Contenedores en el puerto de Barcelona, imagen del colapso del comercio mundial / EP

Contenedores en el puerto de Barcelona, imagen del colapso del comercio mundial / EP

Business

Las Navidades que cambiarán para siempre el comercio mundial por cuestiones logísticas

El colapso de los puertos por el repunte de la demanda y las lecciones de la pandemia pondrán fin a una etapa marcada por la deslocalización

10 octubre, 2021 00:00

En los peores momentos de la pandemia se pudo leer y escuchar repetidas veces la frase “ya nada será como antes”. Podría tratarse de una hipérbole propia de aquellos momentos angustiosos, pero, al mismo tiempo, una realidad en determinados ámbitos. El comercial va camino de ser uno de ellos. La irrupción del Covid-19, sus consecuencias y las lecciones que ha dejado apuntan al cambio de un modelo marcado en las últimas décadas por la deslocalización y la globalización.

Un buen número de especialistas han alertado del gran colapso que puede generarse en breve ante la próxima llegada de las fechas navideñas, sin duda las más comerciales de todo el año en buena parte del planeta. Podríamos estar ante las Navidades que cambien para siempre el paradigma del comercio mundial, especialmente el que se desarrolla por vía marítima.

Cambio de estrategia

Los más pesimistas ya señalan que las mercancías no llegarán a tiempo para satisfacer el pico de demanda que se da durante el último mes del año. Las peticiones se han disparado de tal manera y de forma tan repentina que la oferta no es capaz de satisfacerla.

Sin embargo, hay otros factores que han contribuido a que compañías como Mango e Ikea hayan tenido que modificar su estrategia comercial.

Múltiples factores

Sobre el transporte se ha instalado una especie de tormenta perfecta. Oriol Montanyà, director del Observatorio de Sostenibilidad y del Departamento de Operaciones, Tecnología y Ciencia de la Barcelona School of Management, recuerda que, en realidad, los problemas comenzaron antes de la irrupción de la pandemia, cuando se produce una crisis en el sector del transporte marítimo, con elementos como la compra de Hamburg Süd por el gigante Maersk o del cierre de la otrora poderosa naviera surcoreana Hanjin.

Sin apenas tiempo para recuperarse, la extensión del coronavirus y la práctica paralización de la actividad comercial en todo el mundo obliga a las compañías a replantear sus rutas y eliminar provisionalmente algunas por falta de rentabilidad.

Falta de contenedores

Al mismo tiempo se da una drástica reducción de contenedores que posteriormente, cuando la economía mundial comienza a repuntar de manera abrupta, provoca colapsos en algunos de los mayores puertos del mundo, que también se ven desbordados, pese a su gran tamaño, por la llegada de tantos barcos y la falta de contenedores.

Y como colofón llegó el incidente generado por el gran carguero que quedó atrapado en el canal de Suez, que derivó en un auténtico caos para el comercio mundial debido a que inhabilitó una de las principales vías de comunicación y obligó a emplear rutas alternativas, con su correspondiente efecto tanto en forma de retraso temporal como de encarecimiento.

Los precios se disparan

Este último punto no es precisamente baladí. Una de las circunstancias que más han llamado la atención en los últimos meses ha sido el encarecimiento de los transportes, derivado de las circunstancias descritas anteriormente y a las que hay que sumar la subida radical de los precios de las materias primas.

El coste del transporte de contenedores en una ruta como Shanghái-Barcelona se ha multiplicado en ocasiones por 10. En esencia, no deja de ser un efecto natural de una situación de oferta insuficiente para cubrir una creciente demanda, aderezada por factores asociados a la situación excepcional que ha causado la pandemia.

Imagen de un avión de pasajeros, transformado en carguero, transportando material sanitario procedente de China / EP

Imagen de un avión de pasajeros, transformado en carguero, transportando material sanitario procedente de China / EP

No hay que olvidar que en la actualidad cerca del 90% de las mercancías que se transportan por todo el mundo lo hacen por vía marítima; una dependencia excesiva que queda en evidencia en circunstancias como las actuales.

Precisamente, una de las lecciones que ha dejado la crisis del coronavirus ha sido la del riesgo que supone concentrar el mercado en un determinado punto del mundo. Hace décadas que Asia es una suerte de almacén mundial y antaño incluso se consideraba como una circunstancia positiva.

Dependencia de Asia

Tras el estallido de la pandemia, muchos se dieron cuenta del riesgo que supone esta concentración. Ante la imperiosa necesidad de contar con material sanitario, casi todos los países occidentales tuvieron que recurrir a China porque no contaban con producción propia suficiente de artículos como mascarillas, guantes, equipos de protección individual y respiradores. Y los fabricantes del gigante asiático se beneficiaron de las auténticas subastas que se organizaron, en las que estos productos se vendían al mejor postor, a precios muy superiores a los del mercado.

Algo similar sucede ahora con la llamada crisis de los semiconductores, que está obligando incluso a parar la actividad en las fábricas ante la imposibilidad de contar con estos componentes, ya imprescindibles en industrias como la del automóvil. Y no se trata de un problema de escasez, sino de incapacidad para llegar a tiempo.

Black Friday, prueba de fuego

De este modo, el fenómeno de la deslocalización, en busca del ahorro de costes con mano de obra barata, también ha quedado en entredicho. Y, al mismo tiempo, pasa a primer plano la importancia de contar con cadenas logísticas más cercanas y más controladas, con las que se minimicen los riesgos ante situaciones extremas.

De momento, la prueba de fuego será el denominado Black Friday, el día con mayor volumen de ventas de todo el año. Llegará el momento de ver si el colapso en los puertos se traslada a los distribuidores y la amenaza para la campaña navideña es real.