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El subidón de la luz aflora por sorpresa en la crisis diplomática con Marruecos

La dependencia energética que padece España y la política excluyente que ha seguido el Gobierno para reforzar la apuesta por las renovables están muy relacionadas con la crisis con el vecino del sur

6 junio, 2021 00:00

La notable subida de los precios de la electricidad se ha convertido en un problema de grandes dimensiones para el Gobierno, hasta el punto de verse obligado a tomar medidas de calado para tratar de atajarlo, como la reforma que ha iniciado para acabar con las retribuciones a la generación con tecnologías tradicionales. Detrás de este escenario se oculta, en realidad, la histórica dependencia energética del país que, además, ha venido en estas semanas a enredarse de forma inoportuna con la grave crisis diplomática con Marruecos. Todos los asuntos guardan una cuasi diabólica relación.

Los expertos en diplomacia han situado en el centro de la polémica marroquí cuestiones como la llegada a suelo español del líder saharaui Brahim Gali para tratarse de una infección de coronavirus y también la sensación de malestar existente en las autoridades del reino alauita por el hecho de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no eligiera Rabat como destino de su primer viaje oficial al exterior tras la investidura, como es costumbre.

Guerra fría

Ambas circunstancias tienen un denominador común, que conecta de forma directa con la situación energética: Argelia, con la que Marruecos mantiene una situación de guerra fría desde el denominado “conflicto de las arenas”, en los años 60. Como enemigo declarado de Marruecos, al que reclama el territorio del Sahara Occidental (el antiguo Sahara español), el Frente Polisario tiene en Argelia su más firme aliado. Hasta el punto de que ha sido el Gobierno de Argel el encargado de gestionar el traslado secreto de Gali a España para su ingreso hospitalario con el consabido escándalo posterior y la avalancha migratoria desde Marruecos a Ceuta como reacción.

En su intento de calmar el clima de tensión diplomática con Marruecos, el Gobierno español impidió el pasado martes la entrada en el espacio aéreo a una aeronave procedente de Argelia que tenía como misión recoger a Gali y trasladarlo de vuelta a Argel. Un episodio que tuvo su reversión pocas horas después. Cerca de la medianoche de ese mismo día, el avión pudo aterrizar en Pamplona y embarcar al líder saharaui para que finalice el tratamiento contra el Covid en suelo argelino.

Socio estratégico

¿Qué ocurrió en medio de los dos viajes del avión medicalizado? Teóricamente, la tramitación de los permisos y el plan de vuelo del que carecía en el primer viaje. De fondo, la firme intención del Gobierno español de impedir un conflicto con Argelia, un socio estratégico y fundamental en materia energética por tratarse del principal suministrador de gas natural a través de los dos gasoductos que conectan ambos países bajo las aguas del Mediterráneo, principalmente el Medgaz.

En este sentido, cabe tener en cuenta que uno de los aspectos que más ha indignado al Gobierno marroquí es la consideración de que Pedro Sánchez ha ahondado en el agravio de no visitar Rabat por el hecho de sí haber viajado de forma oficial a Argelia.

Viaje empresarial

El Gobierno español visitó Argel el pasado otoño y el contexto no pudo ser más significativo, dado que le acompañó una delegación empresarial en la que destacó la presencia del presidente de Naturgy, Francisco Reynés. El ejecutivo se desplazaba al país argelino para firmar el acuerdo por el que se renegociaban los contratos de abastecimiento de gas, en el marco de un proceso que llevó a cabo la empresa española con sus principales proveedores como consecuencia tanto de la crisis del coronavirus como del desplome sufrido por los precios de la materia prima en los mercados internacionales.

Una circunstancia que había dejado por completo desactualizados los contratos a largo plazo firmados en su día y, por lo tanto, generaba cuantiosos daños económicos a Naturgy.

Política energética

Tradicionalmente, el gas natural ha sido un elemento clave en las relaciones diplomáticas con Argelia, que los gobiernos del país magrebí no han dudado en utilizar como medida de presión cuando ha sido menester. A fin de cuentas, es Sonatrach, la energética pública argelina e histórico socio de Naturgy, la que controla el Medgaz, en el que la empresa española tiene un papel de minoritario.

Cualquier problema técnico que afecte al gasoducto repercute en el suministro de gas a España y, por ende, en los precios. Unos precios que están íntimamente ligados a los de la electricidad debido a la política energética que han diseñado los gobiernos españoles en las últimas décadas, lo que ha contribuido a acrecentar la dependencia energética del país.

Red de renovables

La apuesta por las renovables obligan a contar con tecnologías de respaldo que aseguren el suministro mientras termina de desarrollarse la red de energías limpias necesaria para abastecer a todo el país y, en paralelo, se trabaja en los sistemas de almacenamiento. En el caso español, la política ha sido excluyente, lo que ha determinado el cierre de las plantas de carbón y un programa para hacer lo propio con las nucleares, en la actualidad la tecnología que más aporta al mix.

Este escenario deja como alternativa a los ciclos combinados, que requieren de gas natural para su funcionamiento, con lo que las tensiones en los mercados de materias primas se trasladan directamente a los precios de la electricidad y, por lo tanto, al recibo y al bolsillo del contribuyente. Y del potencial votante.

Espiral inflacionista

De este modo, lo que quiso evitar Moncloa con el avión procedente de Argelia fue un episodio de tensión con Argel; en ocasiones, cuestiones incluso menores han derivado de forma casual en incidentes relacionados con el tránsito del gas hacia España. Eso sí, en el complicado ejercicio de equilibrios que representa la diplomacia, el traslado del líder saharaui a territorio argelino volvió a generar tensión con Marruecos, hasta el punto de que se llegó a hablar de ruptura de relaciones.

Un repunte extra en estos momentos de los precios del gas sería especialmente delicado para España, sumida en una espiral inflacionista de los precios de la electricidad que amenaza tanto a los bolsillos de los consumidores como a la llamada industria electrointensiva, que ve como los crecientes costes de la energía le impide competir en igualdad de condiciones en los mercados internacionales.