A pesar del colorido de sus carteles, la librería más antigua de Madrid (si no se considera como tal el puesto callejero de San Ginés) está de luto. El establecimiento fundado por Nicolás Moya que se encuentra en la calle de Carretas número 27 de la capital española avisa en sus cristaleras que se encuentra en fase de liquidación por cierre. Los herederos del empresario han decidido echar la persiana de un punto de venta de libros en el que sería el 157º aniversario desde su apertura.
La empresa fue fundada en 1862 con la idea de triunfar gracias a la especialización en el sector del libro médico. Más tarde el negocio se abrió a otras líneas de productos editoriales para llegar a un público más amplio: libros de veterinaria, náutica y nutrición comenzaron a aparecer en unos estantes que, finalmente, no han conseguido mantenerse en el competitivo mundo empresarial.
Negocio familiar
La librería Nicolás Moya ha sobrevivido todos estos años en manos de la familia cuyo nombre luce en el dintel del establecimiento. La última generación que la gestiona ha asegurado al diario ABC haber agotado "todas las vías" para mantener a flote el negocio hasta que se han dado por vencidos. El fondo documental está a la venta de todos aquellos que deseen hacerse con él hasta que la puerta de la librería se cierre, una fecha que aún no se ha pactado.
El fundador se decidió a dar el salto y convertirse en empresario con 29 años después de haberse fundamentado en el mundo del libro como empleado en diferentes establecimientos del sector. Tuvieron que pasar las décadas para que la librería fuera no solamente conocida por los estudiosos de la medicina, sino incluso famosa. Tanto es así que reconocidos doctores como José de Letamendi y Santiago Ramón y Cajal pidieron a Moya que editara sus publicaciones.
Una imprenta y charlas divulgativas
El fundador apostó por el mundo editorial más allá de las ventas y decidió hacerse con una imprenta para dar alas a su negocio. En ella se editaron contenidos sobre novedades médicas e incluso se realizaban traducciones de publicaciones extranjeras en la materia. Además, la librería aprovechó su fama para ofrecer tertulias sobre investigaciones científicas centradas en la medicina, muchas de ellas con la participación del propio Ramón y Cajal.
Nicolás Moya --quien también participaba en las conversaciones médicas-- falleció en 1912 y, con él, las charlas divulgativas dejaron de llevarse a cabo. Poco a poco la librería fue reduciendo su importancia hasta que, en la actualidad, la librería ha dejado incluso de recibir novedades.