Concentración sindical frente a la junta de Caixabank / JL

Concentración sindical frente a la junta de Caixabank / JL

Business

La otra junta: #TodxsSomosCaixabank, pero de 9 a 13

La primera asamblea de la historia del nuevo Caixabank no decepcionó, hasta el Gobierno tomó el relevo de los sindicatos cuando se cansaron de protestar

14 mayo, 2021 22:00

Eran las nueve en la mañana… no, no se trata de ninguna bachata ochentera sino de la hora en la que, minuto arriba, minuto abajo, comenzaba la animación a las puertas del Palacio de Congresos de Valencia, sede de la primera junta de la historia del nuevo Caixabank. Faltaban 120 minutos para el inicio de la asamblea y los sindicatos ya ponían su nota de color… y de sonido. Megáfono en mano, se manifestaban contra el ajuste laboral planteado por la entidad, sin demasiados rodeos: “¡No al ERE!”. Todo muy claro.

Un grupo tan diversificado que hasta contó con la aportación de la Plataforma Antideshaucios (PAH), con sus ya inconfundibles camisetas verdes con caracteres negros que ya lucía en tiempos Ada Colau. Aquellos años en los que soñaba con ser alcaldesa de Barcelona en vez de con un tercer mandato.

De camisetas a caretas 

Quizá en referencia a cómo pintan el futuro, negro fue el color elegido para reivindicar sus derechos, en unas camisetas con el lema #TodxsSomosCaixabank. Aquellos asistentes a la junta que no las vieran se cansaron después de ellas cuando, uno a uno, fueron desfilando por delante de los micrófonos destinados al turno de intervenciones de la asamblea.

Eso sí, tuvieron el detalle de no subir al estrado luciendo las máscaras con los rostros del presidente de Caixabank, José Ignacio Goirigolzarri, y del consejero delegado, Gonzalo Gortázar, que proliferaban en la concentración que esperaba el inicio de la junta.

Horario de ventanilla

Ante todo, respeto. Por si acaso, abundante presencia policial, aunque el comportamiento de los manifestantes hacía que los “nacionales” ejercieran más de acomodadores para no colapsar la calle que de otra cosa. Mejor así.

Fue acabar la intervención de los “camisetas negras” en la junta y terminarse el soniquete callejero, para alivio y consuelo de los pocos valientes que acudieron al encuentro de accionistas. De 9 a 13 horas, más o menos, como las ventanillas de algunas Administraciones.

"Tomar nota"

Lo que quizá no intuían es que sería el mismísimo Gobierno el que tomara el relevo del turno de protesta en la hora de las votaciones. Se empieza por secundar la manifestación del 1 de mayo y luego ya no se sabe cómo y dónde puede acabar la cosa.

El más atrevido fue aquel que instó a Óscar Calderón, secretario del consejo de Caixabank, a “tomar nota” de su intervención porque quería que constara en acta. Tuvo que conformarse con que figurara un resumen. Pedir una cosa así a Calderón es como solicitar a Joan Roca que te escalfe un huevo. Más o menos.

Tímido con el catalán

Goirigolzarri es más comedido que todo eso. De ahí que, por ser la primera vez, no se atrevió aún con el catalán. Tan sólo un protocolario “bon dia” al inicio y un generoso “moltes graciès” para cerrar. Como hubiera dicho el célebre actor cómico Paco Martínez Soria cuando se arrancaba con su inglés de Tarazona, “mal del todo no voy”.

Mucho más habituado, el madrileño Gonzalo Gortázar sí se arrancó en la lengua de Pla, en el inicio y el final de su intervención. Optó por responder en castellano algunas intervenciones pronunciadas íntegramente en catalán, en señal de respeto a todos los allí presentes.

Del cliente no se habla

Es de apreciar también que las mesas de las juntas, pese a seguir siendo esencialmente telemáticas, se van poblando de consejeros y no como al inicio de la pandemia, que apenas figuraban el presidente y el secretario. En este caso tan sólo faltaba el consejero coordinador, John S. Reed, norteamericano él, que asistía por videoconferencia porque Valencia le queda un poco a desmano. Ventajas de las nuevas tecnologías.

A otros les queda algo más cerca. Es el caso de un accionista que, para terminar de condimentar la junta, preguntó por el equipo del lugar, el insigne Valencia CF, que arrastraba unas deudillas de nada de 160 millones de euros con Bankia que ahora, lógicamente, han pasado a Caixabank. Eso sí, se fue como vino porque si la banca tiene una norma esculpida en piedra ésta es la de que “de los clientes no se habla”.