Cataluña forma parte de las regiones que más patrimonio cultural abarca. La comunidad ha sido testigo de cómo diferentes civilizaciones se iban asentando en el territorio para plasmar toda la cultura que poseían. Este es el claro ejemplo de los romanos que tras desembarcar comenzaron a poblar las ya históricas Barcino, Tarraco o Ampurias. Fue una de las comunidades que dejó grandes motivos históricos en forma de monumentos y construcciones arquitectónicas.
Al igual que el imperio que dominó durante siglos el continente, lo hicieron también las posteriores poblaciones. Con la llegada de los árabes a la península se impuso en la mayor parte del territorio el estilo árabe. La parte que no se encontraba ocupada desarrolló un género completamente opuesto, el románico. Cataluña es una de las zonas que en la actualidad conserva más basílicas y esculturas románicas, siendo el Val d'Arán la máxima expresión de ello.
Retorno al romano
Si el barroco o el gótico representan un recargamiento de las formas en la fachada el románico es todo lo contrario. La sencillez prima en este arte donde destacan algunas figuras, como el arco de medio punto, rescatadas del arte romano. En términos generales el románico representaba a una nueva sociedad feudal constituida por el poder de la iglesia y la nobleza entre otros estamentos. En Cataluña se constituyo un modelo muy personal de este estilo.
Y es que fue allí donde se comenzaron a realizar los primeros abovedamientos de iglesias y templos. Los monasterios son otras de las construcciones empleadas a lo largo de la época. El románico catalán posee una serie de características que lo diferencian del resto. Una de las más marcadas es la arquitectura lombarda desarrollada en el siglo XI. Esta se encuentra plasmada en varias de las iglesias que conforman la ruta del románico en el Val d’Arán.
La última etapa
De las 15 que integran dicho trayecto algunas representan lo que se conoce como el románico tardío. Una de las que muestra este tipo de elementos es la de Sant Miquèu de Vielha. Su construcción se llevó a cabo en el paso del románico al gótico por lo que es fácil percibir algunos motivos ornamentales que no son del estilo. A esto hay que sumarle que hasta el siglo XVI no se levantó la imponente torre que preside todo el conjunto arquitectónico.
A parte de retablos y pinturas en su interior aguarda al Cristo de Mijaran. Esta escultura formaba parte de un conjunto trabajado en el taller de Erill la Vall, una de las principales instituciones del románico catalán. De las basílicas que conforman la ruta, esta es una de las que mantiene las puertas abiertas durante todo el año. El románico tardío también se encuentra representado en la iglesia de Sant Andreu de Salardú.
El toque de los pueblos araneses
Dentro del románico catalán se pueden derivar una serie de ramas que modificaron sustancialmente el estilo. La aranesa representa una de ellas y se puede vislumbrar en el templo de Era Mair de Diu dera Purificacion. Esta iglesia se encuentra ubicada en el Bajo Arán, más concretamente en la localidad de Bossòts. En su interior conserva un pedazo de mural que se corresponde con la representación de la epifanía. En sus exteriores destaca las tres naves con planta de cañón construidas en su planta basilical.
En Santa Eulália de Unha también se conservan distintas pinturas murales en el interior del edificio. La iglesia, ubicada en la provincia de Lleida, cuenta con diversos frescos tanto de la época románica como los elaborados de una forma más tardía en el siglo XVI. Del románico queda una pintura la cual se encuentra incompleta. En ella se puede percibir un Cristo pantocrátor incompleto, al cual solo le queda la parte del rostro intacta.
Una imagen para un estilo
La figura del pantocrátor fue uno de los elementos más característicos del románico. Aunque la imagen ya antecedía del arte bizantino es común ver representado, en iglesias catalanas de la época, al Cristo sustentador del mundo.
San Clemente de Tahüll forma parte de los pantocrátor más conocidos y mejor conservados en la actualidad. En sus inicios se encontraba integrado en el interior de la iglesia que porta el mismo nombre que la pintura. Con el fin de poder mantenerlo en unas mejores condiciones fue trasladado al Museo Nacional de Arte de Cataluña.