La mandarina es una de las frutas por antonomasia dentro del grupo de los cítricos. Su tamaño reducido, útil para llevar a cualquier parte y su gran sabor la hacen una fruta muy popular. Lo que los amantes de este cítrico quizá ignoren es que la piel de la mandarina tiene propiedades curativas.
La cáscara de esta fruta tropical ayuda a paliar los efectos de algunas enfermedades muy comunes, sobre todo en época de invierno, cuando el frío ataca al sistema respiratorio. Llegados a este punto se deben estar preguntando hasta qué punto puede tener que ver la piel de la mandarina con curar una bronquitis o una congestión nasal.
Vitaminas y minerales
Resulta que la capa que recubre los gajos de este popular cítrico tiene un alto contenido en vitaminas B1, B2, B3, B6 y B9. Además, es muy rica en minerales que son capitales para el correcto funcionamiento del cuerpo humano: magnesio, hierro, fósforo, calcio, potasio, etcétera.
En ese sentido, la cáscara de la mandarina es también rica en vitamina C por lo que ayuda a aumentar las defensas. Por si lo expuesto con anterioridad no fuera suficiente, dejando de lado la piel y centrándonos en la fruta en su totalidad, consumir zumo de mandarina puede llegar a evitar algún tipo de cáncer, como el de hígado.
Reduce el colesterol
La ayuda para paliar los efectos secundarios de enfermedades y su función como refuerzo de las defensas son algunos de los beneficios de consumir mandarinas, pero aún hay más. La pectina, componente presente en este fruto, ayuda a reducir el colesterol, así como la presión arterial y la ateroesclerosis, esto es, el endurecimiento de los vasos arteriales.
En definitiva, que tiemblen los suplementos vitamínicos o cualquier medicamento artificial para paliar múltiples efectos de las enfermedades explicadas anteriormente. La mandarina ha venido para quedarse, un remedio natural, saludable, económico y… ¡más sabroso!