La literatura japonesa está atravesando su momento más álgido. A pesar de que cuenta con una historia a sus espaldas de miles de años, es ahora cuando en el resto del mundo se está reconociendo la labor, el arte y el buen trabajo de estos autores.
Los escritores japoneses tienen una esencia especial y una calidad que hacen que sean reconocidos desde las primeras frases. Temas como la guerra, la cultura, la naturaleza, la religión y, sobre todo, los sentimientos humanos, son habituales en los libros y textos de estos autores.
Haruki Murakami (1949)
Entre los escritores japoneses, probablemente el más popular en nuestros días es Haruki Murakami. Autor de Tokio Blues o Sputnik mi amor, su prosa es puro arte y rezuma amor y sabiduría en cada línea.
Suyo este texto tan viral: “Y una vez que la tormenta termine, no recordarás como lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro que la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es segura, cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso trata esta tormenta”.
Shintaro Ishihara (1932)
Shintaro Ishihara es uno de los escritores japoneses que ha conseguido ver su novela adaptada al cine. Se trata de La estación del Sol, la cual además cuenta con el Premio Akutagawa en su poder. Es un autor que recurre habitualmente a temas como la violencia, no en vano, fue un político con gran actividad en el Partido Liberal Democrático.
Su obra cumbre, la mencionada La estación del Sol, se centra en el afán de rebelión de los adolescentes japoneses de los años cincuenta. Merece la pena leerlo para conocer los dilemas morales de la época.
Natsuo Kirino (1951)
A Natsuo Kirino se la conoce como la reina japonesa del crimen. Trata el género policíaco desde una perspectiva muy original, entrelazando el suspense con leyendas y rituales de magia y un tono oscuro que engancha al lector.
Su obra más popular es Crónicas de una diosa, a través de la cual el lector puede conocer más sobre la mitología japonesa a través de su personaje principal, Namina, quien, tras su muerte con apenas dieciséis años, destina su alma a servir a Izanami, diosa del inframundo.