Su misión era cuidar a los niños sordos que se quedaban a dormir en el albergue de un instituto de Mendoza, Argentina. Pero la monja japonesa Kosaka Kumiko, de 42 años, hacía algo más que eso: elegía a los menores más vulnerables y los entregaba a los curas que abusaban sexualmente de ellos.
Después de estar 33 días desaparecida, la monja se entregó, fue detenida e ingresó en una cárcel para mujeres. Lo hizo vestida con su hábito y asegurando su inocencia, pese a que está involucrada en una causa en la que se investigan 27 abusos sexuales, malos tratos y corrupción de menores.
"Soy buena persona"
Se le acusa de “omisión del delito de abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal, con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor de 18 años de edad aprovechando la situación de convivencia con el mismo”.
La monja, en declaración ante el fiscal del caso, aseguró: “Soy inocente. No sabía de los abusos. Soy una buena persona y he entregado mi vida a Dios”.