicional china el cuerpo está formado por canales energéticos que recorren todo el organismo para asociar y conectar los órganos.
De esta manera, realizando este tipo de ejercicios se trabaja toda la parte de la postura corporal, el equilibrio, se gana fuerza en los tendones y las fascias, se coordinan los distintos sistemas del cuerpo (inmunitario, digestivo, endocrino, hepático, renal, circulatorio, cardíaco...), además de fortalecer los órganos como el hígado, la vesícula biliar, el corazón, el páncreas, los riñones, la vejiga, pulmón e intestino grueso... Por su parte, desde un plano emocional, el Qi Gong trabaja todo lo relativo al estrés, aumenta la vitalidad e incrementa la capacidad de concentración.
¿Qué me puede aportar?
Si se siguen estos ejercicios de manera regular, con el tiempo esa persona notará los beneficios tanto en su cuerpo como en su mente. Así, algunos de estos aspectos positivos tienen que ver con la prevención y rehabilitación de dolencias, la generación de ese bienestar físico, el fortalecimiento de los huesos y las articulaciones, además del desarrollo de fuerza y flexibilidad, la mejora de la capacidad respiratoria y una incidencia tanto en el estado de ánimo como a la hora de lograr un sueño reparador.
En otras palabras, la técnica del Qi Gong es un caudal de energía positiva con la finalidad de (gracias a esa serie de movimientos, respiraciones y visualizaciones interiores) redundar de forma satisfactoria en ese bienestar emocional y en esa salud en general.
Ejercicios de Qi Gong
Para conseguirlo, siempre se puede echar mano de algunos de los movimiento de esta disciplina milenaria. Por ejemplo, uno de ellos puede ser frotando las palmas de las manos hasta que estas estén calientes para luego separarlas entre sí como si sujetaran una bola imaginaria. Tras acariciar esa esfera que solo existe en la mente, la palma de la mano derecha se posa sobre el pecho mientras que la de la izquierda descansa en el abdomen antes de hacer una serie de respiraciones profundas.
Un segundo movimiento comienza de pie con los brazos en abiertos en cruz y las palmas de las manos hacia abajo. Se lleva el peso al pie izquierdo al tiempo que se hace una espiral con el tronco, el brazo izquierdo y el brazo derecho. Para ello, el brazo izquierdo se levanta hacia arriba mientras el derecho se dirige hacia la tierra. Tras respirar varias veces se vuelve al centro y se repite el ejercicio al otro lado. Por último, otra de las pautas consiste en colocar las manos (la una sobre la otra) a unos centímetros del ombligo mientras se inhala y se exhala por la nariz.