Un estudio llevado a cabo por el doctor Christian Pfrang de la Universidad de Reading asegura que cocinar croquetas, pescaíto frito, aros de cebolla o empanadillas puede salvar el planeta, o al menos contribuir al cambio climático. Un estudio publicado por 'Nature Communications' señala que los ácidos grasos liberados en el aire por la cocción pueden contribuir a la formación de nubes que enfrían el clima.
Pese a los beneficios que presenta para el medio ambiente, los investigadores desaconsejan comer este tipo de alimentos ya que, en exceso, son peligrosos para la salud de los consumidores. El doctor Pfrang explica que en los gases que se desprenden hay unos aerosoles que se comportarían de la misma manera que la grasa del humo al cocinar. De esta forma, han descubierto su estructura interna, una estructura tridimensional dentro de moléculas de agua que pudieron visualizar a través de rayos X. Con esta formación se alarga la vida de las partículas y se promueve la formación de nubes.
"Estas estructuras son muy viscosas, por lo que en lugar de tener una gota de agua tienes algo que se comporta más como la miel, por lo que los procesos dentro de la gota se ralentizarán", ha expuesto el doctor en una entrevista. Si se controlaran las emisiones en McDonald's, por ejemplo, podría suponer que en lugar de dos horas las moléculas pueden durar más de un día", según Pfrang. "Entonces este paquete aéreo procedente de McDonalds viajará 10 veces más, lo que es importante para la contaminación del aire local, pero también para determinar el efecto de las nubes, que es la mayor incertidumbre", aventura el investigador.
Pese a la reacción física que estas moléculas tienen, los investigadores han querido aclarar que los modelos atmosféricos a gran escala no tienen en cuenta este tipo de estructuras en tres dimensiones. No obstante, también rechazan que las grasas de cocina se utilicen de forma sistemática para limitar las consecuencias del calentamiento global y de los gases con efecto invernadero.