La batalla por encontrar una vacuna que haga frente a la pandemia del coronavirus enfrenta a multitud de farmacéuticas a nivel mundial que buscan la fórmula más efectiva para acabar con la enfermedad, aunque algunas de las composiciones podrían poner en riesgo la vida de muchos animales.
Una de estas es la que pretende desarrollar la farmacéutica británica GlaxoSmithKline, que tiene la intención de utilizar el escualeno de tiburones. Un componente que, añadido a una vacuna, permitiría tener una respuesta inmune mucho más fuerte y efectiva.
La gran matanza del tiburón
El escualeno de tiburón se obtiene a partir del aceite de su hígado, un componente que GlaxoSmithKline ya ha empleado en varias de sus vacunas contra el resfriado común. El problema que viene ahora es que la empresa ya avanzó que para encontrar un remedio frente al coronavirus, haría falta matar a unos 500.000 ejemplares.
En mayo, la farmacéutica aseguró que tenía pensado fabricar mil millones de dosis con el escualeno. Un anuncio que los defensores de los animales no toleraron y se posicionaron en contra de esta iniciativa. Y aún más al tratarse de una de las especies con mayor riesgo a desaparecer, actualmente.
Otra opción: el escualeno sintético
Frente a las quejas y críticas de los defensores de animales, los expertos de GlaxoSmithKline se han planteado emplear escualeno sintético para la vacuna, una sustancia derivada de la caña de azúcar fermentada.
El problema es que su uso aumentaría el coste del fármaco, ya que el componente del tiburón tiene mayor facilidad de extracción --unas 10 horas-- mientras para el escualeno adulterado se tarda unas 70 horas en obtenerlo, lo que dificulta el proceso de fabricación.
Las dificultades de los tiburones
Los tiburones se encuentran amenazados debido a que suelen ser capturados unos 70 millones de ejemplares cada año, y solo tres millones de todos ellos son para el escualeno. Suelen ser empleados para vacunas, aunque también los usan para remedios de medicina tradicional, gastronomía, aceite para máquinas y, sobretodo, con fines cosméticos.
Otro de los problemas añadidos al exceso de caza es que su reproducción es muy lenta. Un tiburón suele tener crías cada tres años con un embarazo que dura entre 12 y 48 meses --según la especie--, por lo que su repoblación es bastante complicada. Además, la madurez sexual la alcanzan hacia los 15 años de vida.