El dramaturgo Emilio García Wehbi

El dramaturgo Emilio García Wehbi

Creación

Emilio García Wehbi: "Hoy el sujeto histórico vota a Trump o tiene un pensamiento protofascista"

El dramaturgo argentino regresa con Columna Durruti para presentar un díptico acerca de la figura de Ulrike Meinhof

12 noviembre, 2022 00:00

Emilio García Wehbi (Buenos Aires, 1964) es una figura clave para entender el teatro contemporáneo argentino más radical. Experimentador de todo tipo de lenguajes, desarrolló el teatro de objetos y fundó una compañía y, lejos de acomodarse, siguió con su exploración.

Calificado como un anarquista teatral, sus propuestas en estas tres décadas dedicadas a la creación saltan del teatro más tradicional a la performance e incluso la ópera. Todo ello lo ha mantenido al margen del circuito comercial, al que solo ha entrado a través de algunos espacios públicos.

Historia y performatividad

Ahora, con el colectivo Columna Durruti regresa a España con Nocturno de Ulrike o el sujeto histórico, una especie de díptico que mezcla la conferencia performática con la teatralización de la vida de Ulrike Meinhof, periodista y miembro principal de la agrupación alemana RAF (Rote Armee Faction) o banda Baader-Meinhof, que lideró la lucha armada de los años 70. Un hecho que la llevó a la cárcel, donde sufrió la "tortura blanca" encerrada en una celda blanca sin ventilación, con luz blanca día y noche, aislada acústicamente y sin contacto alguno con el exterior durante más de 200 días. Fue allí donde se la encontró ahorcada en 1976.

No hace falta conocer esta historia para acercarse al Teatro Pradillo de Madrid este 12 y 13 de noviembre a ver la propuesta de este conjunto teatral. La historia es solo un pretexto para enfrentar al espectador con una actualidad donde personajes históricos como los de Meinhof no es que sean una excepción, sino que quedan diluidos en mensajes vacuos, efímeros, que movilizan a la sociedad en determinados momentos y no siempre en contra de lo establecido, sino que reman a favor. ¿Es eso bueno o malo? Wehbi dice no estar para ofrecer respuestas, sino plantear dudas.

--Pregunta: ¿'Nocturno de Ulrike o el sujeto histórico' es un díptico o no es tan así?

--Respuesta: No es tan díptico el díptico (bromea). Es un espectáculo bicéfalo, tiene dos partes. Hay una parte más ficcional y teatral y otra más de conferencia performática. Alternan escena con escena, una con otra. La parte ficcional es un texto que escribí yo que evoca una voz posible de Ulrike Meinhof. Tomamos ese personaje femenino como punto de partida para pensar en las condiciones del sujeto histórico del presente cotejando con lo que uno entiende que fue un sujeto histórico de los 60-70, que tenía una pregnancia en la vida política, cultural, en el pensamiento, el activismo. Todo ello en contraste con la licuación de todos esos elementos que se dan en la sociedad actual donde es difícil entender cuál es el sujeto histórico. 

--¿Cómo cree que está ese sujeto histótico en la actualidad?

--Devaluado. Es un sujeto que vota a Trump o que tiene un pensamiento protofascista, individualista, terraplanisita, donde el conocimiento está devaluado frente a la opinión, que es lo que vale. Donde el rigor científico y la cultura son elementos absolutamente negados. Y nos preguntamos cómo podemos revertirlo desde los sectores progresistas o desde el arte y plantear una reflexión acerca de esta especie de amnesia. Cómo el sujeto histórico de los 70 con un gran compromiso por la sociedad y empático se ha diluido como si nunca hubiese existido. Tomamos a UIrike Meinhof como catalizador de toda esa serie de preguntas y Maricel Álvarez pone la voz a esta especie de fantasma.

--¿Y la otra parte de la obra en qué consiste?

--Sí, en paralelo, Marcelo Expósito y yo, en una especie de conferencia performática, conversamos acerca de diferentes tópicos que tienen que ver con Ulrike Meinhof. Es una especie de disparador para pensar en esta cuestión que nos ronda y nos preocupa como sujetos activos de la sociedad contemporánea que somos.

Escena de 'Nocturno de Ulrike' LOURDES DE VICENTE

Escena de 'Nocturno de Ulrike' LOURDES DE VICENTE

--En esta conferencia aparecen con los rostros pintados a modo de payaso. ¿Es una especie de burla acerca de estos conferenciantes, de esa intelectualidad?

--La primera escena es de clowns, que parecería que vas a ir hacia un lado, y después esta especie de payasada, de escena cómica, en realidad es una excusa para desvelar lo que viene después. Estos dos payasos son los sujetos que después se sientan detrás de la mesa para dar esa conferencia performática. Es una especie de autoparodia del pensamiento intelectual y de la imposibilidad de actuar del intelectual que sí puede parlotear. Es un juego de espejos devaluados, rotos, deformados en los que nos reflejamos nosotros como artistas, pero también como payasos. También para quitarle importancia a cualquier voluntad pedagógica, aleccionadora o ideológica que se puede deslizar desde nuestra pensamiento o palabra. Son dos payasos que hablan de cosas serias, pero no dejan de ser payasos. Esta escena inicial complementa o contrasta ese discurso que da en la segunda parte del espectáculo.

--Claro, pero a la vez parece que te dice: estos payasos, este teatro también puede ser un sujeto histórico o tomar un papel como el de Ulrike. ¿O no, el teatro ya no tiene ese poder?

--Tendríamos que pensar antes qué tiene poder hoy, ni siquiera los políticos tienen poder hoy. La posmodernidad está tan licuada en los medios de comunicación, de producción que el capital no tiene cara, no tiene forma, no tiene país. El poder es algo extraño, está ramificado, es una especie de víbora que se muerde la cola y que está desposeído de un elemento físico, material. El arte, en este sentido, no deja de sufrir las consecuencias de la modernidad, donde una práctica, un laboratorio para generar experiencias de la poética que pueden servir para la práctica de lo real --como decía Brecht--, se transforma en una industria cultural. Se cae un muro y la idea de la supervivencia del arte, al ser vista como industria cultural que debe dar beneficios, se puede desatender porque no da réditos. Nosotros, Columna Durruti, somos uno de esos réditos simbólicos y por eso se mantiene la estructura cultural. Pero como ya vemos, los recortes que sufre la cultura son periódicos, constantes y cada vez más severos. Por tanto, el arte también va perdiendo la potencia que una vez tenía. En este sentido, como artistas y buenas cabezas duras, intentamos que haya cierta validación en la práctica artística, si no dejaríamos de hacerlo porque nos transformaríamos en burócratas. Dicho esto, ¿el arte puede modificar algo? En principio, no. Puede modificar las subjetividades de las personas o ayudar a hacerlo, para que los espectadores del arte y la cultura tengan la posibilidad de ampliar su visión del mundo, salir del esquema de la normatividad y lo normal y pensar que el pensamiento poético puede abrir algunas puertas que la realidad pura y dura, diaria, hace más difícil. Todavía uno conserva cierta voluntad utópica en relación al arte y la práctica artística y por eso la sigue practicándola.

Escena de 'Nocturno de Ulrike' / LOURDES DE VICENTE

Escena de 'Nocturno de Ulrike' / LOURDES DE VICENTE

--Su carrera demuestra que hay posibilidad de apostar por una vía artística lejos de lo aristotélico y normativo del teatro. ¿Cuán difícil es? ¿Cuesta?

--Yo en mis 30 años de carrera monté entre 60 y 70 espectáculos de diferente índole, desde el más tradicional, a la ópera, el performance, el teatro de objetos, muestras, la intervención teatral... He tenido mucha suerte y muchos no la tienen. Pero una vez me hice un nombre, un lugar, este empoderamiento me permitió seguir siendo tozudo y buscando vías alternativas frente a esta lógica aristotélica del teatro convencional. Me siento afortunado, obsesivo, neurótico e insistente en este tipo de práctica fuera de lo tradicional porque de eso puede vivir y vivo. No sé si soy una rara avis, pero cuesta más salir de ahí porque hay muchas puertas que se cierran, como todo lo que tiene que ver con lo comercial y clásico.

--Claro, pero lo que sí le convierte en una rara vis es que, si bien se pudo acomodar una vez entró en el circuito comercial, no lo hizo.

--Por supuesto. Yo me negué siempre siquiera a pensar en entrar en el circuito comercial. Hago teatro independiente o en espacios públicos, invitado por el gobierno de ciudades o naciones. Me parece un espacio interesante para el diálogo y para la creación de pensamiento artístico, poético. He descartado cualquier tipo de condicionamiento del teatro comercial, el dar provecho, rédito, porque entonces el artístico está siempre en segundo plano. Hay producciones muy cuidadas en el circuito comercial, pero la pulsión final es producir ganancias.

--¿En todo caso, se puede decir como el cartel que hay en la obra que lo que no quiere es entretener?

--Claro. Pero hay una paradoja. Creo en el concepto de entretenimiento que hay en la etimología de la palabra: “lo que se tiene entre”. Lo que se tiene entre es la obra y está entre el artista y el público. Pero el espectador como alguien activo que produce una reflexión, sentimiento, afectación o conmoción que sostiene la obra. El juego de palabras de ese cartel es para decir que el entretenimiento es válido, pero no cualquier entretenimiento. 

Escena de 'Nocturno de Ulrike' / LOURDES DE VICENTE

Escena de 'Nocturno de Ulrike' / LOURDES DE VICENTE

--Finalmente, ¿hay visos de poder recuperar ese sujeto histórico?

--Las recuperaciones son muy pequeñas, pero muy interesantes, micropolítica, como la activación de los feminismos, de las disidencias sexuales, la recuperación del concepto poscolonial, la fuerza de las identidades raciales... Todos estos gestos micropolíticos dan la pauta de que aún hay una voluntad de resistencia frente al capitalismo aplanador y su máquina de producción, pero no constituyen una utopía como la que existía antes de la caída del muro. Hay bolsones de resistencia que dan batalla, resisten y dan empoderamientos que hasta ahora eran impensados. Hay un contrasujeto histórico que son muchos, pequeños y están diseminados y que en el momento en que se aglutinen pueden constituir un nuevo sujeto histórico superador del presente. Así entonces las cosas pueden cambiar. Quizás no lo veremos nosotros, pero nos permite seguir esperanzados. Desesperadamente esperanzados, pero esperanzados al fin. 

--En este caso, ¿el espectador aprenderá algo? ¿A ser esperanzado?

--Yo descreo del concepto de pedagogía en el teatro. Mejor dicho, creo en él de la manera en que lo pensaba Brecht. Decía que la pedagogía teatral era generar un conflicto en el espectador de manera que él como sujeto tenga que decidir, tomar decisiones propias. No se trata de quitarle la libertad al espectador como se hace en el teatro más pedagógico, aleccionador, ideológico o cerrado, sino abrirle una pregunta para que tome sus propias decisiones. Ese es el gesto modificador que puede producir el teatro. Esto se alinea con las micropolíticas de las que hablábamos. Cada hecho teatral, artístico, de cualquier naturaleza puede producir micropolíticas que generen amplitud en el pensamiento del sujeto que tiene relación con la obra de arte. Por tanto, en la obra no hay cosmología, sino una especie de cosmología abstracta en función de un sujeto histórico que aparece de manera fantasmática articulado en una lógica poética que es la del teatro.

Emilio García Wehbi, Maricel Alvarez y Marcelo Expósito NORA LEZANO

Emilio García Wehbi, Maricel Alvarez y Marcelo Expósito NORA LEZANO

--¿La poética, el plantear dudas puede ser más pedagógico que dar respuesta, entonces?

--Completamente de acuerdo, si entendemos pedagogía como la capacidad de abrirle la mente a la gente, como intento, suscribo esa pedagogía. No me interesa la de la bajada de línea ideológica, sino la que a partir de la poética genera interrogantes y libertad en el sujeto y se constituye así en un sujeto soberano.

--Por cierto, ¿por qué el nombre de Durruti?

--Pensamos en un colectivo de personas que se van agregando y desagregando en función de los proyectos, pero que tengan esa misma voluntad de renovación, reivindicación, protesta y meterse con los ídolos sagrados de toda esa iconoclasia.

--¿Cree que en la actualidad hay demasiados iconos en perjuicio de los sujetos históricos?

--El problema es que los iconos que hay en la contemporaneidad es que son bastardos, vulgares, son tótems de paja que tienen más que ver con el mercado y el pop que sujetos con carnadura. Tomemos los ídolos políticos como Trump o la extrema derecha, son iconos completamente despreciables, violentos, misóginos, manipuladores, se conforman como un conglomerado muy peligroso. Son iconos que en algún momento y con suerte podrán ser reemplazados por otros más universales, propositivos, menos nefastos y más empáticos, con más voluntad de comunidad.