La infidelidad existe desde tiempos remotos; de hecho, se considera infidelidad desde que la sociedad decidió imponer la monogamia, por lo que las relaciones sexuales quedan exclusivamente autorizadas entre personas de una misma pareja.
Estudios recientes demuestran que las infidelidades han aumentado, pero, aunque parezca sorprendente, no son los más jóvenes quienes las cometen. Parece que la facilidad de las redes sociales y la ‘no prohibición’ social de una infidelidad no llama la atención a los millennials.
Una encuesta publicada por la Universidad de Utah, Estados Unidos, presenta los resultados desde principios de la década pasada y concluye en que: la cantidad de sexo extramarital se ha disparado, pero tan solo en un grupo de la población muy determinado, la mediana edad. En concreto, aquellos que tenían entre 50 y 70 años, y que habían estado casado entre dos y tres décadas.
Las causas exactas se desconocen, pero muchas de las personas preguntadas, que admitieron haber sido infieles, justificaron su comportamiento a factores habituales en una pareja duradera como el desencanto, la desilusión, el aburrimiento, la monotonía o los conflictos de pareja. También, la crisis de mediana edad que empuja a repentinos cambios de vida.
Los nuevos infieles nacieron a principios de los años 50 y 70, justamente en los años que una vez crecidos, se produjo la revolución sexual y las nuevas formas de entender el amor comenzaron a hacerse populares.
Además, también destacan el aumento de infidelidades por parte de las mujeres, donde se sienten más libres, su dependencia económica ya no depende del hombre y la evolución social le permite actuar a su gusto.