Creación

'Violette', allende el biopic y aquende la biografía. Un acercamiento objetivo a Violette Leduc

Se trata de una escritora que escribe desde los márgenes del gran río de la sociedad, y a cuya corriente irá incorporándose poco a poco

17 junio, 2014 15:42



Título original: Violette
Año: 2013
Duración: 132 min.
País: Francia
Director:Martin Provost
Guión: Martin Provost, René de Ceccatty, Marc Abdelnour
Música: Hugues Tabar-Nouval
Fotografía: Yves Cape
Reparto: Emmanuelle Devos, Sandrine Kiberlain, Catherine Hiegel, Olivier Gourmet, Olivier Py, Jacques Bonaffe, Nathalie Richard, Stanley Weber, Fabrizio Rongione

Se acaba de estrenar una película, Violette, en la que se narran los comienzos de la vida literaria de una autora considerada 'maldita' en el país vecino, Francia, y, por supuesto, fuera de él. Me refiero a Violette Leduc, escritora posiblemente desconocida para el gran público lector, pero muy estimada por quienes han tenido la oportunidad de acercarse a una obra que, a pesar de su marginalidad inicial, logró, con su autobiografía, La bastarda (en excelente edición de Edhasa, 1984), el siempre deseado éxito de público que le auguraron sus 'descubridores': Sachs, Beauvoir, Sartre y Genet –que le dedicó Las criadas–, entre otros.

Se trata, pues, como en el caso de Genet de una escritora que escribe desde los márgenes del gran río de la sociedad, y a cuya corriente irá incorporándose poco a poco, algo que solo logra conseguir casi al final de su vida. La película se detiene en el momento de ese triunfo, por lo que tenemos la posibilidad de contemplar el lado oscuro que precede al éxito en cierto tipo de autores cuya temática transgresora difícilmente acepta la sociedad, unida a la expresión de un desgarramiento íntimo que, en el caso de Leduc, se eleva como una defensa apasionada de ciertas vivencias lesbianas que ella acierta a expresar con un vigoroso lenguaje tan lírico como contundente y original.

Con todo, su incomparable suerte, por el hecho de haberle caído en gracia a una de las grandes gurús de la intelectualidad francesa desde los años 40: Simone de Beauvoir, la autora de El segundo sexo, libro clásico del feminismo, y de un libro de memorias, La ceremonia del adiós, cruel más allá de toda medida, en que ajusta cuentas con Jean Paul Sartre, con quien formó peculiar y sólida pareja, le permitió a Leduc acceder a la publicación en una editorial de prestigio y a una relación privilegiada con la filósofa francesa; etapa de la vida de ambas en que se detiene morosamente la película, por suerte para el espectador, porque, aunque el conflicto con su madre, su vivencia de la homosexualidad y su conflicto estético y sentimental: sentirse la mujer más horrible del mundo y no haber conseguido nunca la plena reciprocidad amorosa, tienen un lugar destacadísimo en su obra, la relación entre ambas mujeres nos permite observar un caso de pigmalionismo exclusivamente femenino y, por ende, poco usual.

Me apresuro a decir que la composición que hace Sandrine Kiberlain de la figura de la filósofa ya justificaría por sí sola el visionado de la película. Kiberlain fue la excelente protagonista de una pequeña película típicamente francesa, al estilo de las de Chabrol 'de provincias', pero sin la truculencia de los guiones de éste, llamada Mademoiselle Chambon. De aquélla a ésta, se aprecia un camaleonismo interpretativo que augura futuras sorpresas.

La película de Provost, planteada, al modo libresco, como relatos organizados alrededor de cada uno de los personajes de los que marcaron decisivamente la vida de Violette Leduc, logra recrear los duros tiempos de la posguerra en Francia y presentarnos un París mínimo, recóndito, casi expresionista, alejado del París glamouroso por el que se desvive, sin embargo, la protagonista, empeñada en combatir su fealdad con los mejores atavíos de las más caras marcas de ropa.

Es evidente que la actriz Emmanuelle Devos –con otra película en cartelera, El hijo del otro– no consigue la verosimilitud que nos permitiría dar nuestro total asentimiento a la frustración estética de Violette y su padecimiento infinito, porque, en conjunto, Devos es incapaz de representar, sin la oportuna caracterización de maquillaje de la que se ha prescindido, la fealdad que suscita el rechazo social y personal contra el que tuvo que luchar la escritora durante casi toda su vida. En parte, de ese conflicto estético se deriva su fuerte espíritu transgresor, pero también la delicadeza de su prosa lírica y, cuando conviene, eficaz como un bisturí.

Hace poco menos de un año se ha estrenado un documental sobre la actriz, realizado por Esther Hoffenberg, Pursuit of love, titulada según la última obra, públicada póstumamente, de Violette Leduc: La cacería del amor (Ed. Sudamericana), documental que, lamentablemente, no ha llegado a nuestras pantallas, pero que sería bienvenido para complementar esta película biográfica; un género en el que últimamente el cine francés parece haber encontrado una notable fuente de inspiración, como fue el caso de La vie en rose, sobre la Piaf o la no suficientemente valorada e interesantísima Gainsbourg (Vida de un héroe), con un intérprete en estado de gracia. En cualquier caso, y a pesar de su duración, el espectador sensible a las biografías atormentadas de los grandes escritores o escritoras, encontrará en Violette un impulso decisivo para acercarse a su siempre estimulante obra narrativa, su mejor película.