Imagen promocional de la 'Carretera del vino'

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Creación

La Carretera del Vino (I): La Tradición del Penedès

El vino posee un rostro divino, pero tiene múltiples manifestaciones, tantas como variedades de uva, como la malvasía y la moscatel, dos reinas indiscutibles de la comarca

28 junio, 2018 00:00

En la playa de Sitges suena una melodía redonda, hecha de sabores y fragancias. Se aprecia especialmente en el rincón inglés de su paseo marítimo, donde desembocan las escaleras que conducen al Cau Ferrat. Allí empieza –o termina– La Carretera del Vi, sobre un pantalán renacentista hoy destruido, que un día fue la confluencia perfecta entre el mar y la piedra, y sobre cuyos improvisados andenes, los vendimiadores depositaban sus botas de piel de conejo y cuero, después de días de marcha por caminos de carro. En la época romana, el vino llegaba transportado a pie hasta el mar desde las fincas de tierra adentro, allí donde la cepa recibe el influjo del Sol, el dios de los terrarios. Después, las barcazas de pesca trasladaban las botas hasta las goletas, mar adentro, para ser arrumbadas junto a la pesca salada, las sedas y los albaricoques verdes. Todo ello camino de ultramar.

Mapa de la 'Carretera del Vino'

Mapa de la 'Carretera del Vino'

Mapa de la 'Carretera del Vino'

Los vendimiadores siguieron trajinando botas hasta el final del siglo XIX. Cuando apareció la vía férrea a Barcelona, el vino se emparentó con los aceites y se vertió para siempre en bodegones de roble. Desde entonces, se traslada al puerto de la capital en tren, hasta la entrada de la hoy llamada Zona Zal, el no mans land de los centros logísticos que rigen nuestros destinos. Partiendo de aquel punto ciego, el vino del Penedès se pasea con orgullo por el planeta. De él dan cuenta reyes y mayordomos, clientes de tabernas, hiniestas sobre acantilados marinos; enólogos prominentes; mitras inmarcesibles o restauradores de la mejor cocina, desde Lúculo hasta el recién desaparecido Paul Baucuse.

La influencia mediterránea

En el Penedès se hace visible la cultura mediterránea sobre la tradición vinícola. El vino fue para los antiguos una máscara hierática, que suprimía la condición del mal gracias al influjo de Dioniso. El vino posee un rostro divino, pero tiene múltiples manifestaciones, tantas como variedades de uva, como la malvasía y la moscatel, dos reinas indiscutibles de la comarca. Las moscatel de grano menudo y grano gordo (moscatel romano) provienen de Montpelier y Frontignan y están muy extendidas en el Penedès. Por su parte, la malvasía de Sitges, una mutación de la Tourbat, se cultiva en el Rosellón y en la isla de Cerdeña, de donde proviene la casi extinguida cepa del Subirat Parent.

Una imagen de diversas botellas de malvasía, producidas en la localidad de Sitges

Una imagen de diversas botellas de malvasía, producidas en la localidad de Sitges

Diversas botellas de malvasía de Sitges

Los blancos de la comarca provienen del entorno mediterráneo, como la Parellada o Xarel·lo. En el pasado, el auge de las variedades blancas explosionó en la Francia del XVII, cuando el ministro Jean-Baptiste Colbert, uno de los padres del mercantilismo, cerró el mercado a los holandeses obligando a los distribuidores del Mar del Norte a comprar masivamente en el Penedès. Sus cepas generosas colmaron Europa de Brandy. Mucho después, la plaga de la filoxera, a finales del XIX, acabó con la sobreproducción de blanca y las cosas volvieron a la normalidad en los años de la Primera Guerra Mundial, cuando la neutralidad española favoreció a los vendimiadores.