Los diversos municipios de la Costa Brava reciben millones de visitantes en verano atraídos por sus playas, pero estas localidades tienen mucho que ofrecer también durante el resto del año. Sin ir más lejos, en Tossa de Mar hay numerosos lugares de interés turístico que sirve, además, para descubrir la historia de este pequeño pueblo catalán.

Dar un paseo por las callejuelas del interior del recinto amurallado, subir al faro, descubrir el barrio de pescadores de Sa Roqueta, ir de compras en la zona comercial… Estas son algunas de las propuestas de la Oficina de Turismo de Tossa de Mar, que cuenta con una detallada ruta con las visitas imprescindibles clasificada por fechas: desde la prehistoria (hay numerosos testimonios de la presencia del hombre en la zona desde el paleolítico) hasta la época actual.

Prehistoria

Hay numerosos testimonios de la presencia del hombre en la zona desde el Paleolítico. Algunos de ellos se encuentran expuestos en la sección de arqueología del Museo Municipal.

Época romana

Además de otras villas de menor importancia, en Tossa de Mar ha quedado la Villa Romana dels Ametllers. Descubierta en el año 1914, es una de las más importantes de la antigua provincia de Tarraco. Dedicada especialmente al cultivo de la vid y a la exportación de vino de gran consumo, es un ejemplo clásico de explotación agrícola en el ámbito mediterráneo romano. Desde el punto de vista arquitectónico consta de dos áreas bien diferenciadas: la pars urbana y la pars fructuaria.

La pars urbana o zona noble del conjunto, situada en el nivel superior, constata la magnitud de esta villa, especialmente durante el siglo II. Elementos como el conjunto termal, los mosaicos, los estucos, el raro comedor de invierno, el ninfeo (fuente) o la piscina con su imponente conjunto escultórico de mármol de Carrara ponen de manifiesto la excepcionalidad de esta construcción. Por su parte, la pars fructuaria, situada en el nivel inferior, era la zona industrial. Allí se encontraban los almacenes y las salas de procesamiento de los productos agrícolas, donde se elaboraban el vino, el aceite, las salazones y donde también se guardaban los cereales.

Época medieval

Declarado monumento histórico-artístico nacional en el año 1931, el recinto amurallado de la Vila Vella es el emblema del municipio. Actualmente es el único ejemplo de población medieval fortificada que todavía existe en el litoral catalán. Construida a inicios del siglo XIII, con muros almenados, conserva la casi totalidad de su perímetro original. El lienzo de muro distribuye cuatro torreones y tres torres cilíndricas rematadas por matacanes. En el punto más alto del recinto hubo un castillo que consistía en una torre de vigilancia y una estancia de planta rectangular. Actualmente no existe, puesto que en su lugar se edificó el actual faro.

El interior de la Vila Vella es un espacio encantador de callejones estrechos pavimentados con guijarros que, en el momento de su máximo esplendor (siglo XV), integraba unas ochenta casas, muchas de las cuales aprovecharon el muro de la muralla como pared de fondo. Hay que mencionar de forma especial la antigua iglesia de San Vicente, de estilo gótico tardío, construida en el siglo XV sobre una iglesia románica anterior de los siglos XI-XII. Es de una sola nave, con cabecera poligonal a tres lienzos, una sacristía y una capilla lateral en su lado oeste; y al este es probable que el espacio se extendiera mediante una hilera de tres capillas más. Actualmente, solamente el ábside y la sacristía conservan la cubierta. En la cabecera, la vuelta ojival se sostiene por seis nervios que confluyen en la clave de bóveda decorada con la imagen de San Vicente.

Siglos XVIII y XIX

De estilo neoclásico, la iglesia parroquial de San Vicente se empezó a construir en el año 1.755 porque la antigua, que estaba situada dentro de la Vila Vella, se había quedado pequeña para albergar a los feligreses. Además, en el siglo XVI la población de Tossa de Mar se había expandido fuera del recinto amurallado y la lejanía de la iglesia resultaba incómoda.

Aun tratándose de un edificio sencillo, cabe destacar el volumen de su nave central. Decorada originalmente con retablos e imágenes de estilo barroco popular, muchos de ellos procedentes del taller local de Cas Fuster, se quemaron todos durante la Guerra Civil a excepción del de la Purísima, que se salvó. La policromía de su interior ha sido recientemente restaurada y la iglesia ha recuperado su antigua belleza y luminosidad.

Siglo XX

La Casa Cans fue encargada por Joan Sans al arquitecto Antoni de Falguera en el año 1.906. Se trata de un edificio singular debido a su eclecticismo estético. Tiene una fachada marítima con gárgolas modernistas que representan las cuatro estaciones, mosaicos de cerámica vidriada y forja muy similar a la que se encuentra en la Casa Vicens de Barcelona.

Originalmente estaba decorada con pinturas de temática vegetal y con dos figuras femeninas que no se han conservado. En el interior se ha preservado gran parte del repertorio decorativo que diseñó Antoni de Falguera. Los magníficos vitrales con elementos vegetales, junto con la espectacular chimenea, son de estilo absolutamente modernista. En el año 1.930, la Casa Sans pasó a ser propiedad de la familia Vilallonga. Pertenecen a esta época la escalera de mármol y la fuente con la escultura de Diana cazadora, atribuida a Frederic Marès.