Creación

Tren de noche a Lisboa o la indagación perpleja de un personaje hermético

Lo mejor de la película es la recitación que hace Jeremy Irons de los fragmentos del libro del protagonista, de tan hermoso título, El orfebre de las palabras.

28 abril, 2014 11:57

Título original: Night Train to Lisbon
Año: 2013
Duración: 110 min.
País: Alemania
Director: Bille August
Guión: Ulrich Herrmann, Greg Latter (Novela: Pascal Mercier)
Música: Annette Focks
Fotografía: Filip Zumbrunn
Reparto: Jeremy Irons, Jack Huston, Christopher Lee, Mélanie Laurent, Charlotte Rampling,Lena Olin, Tom Courtenay, Bruno Ganz, August Diehl, Martina Gedeck, Beatriz Batarda, Burghart Klaußner, Nicolau Breyner, Filipe Vargas, Adriano Luz.

La película de Bille August -director de la inolvidable Pelle el conquistador- se plantea como un thriller de contenido político dentro del marco de la crisis existencial de un tópico personaje encarnado por Jeremy Irons, un oscuro profesor de lenguas clásicas suizo que juega partidas de ajedrez contra sí mismo en un exquisito ejercicio de desdoblamiento de personalidad.

A raíz de salvar del suicidio a una joven portuguesa, que desaparecerá de su vida minutos después, dejándole un impermeable donde encuentra un libro, El orfebre de las palabras –título que vale por toda la película, ya lo anticipo… – de un desconocido médico portugués y activo militante en la resistencia contra la dictadura de Salazar, Amadeo de Prado, el profesor descubre la existencia de dos billetes de tren para Lisboa que caen inadvertidamente de entre las páginas el libro.

Corre a la estación a llevárselos a la joven pero no la encuentra y, en el último minuto, toma la decisión de subirse a esa indagación de sí mismo que, a través de la lectura de la filosófica obra del autor, le convertirá, sobre todo, en el detective de un oscuro pasado sentimental que mezcla a partes iguales la revolución, la ética, el amor, la lealtad y la traición; un pasado que su inquisitiva presencia en Lisboa resucitará para traerlo al atormentado presente de la mayoría de los protagonistas de aquellos hechos no tan lejanos, porque hablamos de los años anteriores a la Revolución de los claveles.

La trama, así planteada, reúne suficientes motivos narrativos como para que la atención del espectador no decaiga, al modo como El secreto de sus ojos y La historia oficial conseguían, por citar dos referentes de películas en las que la política juega una baza determinante; pero en este tren viaja un omnipresente investigador hermético que no sabe nada de Amadeo, pero del que nosotros tampoco sabemos gran cosa, de ahí que la superposición de historias se convierta en un cruce de vías que nos aleja en direcciones que en modo alguno convergen al final, excepto el propio final, que no revelaré.

Con todo, parte de los momentos más intensos de la película tienen que ver con la brutal represión de la PIDE portuguesa, hermana gemela de los milicos de la ESMA argentina, la Brigada Político Social franquista o la DINA chilena.

Aunque la película se presenta como versión original, he de decir que se trata de una película doblada al inglés en el 80% de su metraje, por lo que el hermoso juego lingüístico de las dos tramas pierde gran parte del interés con que el espectador podría seguir la película. Que los protagonistas portugueses en Portugal hablen en un inglés de saldo, en vez de en su propia y eufónica lengua, tan hermosa, le hace ver al espectador la historia desde una distancia en la que se congela cualquier atisbo de asentimiento a sus cuitas éticas y amorosas: parecen empeñados en pasar un casting para una superproducción, en vez de representar desde los matices de su lengua los sentimientos que los embargan.

Si a eso le añadimos el "desfile" de viejas glorias del celuloide en papeles que apenas tienen desarrollo en el presente, porque la película juega constantemente con las vueltas al pasado, donde está lo mejor de las interpretaciones, a pesar de los pesares, el espectador se queda con una sensación agridulce de no saber bien bien, si todos los ingredientes de la película son tan relevantes, porqué se aburre hasta el bostezo.

A mi modo de ver el principal inconveniente es el hieratismo y hermetismo del investigador, cuya presencia en modo alguno potencia el lado thrilleriano de la película; por otro lado, el de la historia de los jóvenes lisboetas, la puesta en escena, la ambientación y algunas escenas exteriores adolecen de ciertas carencias presupuestarias que no llega a suplir la excelente dirección de August. No es una película de cámara, pero casi. Hay un cuidado esteticismo en la composición de los planos y en la selección de los escenarios que nos llevan a pensar que Lisboa es una ciudad en la que solo viven los personajes de la película, quienes se mueven por ella, sobre todo el tópico profesor, como por el escenario reconstruido en estudio de la bulliciosa ciudad atlántica.

La presencia de Bruno Ganz, además, no puede por menos de traer a la evocación del espectador aquella película luminosa: Dans la ville blanche, de Alain Tanner, cuyo protagonista, un marinero suizo, decide abandonar el barco donde navega enrolado y permanecer, en una suerte de tiempo sabático, en Lisboa, desde donde reconsidera toda su vida, una decisión de la que no está lejos la súbita aventura lisboeta en la que se embarca el profesor de lenguas clásicas, y cuyo final ya dije que no anticiparé, aunque no creo que la película tenga tanto éxito como para que este mutismo mío tenga sentido, pero en el decálogo ético de los críticos está no desvelar jamás el final de una película, entre otras cosas.

Lo mejor de la película es la recitación que hace Jeremy Irons de los fragmentos del libro del protagonista, de tan hermoso título, El orfebre de las palabras, que se van intercalando para crear una atmósfera de reflexión existencial que justifica la presencia del profesor en Lisboa; unas citas a las que el novelista en cuya obra se basa el guión, Pascal Mercier, ha sabido dotar de un grado de autenticidad y de una densidad filosófica que constituyen toda una invitación para la lectura detenida de su obra: Tren nocturno a Lisboa (El Aleph, 2012), porque a buen seguro que en ella habrá un desarrollo de esa dimensión literaria del protagonista que en la película se nos hurta, a juzgar por la extensión de la novela, 430 páginas. La voz de Jeremy Irons, en sentido opuesto a la de Scarlett Johanson en Her, es un atractivo de primer orden para acercarse a ver esta película que podría haber sido excelente y se ha quedado en pasable.