Se llama Hannah Jenkins y su caso es uno de esos que, de vez en cuando, llegan a los medios de comunicación a modo de curiosidad. Ella reside en Reino Unido, pero, un día, se dio un golpe en la cabeza y comenzó a hablar alemán. Ahora, su cerebro necesita utilizar las dos lenguas durante el día. Esta es su historia.

En el momento de los hechos, Andrew Wilde, su pareja, se encontraba de viaje en EEUU. Pero le extrañó recibir un mensaje de su esposa en un idioma desconocido para él. Apenas reconoció las palabras "perro" y "hospital". Es cierto que Jenkins había crecido con el alemán, pero nunca lo había utilizado en casa. Wilde trató de comunicarse con ella sin éxito, y adelantó su viaje de regreso sin saber lo que se iba a encontrar.

Desorientada

¿Qué ocurrió? Horas antes del enigmático mensaje, Hannah salió a pasear en bicicleta por un parque cercano a casa. Chocó con otro ciclista y cayó al suelo. Los servicios de emergencias la encontraron con sangre en la cabeza, y pudieron identificarla gracias a la documentación que llevaba encima. Se despertó en el hospital, desorientada y sin comprender por qué nadie le hablaba en inglés. No entendía nada. Pero eran cosas de su cabeza.

Por su parte, los médicos tampoco entendían nada, ya que sabían que la paciente vivía y trabajaba en Reino Unido, pero no respondía al inglés. El accidente había eliminado este idioma de su cabeza. Pero le quedó el alemán, que había aprendido de niña. Sus padres eran políglotas: la madre hablaba cuatro idiomas; el padre, siete.

Nuevos sistemas de comunicación

Al parecer, Hannah experimentó algo conocido como pérdida del segundo idioma, si bien es cierto que no existe ningún algoritmo que determine que un daño específico produce siempre las mismas alteraciones. En cualquier caso, las habilidades aprendidas en la infancia se retienen con más facilidad, porque han estado “dentro” toda la vida.

En este caso concreto, la lesión física fue mínima, pero la cerebral lleva años en mejorar. Hasta tal punto que Hannah y Andrew tuvieron que idear un nuevo sistema de comunicación —gestos, textos— hasta que el inglés de la mujer comenzó a servir para hablar con su pareja. Tres años después, todavía no ha recuperado todo el lenguaje. Su personalidad también quedó algo alterada.