El dramaturgo y director Sergi Belbel / EFE

El dramaturgo y director Sergi Belbel / EFE

Creación

Sergi Belbel: “En este país, con cada proyecto empiezas de cero, tu trayectoria no te avala"

El dramaturgo catalán regresa imparable con 'Final de partida', el premio Sant Jordi de novela y muchos proyectos en cartera

2 abril, 2022 00:00

El nombre de Sergi Belbel (Terrassa, 1963) es sinónimo de teatro con mayúsculas. Un referente de la dramaturgia catalana que, tras su paso por la dirección del Teatre Nacional de Catalunya (TNC), sufrió un parón creativo pero que no se detuvo en la dirección.

Esa época ha pasado. Esta temporada ya ha estrenado su Hamlet particular, una novela, Morir-ne disset, con la que ha ganado el premio Sant Jordi --muy polémica a su pesar-- y hasta el 8 de mayo dirige Final de partida en el Teatre Romea, uno de los Beckett más conocidos, y del que habla con Crónica Global.

Cartel de 'Final de Partida' / EP

Cartel de 'Final de Partida' / EP

--Pregunta: ¿Qué le animó a ponerse con este Final de partida?

--Respuesta: Fue una propuesta de Jordi Bosch que, junto a Jordi Boixaderas y con la dirección de Rosa Novell, en 2005 hicieron la obra, pero solo en cuatro funciones, y se les quedó pequeño. Yo en 2019 hice Beckett’s ladies, un espectáculo sobre textos de mujeres de Beckett. Jordi Bosch lo vino a ver y al salir me dijo: “Sergi, tengo ganas de volver a hacer Final de partida y que lo hagas tú”. Focus dijo que sí y vino la pandemia. La condición que puse fue hacer yo la versión, porque me va muy bien traducir el texto para penetrar en el autor. Así que me encontré traduciendo a Beckett en el momento más duro de la pandemia, al principio y, de repente, vi que el texto se iluminaba solo. ¡Hablar de cuatro personajes confinados en un mundo con dos ventanas, tras las cuales el mundo ha acabado! Y con la guerra de Ucrania vuelve a suceder, el texto vuelve a iluminarse y a cobrar sentido frente a la posibilidad de una guerra mundial y una devastación.

--Supongo que esto es precisamente lo que hace universal a Beckett.

--Es como si los cuatro personajes fueran el último reducto de la humanidad, y curiosamente entre ellos tienen un mal rollo bestial. Quedan pocos en un mundo devastado, y esos pocos tienen una relación amo-esclavo, los padres están en unos cubos de basura. En aquella época se llamaba teatro del absurdo, ¿y ahora? ¿Qué hacemos con nuestros mayores? Mira todo lo que ha sucedido en las residencias durante la pandemia, mira cómo se ha cebado el virus con nuestros mayores, que los teníamos que visitar casi con escafandras. Esos cubos de basura son casi premonitorio de las cosas que han pasado. Yo pensaba: ¿tú crees que no acabaremos así, en un refugio, dejando atrás en un mundo devastado por una guerra nuclear o por la devastación del clima? Y todo con sentido del humor, muy negro, eso sí. La risa de estreno era casi terapéutica, catártica, de “qué bestia haber visto estas cosas”.

--En este sentido, ¿qué le diría a la gente que piensa que Beckett es un autor complicado? ¿Sigue pesando esa losa sobre él?

--Totalmente. Lo vemos en alguna función, donde hay público que sale desconcertado. A mí me maravilla que un autor que ya es un clásico de nuestro teatro y literatura aún provoque reacciones de estupor en determinado sector del público. Es normal, también. Beckett no es apto para todos los paladares, pide una cierta predisposición, apertura de miras, dejarse llevar cuando te sientas en la butaca. Si uno viene con prejuicios o con un concepto de teatro comercial es la debacle (ríe), porque Beckett no complace, sus obras destrozan un poco la presentación-nudo-desenlace, están fuera del tiempo y de las coordenadas realistas. Pero también nos hemos dado cuenta de que, si se deja llevar, el espectador ríe y de cosas muy gordas, de reflexiones muy profundas. Beckett se ocupó también de hacer puestas en escena de sus obras que no fueran tan trascendentes, que no fuesen tan tremebundas, cercanas al clown incluso. Ham y Clov tienen ya nombres de payasos, hace chistes con las palabras, referencias al circo.

--¿Se echa en falta la representación de estos autores que se lo ponen un poco más difícil al espectador?

--Tiene que haber de todo en la viña del señor (bromea). La grandeza del teatro es que haya de todo, un musical y un Beckett. Asimismo, hemos de desacralizar que Beckett es para una capillita de gente. Estoy a favor de una variedad. No estoy de acuerdo en que se haga todo de una cosa. Ahora hay una tendencia un poco peligrosa, que espero que pase de moda, porque parece una moda, a hacer teatro de no ficción, a poner la realidad sobre el escenario. Yo no estoy muy a favor de este tipo de teatro, porque no es teatro, es otra cosa, es documental, y ya hay documentalistas que lo saben hacer muy bien y hasta tienen categoría en los Oscar. El teatro ha de ir más allá de la realidad, la ha de reinterpretar, reabsorber, readaptar, confundirla, como Final de partida. Lo digo porque hay demasiado. Tiene derecho a existir, claro, pero que no todo sea esto.

--Es cierto, que cada vez hay más autoficción en la cartelera teatral.

--Acapara mucho, sobre todo en los espacios públicos. Beckett, por ejemplo, debería estar en un teatro público y es encomiable y maravilloso que un teatro privado lo haga, porque es una obra de repertorio, pero es que el repertorio se está perdiendo. La tradición, los grandes títulos, el gran teatro no se ha de olvidar, se ha de mantener, debe ser perpetuo todas las temporadas, y eso cuesta.

El actor Jordi Banacolocha DAVID RUANO

El actor Jordi Banacolocha DAVID RUANO

--¿Se apuesta demasiado ahora por autores nuevos?

--Es que la búsqueda de lo nuevo no está reñido con esto, ha de coexistir. Claro, que cuando una cosa se pone de moda parece que todos los recursos van hacia allí. También es un problema económico, de recursos, tenemos pocos y van a una zona.

--Usted que estuvo al frente del TNC, ¿se encontró mucho con esta falta de inversión?

--Yo lo viví en carne propia. Yo arranqué en 2006, que el presupuesto no era óptimo, pero no era malo, y en 2008-2009 se iba hacia abajo. Yo viví el decrecimiento del presupuesto y pensaba, el edificio y las facturas de luz no se reducen, sino que crecen, y eso hace que cada vez tuviéramos problemas porque teníamos menos dinero cada vez. Ya en 2012 y 2013, cuando marché, sí que noté un cambio muy bestia y que se tenían que hacer equilibrios para lo que yo entiendo que debe programar un teatro nacional: variedad, proyectos nuevos y tradición, y nuevas disciplinas. Y con ese dinero no se podía hacer.

--Además en esa época hubo un boom de teatro catalán.

--¡Bueno! Yo enganché una subida muy fuerte. Con el proyecto T6 de autoría catalana llegamos a hacer 35 espectáculos de producción de autor catalán vivo, la mayoría de ellos jóvenes. Eso me hizo sentir mucho orgullo, de este proyecto que arrancó con Domènech Reixach.

--¿Y ahora ya estamos en una decaída?

--El crecimiento de la dramaturgia catalana ha sido tan fuerte estos últimos 20 años que ahora estamos un poco desorientados, como si todo se estuviera resituando. Sí es cierto que muchos autores estrenan en el privado que deberían estar en el público y el público te dice que no lo pueden estrenar todo. Todo es una pescadilla que se muerde la cola. No se puede atribuir la culpa a nada en concreto. Sí que hay una pequeña anomalía que es que muchos estrenamos más fuera que dentro de nuestros países. Yo acabo de estrenar un texto propio, Hamlet.01, que me lo he producido y estrenado yo fuera del circuito, como Enric Cambray. Nos pusimos la manta a la cabeza, nos lo rechazaron en dos o tres teatros que lo presentamos y lo hicimos ambos en el Dau al Sec, que tuvimos la suerte de que Mercè Managuerra nos acogió. Hemos tenido un éxito muy grande, pero todos nos lo hemos pagado nosotros, y seguro que tendrá continuidad, pero lo he podido hacer gracias a un dinero que he cobrado del Premi Sant Jordi de novela. ¡Imagínate lo anómalo! Con 33 o 34 años de profesión que llevo he tenido que pagar de mi bolsillo la producción de mi texto porque determinada gente me lo rechazó.

--¿Duele?

--Bueno… luego lo compensa que ha ido muy bien. No me gusta hacerme la víctima. Primero, porque no tengo derecho. Tengo una trayectoria muy bestia, miro mi currículum y no me puedo quejar. Sí que es raro. También es cierto que es un texto raro. No me duele, porque lo he hecho, me dolería si no lo hubiera podido hacer. Cuando te rechazan algo tienen sus motivos también y lo entiendo. Lo que sé es que, en otras culturas, a la gente que tiene ya una cierta trayectoria, aunque sea criticada, se la pone en un lugar y tiene derecho a él. Aquí, cada vez tienes que empezar de cero, tu trayectoria no te avala. Pero debo decir que no me mechacarán. Yo he hecho este Hamlet de Mercè Managuerra y Dau al sec, que con unas condiciones muy precarias, mucho, nos han abierto las puertas. No tengo derecho a quejarme.

--Eso también habla de usted, que viene de la Comédie Française y luego va al Dau al sec.

--Cuando me dijeron que iba a ser el primer autor catalán de la historia que iba a estrenar en la Comédie Française, la pena más grande que tuve fue no poder compartir esta alegría con Benet i Jornet, porque ya tenía alzhéimer y murió al cabo de poco. Para mí no fue tanto que me representaran como que Benet i Jornet no pudiera vivirlo. Todos tenemos ego en esta profesión, porque si no, no puedes dedicarte a esta cosa tan bestia del teatro, pero no se me caen los anillos. Claro que en la Comédie Française se gasten tanto dinero para hacer una obra mía, que con ese presupuesto aquí hago cinco obras, y que en mi país deba rascarme los bolsillos para hacerla, es raro. Es raro, pero lo hago muy contento.

Jordi Boixaderas i Jordi Bosch DAVID RUANO

Jordi Boixaderas i Jordi Bosch DAVID RUANO

--¿Y con esta situación qué le mantiene ligado al teatro con esta pasión?

--La pasión, tú lo has dicho. Es la palabra clave. O tienes pasión por el teatro o esto no lo aguantas. Conozco compañeros que por una mala crítica han abandonado la profesión, has de tener un punto de fortaleza y creer en algo, no en ti, porque yo no creo en mí. Yo creo en el teatro y creo que lo demuestro con la gente con la que trabajo. Hay una cosa por encima de nuestros egos, nuestras ideas, nuestras miserias, y es el amor al teatro. Y el teatro se hace en la Comédie, en el Dau al sec, en el comedor de tu casa, bajo un puente siempre que haya un texto a decir y un intérprete, fundamental, que te lo haga brillar y te lo transmita. Yo tenía a Eric Cambray, que desde que desapareció Anna Lizaran buscaba quien podría sustituir a este pedazo de actriz, y lo encontré porque es un actorazo. Hamlet sale de aquí, del amor del teatro y por el intérprete.

--Usted tiene una gran relación con los actores. ¿Eso es por este amor? ¿Cómo se definiría como actor?

--Primero, amante de los actores. Ahora con los actores de Final de partida he tenido un idilio. Yo ya tuve un idilio con Marta Minguillón en La floresta y estaba retirada. Cuando la llamé me dijo, “lo hago por ti”. No puede haber mayor alegría. Con Jordi Bosch y Jordi Boixaderas hice Primera plana, El crèdit, La Bête… El idilio con el actor es mi sustento, mi fundamento como autor. Y como director, ese estímulo que recibo por parte de los actores es mi alimento para hacer cosas en el futuro. Este monólogo de Hamlet monstruoso que he hecho, que son dos horas por el primer acto, y que puede durar 10 horas, no existiría sin la pasión, la entrega y el talento de Enric Cambray. Yo, cuando me pongo frente el ordenador, es por él por el que me siento. Todos son actos de amor, por el teatro y por los intérpretes. No hay teatro sin los intérpretes, sin la energía que recibo de ellos yo no hubiera escrito nada.

--Usted tuvo un parón en cuanto a la escritura. ¿Qué lo causó y qué provocó que se volviera a poner a escribir?

--Está relacionado con dos cosas. Una, mi etapa de dirección en el TNC, cuando detuve la escritura en seco. Eso tuvo una resaca. Yo salí de allí en 2013 y me duró lo de no escribir. Te oxidas un poco, es una maquinaria. Y también está en función de que no se me pide nada, o muy poco, en mi país. Mis estímulos para hacer obras escritas vienen más del extranjero que de los teatros de aquí, que me quieren más como director. Así que como director no he dejado de trabajar, como autor, entre mi etapa en el TNC, que me oxidé un poco y que no encontré complicidad en productores y teatros que me reclamasen como autor. Y lo poco que escribñía no interesaban o eran rechazadas, de forma natural dejas de escribir. Ha tenido que llegar la pandemia para reactivar en plan salvaje la escritura porque he escrito Hamlet, una novela y dos obras de teatro más aún inéditas. La pandemia me ha retornado el autor que era, si bien ha sido una cosa negativa para el mundo, si miro mi egoísmo interno, me ha ido de puta madre (bromea). He tenido que parar el director que era y, al hacerlo, el autor que soy se ha recuperado hasta el punto de escribir una novela, cosa que no habría pensado nunca.

--Una novela, 'Morir-ne disset', que, como bien ha comentado, ganó el premio Sant Jordi. ¿Se lo esperaba?

--Me presenté amparado con un pseudónimo porque sino no me hubiera metido. Tengo la sensación de que soy un poco un intruso que mete la nariz en un lugar que no era el suyo. Y me olvidé completamente. En mi cabeza no pasaba que podría ganar. Lo escribí con la borrachera de la escritura, tras escribir el Hamlet. Se me pasó una idea por la cabeza que me dijo Estrer Pujol que hace tiempo me dijo que tenía que escribir una novela y que le dije que no tenía tiempo para hacerla. Pero claro, con la pandemia cayeron todos los proyectos y tras escribir el Hamlet estaba tan caliente, lo probé. Y el sorpresón ya es que ganó el Sant Jordi. Y me daba vergüenza. Jordi Cuixart todavía debe estar riendo porque no le cogí el teléfono, pensando que me llamaba para otras cosas. Y me dijo que tenía que atenderlo a las 22 horas.

--Y curiosamente, usted que no es nada de la autoficción en el teatro, como ha dicho, la novela es pura autoficción.

--Sí. En el teatro me da pudor, porque pienso que mi vida no he de exponerla encima de un escenario. Los autores, en teatro, firmamos obras para camuflarnos. En teatro nunca la haré, porque yo no me considero materia dramática, soy un soso y además tengo pudor, me parece más interesante la vida de una persona anónima. Que Sergio Blanco, que es el gran maestro de la autoficción, lo dice: la gracia de esto es que no sepas donde está la verdad y la mentira. En cambio, en la novela pensé que no hay espectadores y me salió de forma espontánea. De todos modos, el protagonista no soy del todo yo, que he visto titulares de La venganza de Sergi Belbel, que pienso ¿qué dice este ahora? No lo leí porque no leo críticos de nada. O sea, 0,0, en todo caso la del personaje. ¿Y ves? Jugando con la autoficción hay quien dice estas cosas, me atribuye la totalidad del personaje.

El actor Jordi Bosch DAVID RUANO

El actor Jordi Bosch DAVID RUANO

--¿No cree que es más una reacción a ciertas ideas que salen en la obra?

--Lo que sale es la lengua catalana, no sale ningún símbolo político. Hay ironía, sorna, mala baba, pero es el personaje. Pero la autoficción genera estas cosas y pienso: ya la hemos liado. Igual dicen que las polémicas ayudan, pero nunca la hice con voluntad de polémica y mucho menos para vengarme de nada. Yo he creado un personaje que es un asesino en serie, un psicópata y que es un charnego, que esto último es lo que tenemos en común. A partir de aquí lo llevo a una zona muy alejada de mí. El personaje entra en contradicción. La historia pasa entre los 70 y 80, cuan do se recuperan las instituciones, la lengua pasa de ser perseguida a oficial, la condición charnego, las contradicciones de la familia de la que provienes y el país en el que naciste. Lo quería hacer de forma distraída y levanta algún revuelo. De forma involuntaria, insisto. Y es raro porque no estoy situado en ninguna zona ideológica, la novela no toma partido. Es solo una cuestión de lengua y cultura, no hay ninguna insinuación política en absoluta, tal vez una hacia el final. Es un choque político y cultural del protagonista. Además, es una ficción muy bestia.

--De hecho, ‘muere’ a 17 personas.

--Sí pero son indeseables para el personaje. Y el primer tema que trata es el bullying, que le hacen a un amigo suyo y lo encuentra tan bestia que lo mata. Fue una escritura libre, muy fluida y poco premeditada. Y cuando escucho estos comentarios pensaba: qué lejos estaba de mi propósito.

--¿Y le ha cogido ahora el mono de escribir otra?

--No sé qué decirte. Sí es verdad que tengo una historia que la pensaba más para una serie de televisión, pero como no se hará porque también hay proyectos de financiación en este país, al ser una historia tan grande igual sí la paso a novela, pero he de tener tiempo. Ahora estoy con el teatro a tope. Necesitaría el espacio y el tiempo, porque compaginarlo en el teatro es imposible. Mi vida es el teatro.

--¿En esta vorágine, y con dos obras más que dices pendientes de estrenar, qué más tiene?

--Tengo Final de partida, dirijo una obra de un gran amigo mío, Roc Esquius, que ha escrito una obra de robots, L’altre. Luego dirigiré un musical muy grande para la temporada que viene. Otro proyecto muy grande y muy bonito con una gran actriz catalana impulsado por ella. Más dos obras que he escrito. Una ha ganado el premio Ciutat de València que se publicará en breve, Ella i máquina, i el otro es un gran proyecto para dos grandes actrices catalanas y que llevo muchos años persiguiendo: hacer una obra de terror.

--¿Debe ser difícil?

--Lo más difícil que te puedes echar a la cara. Lo más cerca que estuve fue con un montaje de una obra de David Plana en el año 2000 en la antigua Beckett, con Una dona incompleta. Pero terror en teatro es prácticamente imposible porque si alguien muere sabes que no lo hace, porque como la mentira es tan visible, la realidad de la escena es tan obvia es muy difícil. Pero de esa obra me quedaron ganas y me acerqué, pero terror psicológico y sin maltratar al espectador. Un poco en la línea de ¿Qué fue de baby Jane?