La Costa Brava constituye uno de los puntos clave del panorama turístico en Cataluña. Sus playas y pueblos se abarrotan todos los veranos para disfrutar del gran clima que ofrece la zona. Su poca distancia con la montaña le permite poder realizar una serie de actividades rurales en otras épocas del año. Sant Feliu de Guíxols representa una de las localidades con más población dentro del litoral catalán.
El municipio, perteneciente a la comarca del Baix Empordà, acoge anualmente a un importante número de turistas. Y es que Sant Feliu representa claramente lo que es un pueblo de la Costa Brava, cargado de atractivos para aquellas personas de fuera que lo visitan. A pesar de su importante playa, la localidad se encuentra rodeada por diferentes núcleos naturales cargados de flora y fauna. A pocos kilómetros se encuentra Platja d'Aro, conocida por su incesante vida nocturna.
Una ruta única en la península
Aunque hay muchos turistas que deciden dejar de lado las discotecas cuando se marchan de vacaciones. Algunos de ellos optan por otras actividades más relacionadas con la naturaleza. Una de las más características son las vías ferratas, una práctica muy recomendada para los amantes del senderismo y la escalada. Para llevarlas a cabo es necesario equiparse con diferentes instrumentos que garanticen la seguridad durante el desarrollo del itinerario.
Una de las vías ferratas más conocidas de la Costa Brava es la de Cala del Molí, llevada a cabo por un importante número de personas a lo largo del año. Si hay algo que destaca en esta vía ferrata es la cercanía del mar. Y es que el trascurso se realiza justo por encima del agua. Por este motivo se convierte en una de las más especiales y reconocidas del viejo continente.
Tramos un poco agitados
La vía ferrata Cala del Molí es idónea para aquellas personas que se están iniciando en esta actividad. Una ruta sencilla pero que atraviesa por diferentes enclaves que pueden llegar a complicar sustancialmente la aventura. Y es que a las preciosas vistas le acompañan unos puentes de cierta dificultad para aquellos que no están acostumbrados a las vías ferratas. De entre todos los puentes destaca el Nepalí.
Su agitado movimiento, cuando se intenta atravesar por él, puede causar alguna sensación de angustia en los ferratistas. Este punto clave se une al resto de puentes tibetanos y las maravillosas paredes de roca. Unas paredes que se componen principalmente de cuarzo anaranjado y salpicado de cuarzo. Cuando se avecinan fuertes temporales se suspende la práctica de la via ferrata debido a la cercanía del mar. La subida de la marea podría ser un peligro considerable.
Buena accesibilidad al lugar
Llevar el equipaje adecuado es vital para poder realizar la ruta. Cada cierto tiempo se realizan revisiones con el fin de comprobar que todo está en su sitio. El precio estipulado para llevar a cabo la aventura es de 30 euros. La distancia de la vía ferrata es de unos 3 kilómetros aproximadamente. El tiempo medio estimado para realizar la ruta no suele alcanzar las dos horas. Se puede acceder fácilmente con vehículos al lugar donde comienza la aventura.
Justamente se ubica a pocos metros un párking gratuito donde los senderistas y ferratistas dejan sus coches para iniciar la ruta. Hay otras opciones para aparcar a unos cuantos kilómetros. Otras personas suelen optar por aparcarlo en un mirador que se encuentra algo más alejado que el párking gratuito.
Para disfrutar de la naturaleza
La vía ferrata de Cal del Molí representa una de las principales actividades para practicar en lo que se conoce como turismo rural. Cataluña es una de las comunidades autónomas más predispuestas para llevar a cabo este tipo de planes. Sus diferentes enclaves montañosos y parques naturales la sitúan como una de las principales propuestas para realizar una escapada. En algunos casos estas actividades pueden llegar a combinarse con la cultura.
Y es que hay rutas de senderismo que atraviesan iglesias y monasterios levantados hace ya unos cuantos siglos. Uno de los ejemplos es la ruta Císter de más de 100 kilómetros. Esta senda se encarga de recorrer los principales monasterios de la orden cisterciense. Las rutas BTT también representan otro de los planes rurales más comunes del territorio catalán.