Un ciudadano estadounidense llamado Nick Stafford mantuvo una dilatada disputa con el departamento de vehículos de motor (DMV) sobre un impuesto relacionado con el registro de sus dos coches. Cansado de largas esperas y de no ser atendido en numerosas ocasiones, decidió tomarse la venganza por sus propios medios y terminó pagando los casi 3.000 dólares de impuestos en monedas de un centavo. Esto es, 300.000 monedas.
Su lucha con el DMV comenzó en septiembre del pasado año cuando Stafford quiso registrar su nuevo vehículo. En un primer momento, determinó resolver el asunto llamando a la oficina local para preguntar dónde registrar su coche, ya que posee varias propiedades en la zona y no sabía qué oficina le correspondía.
De aquella llamada telefónica terminó derivado a un centro de atención al cliente de Richmond, que lo puso en espera durante más de una hora. Algo impacientado, Stafford determinó realizar otra llamada más, esta vez a un número directo al DMV que se le facilitó. La cosa se puso peliaguda cuando desde ese número le dijeron que no atenderían su llamada y le colgaron.
Con el paso del tiempo, a Stafford se le dio solución a su problema pero su indignación con el trato y la burocracia era tal que llevó el caso a los tribunales, exigiendo que las agencias gubernamentales estuvieran al servicio del pueblo respondiendo a las preguntas cuando era menester y facilitando los números de teléfonos pertinentes. Pero su venganza apenas se estaba fraguando.
Stafford contrató a 11 personas a las que pagó 10 dólares por hora por cuatro horas para que le ayudaran a romper los paquetes de céntimo que había encargado para pagar su deuda. Además, compró cinco carretillas para transportar las cerca de 300.000 monedas --unos 700 kg de peso en total-- que suponían los 2.987,14 dólares de impuestos.
Los empleados de la sucursal de Virginia tuvieron que emplear más de 12 horas para contarlas todas y no pudieron negarse a hacerlo porque sencillamente era legal.
El juez terminó desestimando el caso, pero Stafford se quedó más a gusto que un arbusto.