Exposición sobre Chagall / © SCHIRN KUNSTHALLE FRANKFURT 2022 - NORBERT MIGULETZ

Exposición sobre Chagall / © SCHIRN KUNSTHALLE FRANKFURT 2022 - NORBERT MIGULETZ

Creación

El Chagall más oscuro

Una exposición en Frankfurt muestra cómo la Segunda Guerra Mundial y el exilio transformaron el estilo característico de este reconocido artista judío de origen ruso

14 diciembre, 2022 00:00

A mediados de noviembre, un cuadro de Marc Chagall robado por los nazis se vendió por 7,4 millones de dólares en la casa de subastas Phillips de Nueva York. Se trataba de  El Padre, un  óleo que este reconocido artista ruso pintó durante su primera estancia en París, en 1911, y que representa, como su nombre indica, a su progenitor. “¿Habéis visto alguna vez en las pinturas florentinas a uno de esos personajes con la barba jamás afeitada, los ojos marrones y a la vez color ceniza, y la tez de barro cocido y recubierta de pliegues y arrugas? Ese es mi padre”, escribe Chagall en Mi vida, su poética autobiografía, publicada en español por Acantilado.

Aunque sus cuadros no han alcanzado nunca los precios de Picasso o Matisse, Marc Chagall está considerado una de las grandes figuras del modernismo europeo.

Primeros pasos

Nacido en el seno de una humilde familia judía ortodoxa de los alrededores de Vitebsk, hoy Bielorusia —su padre era empleado en un almacén de arranques, su madre vendedora de comestibles— Chagall creció en un entorno marcado por las tradiciones religiosas y culturales del judaísmo hasídico, que lo influenciaron como artista y como persona.

El mayor de nueve hermanos, se educó en la sinagoga (en el imperio ruso de aquella época, los niños judíos no eran aceptados en las escuelas ni en las universidades), hasta que con 13 años, su “valiente madre” sobornó a un profesor con 50 rublos para que lo aceptaran en la escuela de secundaria del barrio. Fue allí donde descubrió el dibujo —”lo que más me gustaba era la geometría”, escribe —y lo que quería ser de mayor: pintor.

“¿Qué? ¿Pintor? Tú estás loco. Déjame meter el pan en el horno. No me molestes, que me está esperando el pan”, le respondió su madre cuando oyó por primera vez su ocurrencia. Pero fue también su madre quien lo acompañó al taller de Pen, un artista local que ofrecía cursos de pintura académica. Más adelante, deseoso de aprender técnicas nuevas, se marchó por  su cuenta primero a San Petersburgo, luego a París, en 1910, donde se contagió de las corrientes vanguardistas y desarrolló sus vibrantes y coloridas telas, en las que mezcla figuras flotantes, animales extraños, paisajes urbanos destartalados y símbolos religiosos, inspirados en sus recuerdos de Vitebsk.

El nazismo y la guerra

Con la intención de crear una familia junto a su esposa Bella, regresó a Moscú, pero ganarse la vida como artista en la nueva Rusia soviética le resultaba muy difícil, así que en 1923 volvió a París. Su llegada coincidió con la amenaza creciente del nazismo, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, destruyendo el mundo judío que alimentaba su imaginación. Su pintura se vio afectada por esta etapa convulsa de la historia. Se volvió más oscura.

"Los cuadros de Chagall están siempre estrechamente ligados a la realidad de su vida, a pesar de su contenido a menudo fantástico. Esto es especialmente evidente en sus obras de los años 30 y 40, en las que refleja claramente la realidad política que le rodea y busca un lenguaje visual adecuado tanto para sus experiencias personales como para la Shoah”, explica Ilka Voermann, comisaria de la exposición Chagall: World in Turmoil (Chagall: el mundo en ebullición), que puede verse en el museo Schirn de Frankfurt hasta el 19 de febrero de 2023.

60 obras de arte

Reuniendo más de 60 obras de arte, entre pinturas, obras sobre papel y diseños de vestuario, la exposición explora cómo estos catastróficos acontecimientos del siglo pasado alteraron la paleta de Chagall y complicaron su temática, alejando su arte de adjetivos como  “poético, soñador, escapista” ,que hasta el momento lo habían definido, según Voermann.

La exposición arranca con el óleo Soledad (1933), que muestra a un judío barbudo sentado sobre la hierba, mirando hacia abajo, pensativo, envuelto en el manto de oraciones, y a una vaca de mirada triste tocando el violín. En el horizonte se ciernen nubes de tormenta, que amenazan a un ángel de alas blancas. “Pintado en respuesta a la llegada de Hitler al poder en Alemania ese mismo año, se trata de una obra premonitoria y lúgubre, sin los brillantes azules y rojos que caracterizaban hasta ahora al artista”, señala la comisaria. “Estamos ante una imagen muy reveladora" que refleja el creciente pesar de Chagall por "el mundo del que procedía", añade.

Ante la creciente amenaza del nazismo, Chagall, junto a su esposa e hija, decidió abandonar París. En su huída pasó por Marsella y la Costa Azul, y recaló en Tossa de Mar (Costa Brava), en los veranos de 1933 y 1934. En mayo de 1941, viendo que la persecución a los judíos ya era imparable, escaparon a Nueva York.

Pintura en el exilio

Desde la seguridad de su nuevo hogar en el Upper East Side de Manhattan, Chagall pintó cuadros como La guerra (1943), en el que se ve una ciudad pintada en su estilo fantasioso habitual, pero envuelta en llamas, o  El ángel que cae (1947), una mujer roja y alada que se precipita contra el suelo en el marco de una ciudad gris ceniza —su Vitebsk natal —y la figura de Cristo en la cruz.

“Al combinar la iconografía cristiana con símbolos judíos, Chagall desarrolló una nueva narrativa y estilizó a Cristo como mártir judío”, apunta Voermann. “Con la crucifixión, Chagall encontró un motivo personal con el que abordar la persecución y el extermininio de los judíos en Europa, sin referirse directamente a la situación histórica en sus cuadros”, añade.

Exposición sobre Chagall / © SCHIRN KUNSTHALLE FRANKFURT 2022 - NORBERT MIGULETZ

Exposición sobre Chagall / © SCHIRN KUNSTHALLE FRANKFURT 2022 - NORBERT MIGULETZ

Durante los años que vivió en Nueva York, sus obras se centraron en temas existencialistas como la identidad, la patria o el exilio. Destacan también los decorados que realizó para el American Ballet, como Aleko (1942) y El pájaro de fuego (1945). El dramaturgo Henry Miller le llamó entonces “un poeta con alas de pintor”.

Chagall regresó a Europa en 1948. No fue un regreso fácil. Su esposa Bella había fallecido cuatro años antes y la certeza del holocausto —constatar que millones de compatriotas judíos habían sido asesinados en los campos de concentración —le producía verdadero horror.

“El sentimiento de Chagall de estar desgarrado entre Estados Unidos y Europa, entre Bella y Virginia (Virginia Haggard, su ama de llaves, su nueva pareja), entre el pasado y el presente, también se hizo visible en las obras realizadas antes de su regreso a Francia”, explica la comisaria.

Este conflicto interior de Chagall se hace especialmente patente en sus retratos con dos caras, en los que a menudo mezclaba su propio rostro con el de su difunta esposa o, como pintor con dos caras, mirando simultáneamente al lienzo y a su modelo.  Otro ejemplo es “El Buey Desollado” (1947), un cuadro inspirado en una obra de Rembrandt, donde el cuerpo desollado de un bueyl aparece desgarrado y suspendido en el aire, boca abajo, como si hubiera sido crucificado. A sus pies, un gallo huye aterrorizado. De fondo, la ciudad de Vitebsk, con los tejados nevados, en calma bajo la oscura noche: la revelación del Holocausto, y el salvaje sacrificio que supondrá para el pueblo judío.