Layla Bell tuvo una infancia desoladora. Su padre, Raymond Prescott, de 54 años, abusó sexualmente de ella desde que tenía siete años. La joven ha relatado su historia por primera vez en público 20 años después, cuando ha conseguido reunir todas las pruebas suficientes.
Todo empezó a la edad de siete años, la primera vez que entró en su habitación. Su padre le dije que le compraría un regalo por portarse bien y no hacerse pis en la cama. Esa fue la primera vez que su padre le quitó la falda, aunque no recuerda nada más. Su padre le decía que "es nuestro pequeño secreto". Cuando tenía entre nueve y diez años, le realizó sexo oral por primera vez. "Recuerdo mirar su rostro y que era otro hombre, su comportamiento cambiaba en un abrir y cerrar de ojos. Cuando fui creciendo lo comenzó a hacer regularmente cerca de Navidad. Un día me violó en el cuarto que estaba al lado de mi madre, mientras gritaba ‘estoy teniendo sexo con mi propia hija’ pensando que era muy gracioso. Se metía en mi cuarto cuando nadie miraba y lo hacía", relató la joven en el juicio.
Layla, cansada, decidió contar lo sucedido a su familia cuando tenía 16 años, en 2001, pero el padre negó todo a la familia y estos pensaron que solo quería llamar la atención y la dejaron de lado. Desde entonces ella se alejó de su familia, pero cuando cumplió 27 años su padre volvió a intentar abusar de ella, algo que pudo evitar. Layla se lo contó a una amiga, que le aconsejó grabar una conversación con su padre a escondidas para poder demostrarlo en un juicio. En 2013, Layla pudo presentar una grabación ante la policía de Nottingham, Reino Unido, en los que su padre confesaba, sin saber, los abusos a los que había sometido a su hija.
Mientras estaba borracho, Layla conversó con su padre y consiguió que explicara todo lo que había sucedido realmente durante tantos años. Su padre admitió en la conversación que estaba mal, pero se justificó alegando que "eres la única con la que tengo sexo y tiene significado para mí. Me siento igual todos los días. Sé que está mal, que eres mi hija… y desearía que no lo fueras. No puedo estar con nadie más". Gracias a esa grabación Layla ha podido meter a su padre entre rejas, que ha sido condenado a 12 años de cárcel por abusos sexuales.