La pandemia ha obligado a tomar medidas como la instalación de mamparas de protección / EP

La pandemia ha obligado a tomar medidas como la instalación de mamparas de protección / EP

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Trabajar, lo que de verdad nunca será igual que antes de la pandemia

El ámbito laboral es uno de los llamados a establecer un punto de inflexión con la irrupción del coronavirus, con el teletrabajo como elemento de base para una nueva era

14 marzo, 2021 00:00

“Nada volverá a ser igual”. Ha sido una de las frases más repetidas en estos doce meses transcurridos desde el decreto del primer estado de alarma por el coronavirus, sobre todo desde que el conjunto de la sociedad tomó realmente conciencia de lo que estaba sucediendo. Con el paso del tiempo, la adopción de medidas de seguridad y, sobre todo, la llegada de las vacunas, la sentencia ha caído en un cierto desuso… menos en determinados ámbitos, entre el que destaca el laboral.

En este terreno ha sucedido precisamente lo contrario: el transcurso de los meses y de los acontecimientos ha confirmado que la pandemia marcará un antes y un después en los entornos laborales, en los que, de verdad y sin el recurso a frases hechas, nada volverá a ser como antes.

Vocación de permanencia

Una de las pruebas es el paso al terreno legislativo. La irrupción del Covid-19 ha llevado a las Administraciones a la tramitación de un buen número de normativas para hacer frente a la situación, la mayoría de ellas de caracteres urgente y temporal. Sin embargo, otras lo han sido con vocación de permanencia. Entre las más destacadas, la ley que regula el teletrabajo.

El trabajo en remoto dista mucho de ser una novedad; pero su transformación en un elemento más del ámbito laboral supone una auténtica revolución. Prácticamente de la noche a la mañana, de un día para otro, millones de personas se vieron obligadas a trabajar desde sus casas ante las severas restricciones del primer estado de alarma, que impedían pisar la calle salvo para lo meramente imprescindible en el terreno de la supervivencia.

Compras disparadas

Y, de repente, pasó. Y se pudo hacer, incluso aunque la gran empresa no era consciente de ello. “Fue increíble ver como en cuatro días 28.000 personas estaban trabajando en casa”, apuntó Fritz Hoderlein, consejero delegado de Everis, una de las grandes consultoras en todo el mundo, en un coloquio que organizó la Asociación Española de Directivos (AED) cuando aún no había concluido el primer estado de alarma.

Como Everis, grandes compañías de todos los sectores hicieron lo propio; las Administraciones Públicas, a su ritmo, imitaron la jugada. Se disparó la adquisición de ordenadores portátiles, hasta el punto de que las existencias zozobraron en muchos momentos.

Una ley específica

“El ámbito laboral, sobre todo el de la gran empresa, fue consciente de que estaba preparado para esto, pero hasta ahora no era del todo consciente porque no había tenido que ponerlo en práctica; ni siquiera con un simulacro más o menos organizado”, apuntan desde una compañía especializada en Recursos Humanos.

Antes de que finalizara el pasado año, tras intensas negociaciones entre el Gobierno, la patronal y los sindicatos, la Ley del teletrabajo fue aprobada en las Cortes; toda una muesca que ha dejado la pandemia en la normativa laboral, dado que el trabajo a distancia estaba regulado tan solo de forma genérica y, por supuesto, no contaba con una Ley específica.

Aún a distancia un año después

Aunque muchos aspectos quedan al albur de los respectivos convenios colectivos, cabe destacar que son las empresas las que deben correr con los gastos asociados al trabajo en remoto y que éste se podrá desarrollar siempre y cuando se preste de forma regular, entendido como un mínimo del 30% de la jornada laboral durante al menos tres meses.

Ha transcurrido un año desde la implantación del primer estado de alarma y parte de las plantillas tanto de las grandes empresas como de las Administraciones Públicas aún operan en formato de teletrabajo.

La seguridad, por delante

Después de que se pusiera en marcha la llamada desescalada y las restricciones fueran menguando, las corporaciones comenzaron a diseñar planes para la progresiva incorporación de los trabajadores a los centros. Sin embargo, la llegada de la segunda oleada frustró los planes, que estaban preparados para comenzar a implantarse en septiembre, a partir de la vuelta de vacaciones.

En la mayoría de los casos se ha optado por un modelo mixto, de modo que aquéllos empleados que pueden realizar sus tareas en remoto se turnan para acudir a las oficinas, de modo que en éstas resulta más sencillo cumplir con las normas de seguridad en lo relativo a las distancias personales.

El papel de la tecnología

El proceso también ha incluido la adaptación de los centros de trabajo, en los que se ha aprovechado el periodo de reclusión para la instalación de elementos como mamparas y pantallas para incrementar la seguridad laboral.

En estos días, con el avance del proceso de vacunación, vuelve a hablarse de la definitiva incorporación de las plantillas a los lugares de trabajo. Sin embargo, la aplicación de la tecnología ha puesto de manifiesto un hecho incontestable: el trabajo en remoto ha llegado para quedarse.

Cambio de hábitos

Los expertos inciden en la importancia de considerar el teletrabajo como una opción y una herramienta a tener en cuenta pero no como un hábito irrenunciable. Las relaciones personales en el ámbito laboral no han perdido su condición de fundamentales a la hora de desarrollar determinadas tareas, especialmente en equipo.

Sin embargo, ya no resultarán extrañas determinadas circunstancias, impensables justo antes de la llegada de la pandemia, como que un trabajador desempeñe su tarea desde casa si presenta síntomas de un simple catarro. De este modo, podrá seguir prestando sus servicios pero, además, sin poner en riesgo de contagio a las personas con las que convive en el entorno laboral.

El teletrabajo también puede ser un elemento que contribuya a paliar un problema cada vez más acuciante, como es el de la conciliación de la vida familiar y profesional. Las aplicaciones tecnológicas para hacerlo posible se han multiplicado en los últimos meses y, además, también existe una regulación legislativa; de este modo, tan sólo es necesario el ingrediente humano, la voluntad para implementarlo.