Los tesoros escondidos de Latinoamérica han estado muy presentes en la historia desde la llegada de los españoles en busca del oro que allí residía. Si bien es cierto que hubo mucho del preciado mineral que trajeron a Europa, los tesoros de la naturaleza han permanecido por siempre allí, siendo uno de los más desconocidos y a la vez más bellos el bosque de oro en el municipio de Zapotillo, al sur de Ecuador, repleto de guayacán.
Las últimas lluvias del año pasado han hecho que el bosque seco pase a ocupar una de las mejores estampas que han dado la bienvenida a 2019. Con 40.000 hectáreas, la flor amarilla que llena la copa de los guayacanes se ha convertido en un reclamo para turistas, algo muy similar al florecer del cerezo en el Valle del Jerte, en Cáceres. La diferencia es que, en Ecuador, el color amarillo es el que reina por todos lados. Además, al haberse adelantado el florecimiento, pues lo habitual es que sea ya en enero, hace que el 2018 haya sido especial al haber contado con dos mantos dorados en el mismo año, algo poco habitual.
El guayacán, el árbol de oro de Ecuador
Conocido científicamente como Handroanthus Chrysanthus, el guayacán es un árbol originario de la zona intertropical de América, común en la zona de Ecuador entre los 200 y los 1.200 metros sobre el nivel del mar, aunque se puede encontrar en otros países cercanos como Perú, siendo también el árbol nacional de Venezuela. Su copa puede llegar a medir hasta 14 metros, alcanzando una altura máxima de 35 metros. Son árboles que viven más de 60 años.
El florecimiento del guayacán se ha convertido en una atracción turística que provoca que 10.000 personas se desplacen a la región durante este tiempo. Sus flores sirven para alimentar a los animales e insectos de la zona, mientras que su madera se puede utilizar para trabajos de carpintería o ebanistería. Sin embargo, el guayacán tiene mucho más atractivo cuando no se tala, pues puede ser admirado por más generaciones.