Don Giovanni, con dirección de Christopher Loy en el Liceu de Barcelona / GRAN TEATRE DEL LICEU

Don Giovanni, con dirección de Christopher Loy en el Liceu de Barcelona / GRAN TEATRE DEL LICEU

Creación

Un Don Giovanni 'interruptus'

En la ópera de inicio de temporada en el Liceu destacó la interpretación de Maltman en el papel de Don Juan, pese al recorte de media hora de la función

28 octubre, 2020 00:00

El pasado sábado tuvo lugar el inicio, y quién sabe si también fue el final, de la temporada operística 2020-2021 en el Liceu. Una representación llena de luces, pero también con alguna sombra, especialmente achacable a la organización.

Destacó por encima de todo el reparto de voces, muy bien equilibrado y sobresaliendo Christopher Maltman bordando el papel de un Don Juan ya de vuelta de todo. Brillantes también estuvieron Luca Pisaroni, (Leporello), Veronique Gens (Donna Elvira), Miah Persson (Donna Anna) y Adam Palka (estatua del Comendador). El resto de cantantes estuvieron bien, pero sin llegar al nivel de Maltman, lo cual es más que normal en un escenario como el nuestro, cada vez más lejos de la élite mundial. Como muestra de esta disonancia entre cantantes sirva el famoso dúo “la ci darem la mano” donde la joven Leonor Bonilla no estuvo a la altura de Maltman, aunque con el desarrollo de la obra fue ganando confianza y presencia en el escenario.

Siguiendo con lo artístico la escenografía fue floja. Don Giovanni da para mucho, es una ópera con nueve cuadros que permiten lucirse derrochando imaginación y medios. Sin embargo la producción de la ópera de Frankfurt que firma Christof Loy es excesivamente sobria, pasando los cantantes casi 30 minutos en el proscenio delante del telón. De hecho, cuando Loy salió al escenario se escucharon unos tímidos abucheos que no fueron a más sobre todo por las ganas de ópera del público y porque el espectáculo en su conjunto dejó buen sabor de boca, sobre todo gracias a Maltman y el resto de cantantes.

Don Giovanni, con dirección de Christopher Loy en el Liceu de Barcelona / Gran Teatre del Liceu

Don Giovanni, con dirección de Christopher Loy en el Liceu de Barcelona / Gran Teatre del Liceu

Coro del Liceu

Quien sí se merece un sonoro abucheo es la gerencia y la dirección artística del Liceu, cuya mala gestión afectó a la calidad del espectáculo. Orquesta y coro, colectivos sobresindicalizados y acostumbrados a mandar, marcaron sus reglas: una orquesta reducida para mantener las distancias, aunque su rendimiento fue más que correcto, y un coro que no estuvo a la altura, cantando con mascarilla y sin ni siquiera dignarse a salir a saludar. Es cierto que Don Giovanni no destaca por sus coros, pero si esta va a ser la actitud durante toda la temporada vamos a tener un problema. Parece absurdo que los cantantes, que tienen en su garganta y sus pulmones su herramienta de trabajo y que si no cantan no tienen ingresos, se sometan a pruebas semanales y a vivir en una burbuja de autoprotección, y el coro juegue en otra liga, la del que tiene el sueldo asegurado haya o no haya representación.

Pero si reprochable es la actitud del coro, peor es el desastre de la dirección artística del Liceu, que para cumplir con las restricciones de horario no tuvo mejor idea que recortar media hora de ópera para acabar a las 22:55 y así decir que ha cumplido con las normas del Procicat que tanto se mete, y meterá, en nuestras vidas. Hicieron lo mismo que un nuevo rico que corta un cuadro para encajarlo en su cuarto de estar. ¿Quién se cree que es Víctor García de Gomar para cercenar una obra de Mozart? Y no contento con esta mutilación infame ni siquiera salió al escenario a dar explicaciones antes del comienzo de la obra. Cómo se echa de menos a Christina Scheppelmann, quien salía a dar la cara siempre que ocurría el más mínimo incidente, informando hasta que un tenor estuviese medio acatarrado y a lo mejor no iba a estar al 100%.

¿Cómo seguirá la temporada?

Finalmente la organización general fue regular. La reasignación de asientos de los abonados por la reducción de aforo o las franjas de entrada y salida son un arcano opaco, como tampoco se entiende por qué el turno A, el más clásico, es castigado a comenzar la temporada un sábado cuando siempre ha sido un turno de lunes.

Veremos como se reajusta la programación con el toque de queda que obligará a terminar a las 21:00 las óperas. Confío que no sigan metiendo las tijeras en obras que han sobrevivido en su formato actual al paso del tiempo. Pero lo más probable es que se cancelen las funciones porque el Liceu, a diferencia del Teatro Real, vive más de las ensoñaciones del pasado que del futuro y prefiere vivir de la subvención a pelear por sobrevivir. Es muy posible que hagan coincidir el inicio de la temporada con su final. La actual gerencia del Liceu es de los que esconden su incompetencia detrás de la supuesta protección de la salud de los ciudadanos, lo mismo que la mayoría de quienes nos malgobiernan.

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