Lleva en la plaza del Sol de Barcelona desde que mi memoria alcanza y por fortuna no le han atacado decoradores desaforados con falsas paredes decapadas, ni cocineros dispuestos a cevichizar hasta las galletas María. Las sobrias paredes del Envalira son un oasis de sentido común, y todo lo que te ponen en el plato es bueno, fresco, sabroso, contundente y respetuoso no sé si con el medio ambiente pero sí con el comensal agotado de de tanto exotismo banal. Los arroces de este lugar son excelentes, empezando por el clásico y adictivo arroz a la milanesa (poco ortodoxo pero buenísimo) y siguiendo con la paella marinera (la bordan) y el arroz negro. Un plato de virtudes milagrosas que siempre está en la carta es el hervido de arroz con guisantes y merluza, algo que siempre es de agradecer cuando llegas a la comida empachado del steak tartar con yuzu del día anterior.