Andreu Jaume, Ignacio Echevarría y Miguel Aguilar, en la librería Byron, en el acto organizado por el CLAC sobre Claudio López Lamadrid / CG

Andreu Jaume, Ignacio Echevarría y Miguel Aguilar, en la librería Byron, en el acto organizado por el CLAC sobre Claudio López Lamadrid / CG

Creación

¿Quién nos dice qué debemos leer?

Andreu Jaume, Ignacio Echeverría y Miguel Aguilar debaten sobre la figura del editor a partir de la trayectoria de Claudio López Lamadrid

27 marzo, 2021 20:43

Las redes sociales presionan, los medios de comunicación recogen los reproches y las broncas que se suceden a ritmo de vértigo y el desorden o la llamada ‘democracia’ virtual, se impone a los cánones o a la voluntad de establecer un cierto criterio. La comunidad de lectores ha cambiado en los últimos años, y la figura del editor dejó de ser la de un maestro de ceremonias que fijaba lo que era necesario leer. El crítico literario Ignacio Echeverría tiene claro que ese nuevo ‘caos’ está para quedarse, y así lo señaló en un debate junto al editor Miguel Aguilar, moderado por Andreu Jaume, editor y escritor, colaborador de Letra Global y director del CLAC, la entidad que organizó el acto en la librería Byron el pasado jueves.

¿Hay que editar con celeridad libros sobre los ‘feminismos’, sobre la ley trans o sobre cómo alimentarnos sin comer carne? Dependerá de la personalidad de los editores, pero, ¿existen como tales? Echevarría, Aguilar y Jaume debatieron ese papel a partir de la trayectoria del editor Claudio López Lamadrid, y del libro que ha escrito Ignacio Echevarría por encargo de una editorial de Querétaro, en México, Una vocación de editor (Gris Tormenta).

El editor Claudio López de Lamadrid

El editor Claudio López de Lamadrid

Los tres participantes en el debate en la librería Byron conocieron de primera mano a López Lamadrid. Miguel Aguilar ha recogido su testigo en la editorial Penguin Random House, responsable de los sellos Taurus y Debate. Y Echevarría discutió mucho con él. “Claudio ya estaba en contra antes de que Echevarría comenzara a hablar, porque ya sabía lo que iba a decir y viceversa”, señaló Andreu Jaume. Pero, el denominador común es que López Lamadrid, primero desde Tusquests y luego en Random House, quería imprimir carácter, marcar un catálogo que pudiera influir y proyectar unas relaciones con Latinoamérica que pudieran impulsar a escritores en ambas direcciones. Ahora, las grandes editoras están en otra cosa y, en realidad, no hay que buscar culpables. Es una transformación del “propio sistema capitalista”, a juicio de Echevarría.

¿Qué pasó con Atxaga en 2004?

El crítico literario, que salió de El País en 2004 tras crítica del libro de Bernardo Atxaga, El hijo del acordeonista, que editó Alfaguara, el sello de Prisa, la editora de El País, señala que en ese momento vio que las cosas habían cambiado. Corría el año 2004. Prisa puso toda su maquinaria en marcha para defender el libro y en esa nueva situación Echevarría no tenía cabida. Y eso es lo que ha narrado en el libro sobre Claudio López, la transformación del mundo editorial. “Existe un periodo, entre los años cuarenta y noventa, del pasado siglo, en el que los grandes editores cumplen con un papel, desde los Calasso o los Herralde, que marcan, que definen y que pueden trabajar con sus editoriales, pero eso se acaba, porque el sistema capitalista también se transforma”, señaló Echeverría, ante un escéptico Miguel Aguilar, que defendía la existencia de grietas, de posibilidades reales de seguir marcando una tendencia o una especie de canon. “Eres un apocalíptico”, espetó Aguilar, en alusión a Echevarría. Pero Aguilar bajó la pelota al suelo: “Las grandes editoriales, como empresas, quieren llegar a todos los lectores, y dependerá de cada uno si quiere apostar más o menos por un género, por temas concretos. Lo que marca es la viabilidad de cada proyecto”, señaló.

Echevarría mantuvo su carga de profundidad, citando a Manuel Vázquez Montalbán, y su frase sobre el público “como vanguardia de mercado”. Eso “ya no funciona”, según el crítico literario, al entender que todo se ha diversificado mucho, y que es imposible marcar una tendencia. Hay muchos públicos, o individuos, y muchas influencias, que ahora vienen definidas por las redes sociales.

La grieta existe

Los tres, sin embargo, coincidieron con una apreciación de Echevarría sobre Latinoamérica, a partir del trabajo de Claudio López. ¿Debe ser España el punto de encuentro de todos los escritores latinoaméricanos, para que puedan triunfar en otros países del continente, cuando no hay masa crítica ni críticos literarios que entiendan qué se escribe y por qué se escribe en el continente? Barcelona es la capital de la edición en español, pero, ¿se pueden lanzar escritores con características distintas y temáticas nacionales en toda Latinoamérica como si fuera un único y gran estado? Ello llevó a una reflexión sobre autores como Juan Marsé, con una idiosincrasia muy local, que no se entiende fuera de España. Y lo mismo sucede con autores peruanos o argentinos o colombianos en relación a España.

Pero, a pesar de todas esas consideraciones, la grieta existe. Lo plasmó Miguel Aguilar. La globalización, las redes sociales, la interconexión permanente, tiene también algunas satisfacciones. Gris Tormenta es una pequeña editorial de Querétaro, un estado de México, cuyos editores conocieron a López Lamadrid y que encargaron un libro, tras su fallecimiento, de reflexión sobre su trabajo a Ignacio Echevarría. Y esa obra se presenta en una librería de Barcelona, en España. Y se debatió de ella este pasado jueves, con una buena asistencia, a pesar de las limitaciones por la pandemia del Covid. Es la grieta de Aguilar.