Pedro Amorós publicó hace unos días su Guía de la España misteriosa (Ediciones Luciérnaga), un libro en el que el autor recopila algunos "increíbles lugares" de España en los que han ocurrido "sucesos inexplicables, místicos y paranormales que aún hoy plantean misteriosos enigmas".
En sus páginas hay espacio para el Liceu de Barcelona, del que se dice que es "un edificio maldito". Como explica Pedro Amorós, la Sociedad Cultural Liceo Filarmónico Dramático Cultural Barcelonés se creó en 1837 con el objetivo de obtener recursos para la milicia nacional. Cuando se compró el solar para edificar el Liceo, se rumoreaba que el lugar estaba maldito. Había pertenecido desde el siglo XVI a un convento de monjes trinitarios descalzos que se dedicaban a curar almas en pena. Pero en 1835 el convento se quemó y quedó totalmente destruido. Los monjes fallecidos fueron enterrados allí mismo, como era costumbre.
Incendio tras incendio
Tras estos acontecimientos y con el paso del tiempo, el inmueble se utilizó como almacén para las tropas napoleónicas y después como club político liberal. Cuando ya estaba todo reconstruido, el edificio volvió a ser pasto de las llamas. "Quizá el creador del Liceo, el arquitecto Miquel Garriga i Roca, desconocía lo que se hallaba bajo aquellos cimientos. Para muchos, las almas de los trinitarios todavía estaban allí", señala el autor.
El Liceo en llamas, una imagen que se ha repetido en varias ocasiones a lo largo de la histoia / EDICIONES LUCIÉRNAGA
La construcción del nuevo Liceo finalizó el año 1847. Tuvo una época de esplendor en la que se representaron obras como la ópera Ana Bolena de Donizetti, aunque por desgracia duró poco. Catorce años después, en 1861, volvió a sufrir un nuevo incendio. Como si fuese una pesadilla, las gentes insistían en que el lugar estaba maldito. De hecho había un refrán o dicho catalán que advertía: "Soy búho y voy solo, si lo volvéis a levantar, yo lo volveré a quemar".
Ataques terroristas
Todos pensaron que la representación de un baile de Carnaval fue la que reactivó la maldición, pues los trinitarios consideraban todo ello como excesos. Tras un año de reconstrucción, gracias al aporte de los potentados, el Liceo volvió a abrir sus puertas hasta que en 1893 un anarquista, Paulino Pallás, arrojó una bomba en un acto terrorista e hirió al capitán general Martínez Campos. Un mes después, otro anarquista, Santiago Salvador, lanzó dos bombas durante la representación de la ópera Guillermo Tell. Uno de los artefactos explotó en la fila 13 y causó veinte muertos y más de cincuenta heridos.
Pero ya casi en nuestros días, cuando la maldición parecía haberse dormido, en el mes de febrero de 1994, el Liceo volvió a arder…