Callejón del barrio árabe de la Ciudad Vieja de Jerusalén / YOLANDA CARDO

Callejón del barrio árabe de la Ciudad Vieja de Jerusalén / YOLANDA CARDO

Creación

Jerusalén, la ciudad infinita

Santuario para las tres religiones abrahámicas, sus muros acogen un fabuloso patrimonio monumental e histórico y un excepcional legado espiritual gestado durante miles de años

15 mayo, 2022 00:00

Existen lugares en el mundo que, independientemente del credo o ideología que se profese, provocan una abrumadora intensidad espiritual. Jerusalén es uno de ellos. Su historia y su simbología trascienden cualquier idea preconcebida. Aunque difícil en los tiempos que corren, la ciudad reclama serenidad y tiempo para ser comprendida, solo así se puede asimilar la grandeza de todo aquello que se revela ante los ojos y se inmiscuye en el alma.

En esta urbe milenaria, eternamente disputada, de la que dicen ha sido “20 veces sitiada, 12 destruida y 50 capturada”, se siente el peso de la historia. Aquí cada piedra oculta un porqué esperando ser descubierto. Es su manera de revelar el significado de un enclave único y fascinante en el que nada dura, pero todo permanece.

La Ciudad del rey David es un yacimiento arqueológico emplazado en las ruinas de la ciudad que precedió a Jerusalén / YOLANDA CARDO

La Ciudad del rey David es un yacimiento arqueológico emplazado en las ruinas de la ciudad que precedió a Jerusalén / YOLANDA CARDO

El lugar donde comenzó todo

Una sucesión de hallazgos arqueológicos sitúan el origen de Jerusalén en la Ciudad del rey David, un núcleo de asentamiento con más de 3.000 años de antigüedad donde, supuestamente, el monarca hebreo estableció la capital unificada de las tribus de Israel. Ubicada en las proximidades de la muralla jerosolimitana y escarpada sobre una colina, en la actualidad constituye un fascinante yacimiento arqueológico que sumerge a los visitantes en los sitios bíblicos previos a la construcción del Primer Templo o Templo de Salomón.

Una magnífica panorámica del valle de Cedrón recibe al visitante antes de comenzar un didáctico recorrido por los pilares del legendario reino. Restos de viviendas, un complejo sistema hidráulico de la época de los patriarcas, una enorme cisterna o el túnel de Ezequías son algunas de las joyas que atesora este extraordinario complejo en el que expertos arqueólogos trabajan rigurosamente para esclarecer sus infinitos misterios ocultos.

Las entrañas del Muro de las Lamentaciones

La ciudad vieja de Jerusalén alberga entre sus muros alguno de los lugares sagrados más destacados de la humanidad; entre ellos, el Muro de las Lamentaciones, el único vestigio superviviente del muro perimetral del Segundo Templo, destruido aproximadamente hace 2.000 años por los romanos. Aquí los judíos recitan sus plegarias cada día y escriben mensajes a Dios en pequeños papeles que ciñen entre sus desgastadas piedras. Pero muchos turistas desconocen que este fragmento de muro, de unos 70 metros de longitud, es apenas una pequeña parte visible del kotel o Muro Occidental que se extiende cerca de 500 metros bajo el subsuelo del bullicioso barrio árabe.

El Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado del judaísmo / YOLANDA CARDO

El Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado del judaísmo / YOLANDA CARDO

No es la única sorpresa que deparan las entrañas de este sanctasanctórum del judaísmo. Desde hace unos meses, los visitantes que acudan a los túneles del Muro Occidental, además de caminar por este fascinante espacio subterráneo, podrán recorrer un nuevo itinerario al que han bautizado como el Gran Puente. La novedosa ruta sumerge en el glorioso periodo del Segundo Templo y discurre por los restos de esta magnífica construcción erigida por Herodes I el Grande para salvar el gran valle que separaba la ciudad alta del templo. Junto a esta grandiosa infraestructura se han encontrado además baños rituales, tiendas, calles y una sorprendente fuente que se puede admirar gracias a unos sugerentes efectos especiales.

Bajo el Muro de las Lamentaciones se encuentran los restos del Gran Puente construido por Herodes el Grande / YOLANDA CARDO

Bajo el Muro de las Lamentaciones se encuentran los restos del Gran Puente construido por Herodes el Grande / YOLANDA CARDO

El Santo Sepulcro, el bullicio de la fe

En esta magnética metrópoli, núcleo de peregrinación de las tres grandes religiones monoteístas, conviene recorrer la Vía Dolorosa hasta llegar a la basílica del Santo Sepulcro, el lugar más venerado por los cristianos ya que, según los Evangelios, aquí Jesucristo fue crucificado, enterrado y también resucitó. Hasta este emplazamiento sagrado, custodiado por diversas comunidades cristianas, entre ellas la Iglesia católica, la Iglesia griega ortodoxa y la Iglesia apostólica armenia, llegan a diario miles de peregrinos y turistas ávidos por adentrarse en el origen de su fe.

El Edículo es el templete que cubre la tumba de Jesús en la basílica del Santo Sepulcro / YOLANDA CARDO

El Edículo es el templete que cubre la tumba de Jesús en la basílica del Santo Sepulcro / YOLANDA CARDO

Esta suerte de escenario bíblico, caótico y masificado, conduce por el Gólgota (el Calvario) donde fue crucificado; la Piedra de la Unción en la que cientos de fieles se arrodillan para tocar y besar la reliquia sobre la que su cuerpo fue preparado para la sepultura y el Edículo, el gran mausoleo donde la tradición sitúa la tumba de Jesús. Como curiosidad, los encargados de abrir y cerrar las imponentes puertas del templo son dos familias musulmanas, una extraña tradición que parece remontarse a la época de Saladino cuando él mismo así lo ordenó para evitar que fuera destruida por otros musulmanes.

Los fieles frotan y besan la Piedra de la Unción, la losa en la que supuestamente prepararon el cuerpo de Jesús para su enterramiento / YOLANDA CARDO

Los fieles frotan y besan la Piedra de la Unción, la losa en la que supuestamente prepararon el cuerpo de Jesús para su enterramiento / YOLANDA CARDO

La ciudad de las siete puertas

Construida a golpe de cruentas luchas y feroces creencias sobre las colinas de Judea, la Ciudad Santa despierta en el forastero la capacidad de asombrarse. Vista desde las afueras, Jerusalén exhibe toda su majestuosidad iluminada por la espléndida Cúpula de la Roca, en la Explanada de las Mezquitas, que se erige como un potente faro dorado sobre sus blanquecinas y milenarias piedras. Llamada de 70 maneras distintas, el acceso a esta legendaria urbe fortificada se hace desde alguna de sus siete puertas: la de Jaffa, una de la más bellas y famosas; la de los Leones; la de Herodes; la de Damasco; la puerta Nueva; la del Estiércol o la de Sion. Existe una octava, la puerta Dorada, la más antigua de todas, tapiada desde 1541 por orden de Solimán el Magnífico y que, según la creencia judaica, solo se abrirá para recibir al Mesías.

Puerta de Jaffa, uno de los accesos más bellos a la Ciudad Vieja de Jerusalén / YOLANDA CARDO

Puerta de Jaffa, uno de los accesos más bellos a la Ciudad Vieja de Jerusalén / YOLANDA CARDO

Un cautivador babel sonoro y visual atrapa al visitante al atravesarlas mientras se adentra en las laberínticas calles de sus cuatro barrios: el judío, el cristiano, el árabe y el armenio. Cuatro culturas condenadas a enfrentarse y a entenderse eternamente. Menuda paradoja. Ajeno a las barreras dogmáticas, el turista se sumerge en un emocionante galimatías de kipás, turbantes, túnicas y levitas, aromatizado con especias e inciensos y acompasado por sonidos que llaman a la oración, cánticos, rezos y plegarias interrumpidas, a veces, por acaloradas conversaciones que en ocasiones apenas son charlas cotidianas y otras furibundas discusiones. Una ciudad vibrante y multicultural de mil contradicciones e infinitos contrastes. Y todo esto en apenas un kilómetro cuadrado de superficie delimitado por un muro defensivo de poco más de cuatro kilómetros de longitud, eterno guardián de la génesis de nuestra historia.

La Ciudad Vieja es una mezcla de culturas y creencias / YOLANDA CARDO

La Ciudad Vieja es una mezcla de culturas y creencias / YOLANDA CARDO