En una esquina perdida del Lower East Side, sin letrero exterior más que el del bazar chino que existía antes, se encuentra este restaurante griego, que seducirá incluso a aquellos que, como yo, no son particularmente fans de esta cocina. Kiki’s posee el encanto de la falta de pretensiones y el acento en el sabor y la frescura de sus ingredientes con platos simples, sabrosos, presentados por un servicio joven, amable y dispuesto a que te lo pasas bien. El pulpo asado es delicioso, los fritos de calabacín con queso están de vicio y el vino blanco de la casa es sorprendentemente bueno. Los días de sol, éste inunda los ventanales de Kiki’s y si cierras los ojos e ignoras el taller de reparación de camionetas, podrías creerte en cualquier bar de Salónica.