La cineasta Anna Maria Bofarull / EFE

La cineasta Anna Maria Bofarull / EFE

Creación

Anna M. Bofarull: "Da rabia que no se apoye al cine comprometido, es muy necesario"

La cineasta relata en 'Sinjar' la historia de tres mujeres marcadas por el terrorismo islamista basadas en hechos reales

19 julio, 2022 00:00

Anna Maria Bofarull (Tarragona, 1979) lleva años en el mundo del cine y tiene hasta su propia productora, Kaboga. Con ella ha llevado a cabo sus películas, todas con un marcado componente de denuncia, porque así es como ella concibe el séptimo arte.

La directora regresa ahora a la pantalla con su segunda ficción, Sinjar. El nombre es el de una zona del Kurdistán azotada por el terrorismo en 2014 y el territorio donde transcurren dos de sus relatos. Por un lado, el de Hadia (Hamila Ilter), que se convierte en esclava (sexual) de un hombre que vive con el temor de que su hija acabe por el mismo camino y que su hijo se convierta en un explotador. Por el otro, el de Arjin (Eman Eido), quien, tras ser secuestrada por el Isis, decide alistarse a una guerrilla para combatir a los terroristas, recuperar su hogar y su familia.

Tan lejos, tan cerca

La tercera historia sucede en Cataluña y la protagoniza Carlota (Nora Navas), una doctora que ve como, de la noche a la mañana, su hijo desaparece para ir a combatir con el Dáesh. Un llamado de atención a cuán cerca están las otras dos historias que parecen tan lejanas desde España.

Con estas premisas, dos de ellas basadas en hechos reales, la cineasta no solo convierte la cinta en una arma de denuncia, sino que pone en alerta al espectador sobre la situación que viven miles de mujeres en el mundo.

La película se presentó en el festival de Málaga con varias de sus actrices protagonistas y el 1 de julio llegó a las demás salas. Crónica Global habla con la directora para conocer los detalles de este rodaje en tierras kurdas y cómo llegó a esta historia.

--Pregunta: ¿Cuándo se le ocurre la idea de rodar 'Sinjar'?

--Respuesta: En 2014. El Estado Islámico entró en la zona de Sinjar, ocupó Mosul, Raqa... Y me sorprendió. Vi entrevistas a la comunidad Yazidí y descubrí lo que habían vivido estas mujeres secuestradas y cómo padecieron cosas tan terribles de forma tan repentina. Cuando ya la zona de Sinjar estaba liberada y la batalla estaba en Mosul ya en retroceso, me decidí a ir. Fui a campos de refugiados y entrevisté a muchas de estas mujeres y me tocó mucho lo que vivieron. Además acababa de tener una niña y me tocó. Me interesó la parte más humana y personal que, a veces, desde la Europa más estable y tranquila, pensamos que en ciertas partes del mundo las personas están más preparadas para enfrentar golpes terribles. Esto solo lo puedes pensar cuando no conoces a estas personas. Estar allí es entender que es que te destrocen la vida por cuestiones políticas y religiosas de la que eres ajeno y que son realmente secundarias en el día a día.

--Con todo eso crea tres historias.

--Para mí era muy importante dar voz a esas mujeres yazidíes y estar muy cerca de ellas para presenciar su día a día, pero también acercarlo a las mujeres en Europa y en Occidente. Y es allí cuando surge el personaje de Nora Navas, una mujer que vive completamente ajena a las guerras que pasan en el mundo o en Oriente Medio y, de repente, a consecuencia de ella ve su vida destrozada de un día para otro. A partir de allí, intenta entender qué pasa y qué no ha sabido detectar en su día a día.

--Sirve también de llamada de atención al espectador para que vea cuán cerca puede estar lo que parece que sucede muy lejos.

--Sobre todo era la idea de hacer pensar que las desgracias, cuando llegan a tu vida, vienen sin anunciarse antes y sin que puedas prepararlo o preverlo. Siempre pensamos que pueden pensar en otros, pero no somos conscientes de lo cerca que podemos estar de que esa cosa nos pase a nosotros. Y, además, acerca a esas tres mujeres a las que, desde diferentes espacios, una guerra, de la que no saben prácticamente nada, les destroza la vida.

Escena de 'Sinjar' / FILMAX

Escena de 'Sinjar' / FILMAX

--Lo más destacable, precisamente, es que se habla de la guerra desde el punto de vista de las mujeres. ¿Cree que a veces quedan olvidadas?

--Exacto. Estamos muy acostumbrados a ver la guerra a través de muchas películas bélicas donde lo importante es la acción y el día a día. En cambio, en Sinjar, la guerra es el marco donde se suceden las vidas de estas mujeres a las que les cambia de forma radical. Por otro lado también, lo cotidiano de esas consecuencias: cómo acepta una madre no solo que ha perdido a su hijo, sino que este se ha convertido en un asesino o un violador. Ese punto de terror psicológico de una madre que siempre piensa bien de sus hijos y en ese contexto se rompe todo. O el caso de Hadia, que prácticamente es una esclava sexual. Era imposible incluso de imaginar que no hubiera podido hacerlo sin haber hablado con muchas mujeres que lo han padecido. Y no es un día o dos, son semanas, meses. Y por último está Arjin, una chica joven que lo único que quiere es salvar a su familia y su hogar, pero que ya no existen e incluso se convierte en soldado para ponerle freno.

--Con todo este trabajo de documentación, y usted que ha hecho mucho documental, esta vez, en cambio, lo convierte en ficción. ¿Por qué?

--Desde un principio tuve claro que iba a ser ficción porque lo que me interesaba era lo que estas mujeres podían haber sentido desde dentro: cómo es estar encerrada en esas cosas con esos hombres que las consideran no personas. Yo no tenía acceso a meterme con una cámara en ese espacio y para entrar en esa intimidad necesitaba hacerlo a través de la ficción. Pero para entender todo muy bien me tenía que documentar mucho. Además, en ese proceso descubrí aspectos que, desde la lectura de los medios de comunicación en Occidente, no me llegaban. Cómo es la vida de esas mujeres con hijos pequeños, cómo las protegen y su bienestar físico y anímico se vuelve secundario para hacerlo. Ese terror psicológico de ver cómo esas personas que viven contigo educan a tus hijos y ves cómo esos niños se convierten en pequeños agresores. Esa documentación me dio muchos detalles y realidad a esta ficción.

--¿Rodó en el terreno?

--Sí, rodé en el Kurdistán iraquí, en la zona de Duhok, a 200 kilómetros de Sinjar. Durante el rodaje era una zona inestable, porque de vez en cuando Turquía bombardea esa zona. Había un riesgo y por eso rodamos a 200 kilómetros, donde están la mayoría de los campos de desplazados con esta minoría yazidí. Contamos con su colaboración e incluso el personaje de Anjin está rodado por una de esas chicas que estaban allí, que en su día fue secuestrada por Estado Islámico, consiguió escaparse. Muchos de los personajes también son yazidíes e incluso nos pilló la pandemia.

--¿Eso lo complicaría más, no?

--Sí. Fue un rodaje complicado. Es una película de relativo escaso presupuesto, con un equipo mínimo, únicamente de mujeres... Tuvimos el apoyo de toda la comunidad, pero no nos esperábamos que empezara una pandemia internacional. Los últimos días acabamos rodando en una casa, confinados todo el equipo y con el aeropuerto cerrado. Nos tuvieron que rescatar las fuerzas armadas.

--Tras vivir todo esto... ¿se pone poco el foco en estas historias --los efectos de la guerra, las violaciones, los abusos...-- que se suceden a diario en muchas partes del mundo? ¿Qué papel tiene el cine al respecto?

--Se hacen películas que abordan estos temas, pero nunca son suficientes. También cada uno, como director y productor acaba decidiendo a qué dedica su tiempo y sus esfuerzos. A mí, me costaría mucho levantar proyectos en los que no creo, por un interés de divertimento, que me parece muy válido, pero no es mi opción de vida ni mi visión del cine. Siempre es importante encontrar temas que son vitales de los que se hable. Muchos productores y directores estamos en la lucha de encontrar el apoyo y la financiación, porque hacer cine es caro y es mucha gente la que se necesita. A veces, da rabia que no se apoye este tipo de cine comprometido y, al final, muy necesario. No podemos olvidar la parte pedagógica y de servicio público que tiene el cine. Además de ser un arte, el cine ayuda a la sociedad a aprender y ver otras realidades del mundo que, igual, en nuestro día a día como espectadores no veían.

--Pero el cine social está algo denostado. Se le acusa de naif, de catastrofista, de panfletario. ¿La etiqueta del cine social es una losa?

--Sí, al final todo son etiquetas y todo cuesta. Es verdad que muchas veces el público quiere --o es a lo que le tenemos acostumbrado-- ver historias para pasar el rato y comer chucherías en el cine mientras se distrae. Pero cuando quieres contar algo un poco más profundo que necesita la atención del público por un cierto tiempo, no todo el mundo está dispuesto a hacerlo. Y es cierto, el cine social últimamente está bastante abandonado. Y, al final, se reduce a ciertos nombres conocidos que lo hacen. Esas cintas sí las producimos, sí les damos espacio, sí las vamos a ver, mientras no dejamos que otras películas tengan acceso a las plataformas, espacios o festivales que les pueden dar voz.

Nora Navas en 'Sinjar' / FILMAX

Nora Navas en 'Sinjar' / FILMAX

--'Sinjar', por eso, sí pasó por Cannes en 2019. ¿Cuán importante ha sido para poder llevarla a cabo? ¿Ha hecho que la lucha por conseguir producción y visibilización haya sido menor?

--Ha sido una lucha muy ardua. Al principio, cuando empiezas a explicar que quieres contar esta historia te dicen que estás loca, que qué dices, qué horror. Hubo gente que incluso temía ciertas consecuencias por hablar de Estado Islámico. La verdad es que te sientes muy sola en esa lucha y decisión. Ojalá la película pueda tener su espacio y dar voz a esos personajes femeninos que están inspirados en mujeres de carne y hueso que han pasado por esas situaciones o incluso cosas mucho peores. La realidad es mucho peor que la ficción y mucho más dolorosa. Lo mío solo es un granito de arena como creadora que he querido para darles voz y acercarlas al público.

--Y para ese público que la sigue. Lleva ya dos películas consecutivas que, pese a tener un poso documentado en la realidad, son ficciones. ¿Es un giro definitivo o va a ir y venir al documental?

--De hecho estoy preparando un documental y otra ficción. Para mí, no es importante esa separación marcada a nivel industrial. Como creadora me dejo llevar por historias que siento que debo contar, que me llaman, que resuenan en mí de alguna forma. Precisamente, con ello, va ligado la forma de cómo hacerlo, como te he contado con Sinjar. Cada historia me lleva a una aproximación dependiendo de lo que quiero contar.

--Por último, ¿qué cree que puede hacer Occidente por estas mujeres y esta situación que se vive en el Kurdistán?

--Para mí, más allá de las medidas que podamos tomar de presión y apoyo a refugiados, lo más importante es la empatía de la sociedad para entender el sufrimiento de personas que no conocemos ni sabemos cómo es su día a día. Quería poner mi granito de arena para dar a conocer lo que viven unas personas que están lejos, pero que padecen cosas que podrías padecer tú en su piel. Ahora con Ucrania, en Europa hemos abierto las puertas para que esas personas puedan entrar, sin problemas ni trabas burocráticas, entendiendo que lo primero es el bienestar psicológico, físico y personal. ¿Por qué no hemos sido capaces de hacerlo antes? ¿Por qué no somos capaces de hacerlo con gente que viene de más lejos, que tiene lenguas más diferentes a la nuestra o que tiene un color de piel un poco diferente al nuestro? Me gustaría que la película generara debate y reflexión en los espectadores y pudiera servir para que en un futuro solucionemos problemas que hasta ahora hemos sido incapaces de solucionar. Ojalá. Es muy ambicioso.