En esta época de confinamiento, el Mindfulness puede ser una magnífica opción para mejorar la estabilidad mental. Esta técnica de meditación busca que las personas sean conscientes y se centren en el momento presente. Esto no significa estar al tanto de todas las noticias o controlar los problemas del trabajo, sino pararse a pensar en lo que hay alrededor.
El Mindfulness tiene sus orígenes en la meditación vipassana, originaria de la India y muy ligada a la religión budista. Posteriormente, se occidentalizó de la mano de Jon Kabat-Zinn, un profesor emérito de Medicina estadounidense, que promovió en sus enseñanzas las técnicas budistas. Kabat-Zinn ligó esta sabiduría al estudio científico y, a través de ensayos clínicos, analizó que efecto tenía en las personas.
Control de emociones y pensamientos
Tener una conciencia plena sobre el momento que se está viviendo supone una 'radiografía emocional' en la persona. Le permite ser consciente de lo que está sintiendo y valorar si lo está haciendo correctamente. Esta técnica de meditación es el contrapeso de un comportamiento visceral. De igual manera, este autoconocimiento personal es el primer paso para regular las emociones y adaptarse a las situaciones extremas, como el confinamiento en casa.
Por otro lado, tiene un papel esencial en la actividad mental del cerebro. En los momentos en los que la persona se 'autobombardea' con pensamientos negativos, puede mejorar su situación tener una visión general, observarla desde fuera. Además, también se dan ocasiones en las que un pensamiento se mantiene perenne y es imposible dejarlo ir, en este caso también podría ser útil el Mindfulness.
Poner en práctica el mindfulness
Esta técnica de control de la atención se sustenta sobre varios pilares que facilitan el objetivo fundamental del Mindfulness. Primeramente, es necesario ser consciente de lo que sucede, desde lo más insignificante a lo más importante. Por ejemplo, qué sonidos se escuchan, cómo se está respirando o en qué estado se encuentra la vida sentimental. Se trata de observar desde fuera todo lo que rodea a la persona.
Posteriormente, hay que hacer un ejercicio de aceptación. Ver todo lo que hay dentro y fuera puede traer pensamientos negativos, los cuales fluirán mejor mediante dicha aceptación. Después será necesario mostrar una actitud de bondad y compasión hacia uno mismo, puesto que una condena personal no sirve de nada. Finalmente, durante ese trance meditativo, surgirá una sensación de curiosidad, propia de una mente abierta, sobre la que trabajar en el futuro.
Ejercicios para iniciarse
Comenzar en la meditación no es nada fácil. La mayoría de personas suele tener dificultades para evadirse de los problemas de la vida cotidiana y no son capaces de verlos en perspectiva. Por ello, al principio se puede recurrir a la ayuda de un profesional y hacer ejercicios más sencillos, por ejemplo, el de la pasa. Este alimento es perfecto para aprender a focalizar la atención.
El primer paso es comerse la pasa como se haría de forma habitual. Tras esto, se cogerá otra pasa y se analizará minuciosamente, como si fuera algo desconocido. Habrá que prestar atención a todas sus formas y olores. También hay que escucharla, estrujarla cerca del oído para conocer qué sonidos emite, para finalmente volver a ingerirla. En el tiempo que pase en la boca, se apreciarán cada uno de sus matices y sabores, así como el recorrido que hace durante la deglución. ¿El resultado? Un acto que normalmente pasa desapercibido habrá acaparado ahora toda la atención, descubriendo nuevas sensaciones.
La sesión de mindfulness diaria
Mejorar en la meditación se consigue día a día, empezar por ejercicios básicos e ir aumentando la dificultad al mismo tiempo que la experiencia. Un paso más allá puede darse con el ejercicio de la vela. Consiste en un gesto tan sencillo como frenar la rutina durante unos minutos para observar una vela. Ver como se mueve, qué colores tiene, como se mantiene en constante cambio, etc.
Por otro lado, darse una ducha es un buen ejercicio para el autoconocimiento corporal. Mientras el agua discurre por la piel, ser consciente de la temperatura que tiene, qué partes del cuerpo están más frías o más calientes, o lo que provoca en el tacto. Finalmente, la respiración se aplica al Mindfulness mientras se analiza la sensación del aire entrando por la nariz, llenando los pulmones y exhalando por la boca.