Íñigo Torres y Elisenda Sumarroca junto a Ana Botín / CEDIDA

Íñigo Torres y Elisenda Sumarroca junto a Ana Botín / CEDIDA

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Cinco años y dos hijas, los lazos entre la banca de Madrid y la industria catalana que perduran

Júlia Puig Cabané y Felipe Morenés Botín estrecharon las relaciones entre dos de las familias más poderosas del país, que ahora secundan los Torres y los Sumarroca

30 noviembre, 2021 00:00

Júlia Puig Cabané y Felipe Morenés Botín fueron los primeros de su generación en cuya boda se unieron dos de los apellidos más grandes de la alta sociedad de Barcelona y Madrid. Su enlace celebrado en 2016 fue la demostración de que los representantes de la banca de la capital y la industria catalana se podían acercar incluso en un contexto en el que la doble crisis económica aún coleaba y el proceso independentista catalán iniciaba su momentum. Un contexto diferente al otro gran enlace que ha unido a la aristocracia de la capital y la burguesía catalana. La boda de los hijos de Carlos Torres, presidente de BBVA, y de Carles Sumarroca, máximo representante del agroalimentario Grupo Sumarroca y uno de los socios de Comsa.

Cinco años después, Morenés y Puig son padres de dos niñas, las primeras nietas de la presidenta de Banco Santander, Ana Botín, y del empresario perfumero Marian Puig. Como es habitual en ambas familias, han mantenido el perfil bajo e intentan pasar desapercibidos tanto en Madrid, ciudad en la que residen, como en la capital catalana, que visitan con asiduidad, tal y como explican fuentes de su entorno.

De Le Bal de París al Instagram de Ana Botín

La única que vez en que Júlia decidió posar de forma pública fue en 2004, cuando se sumó al elenco de hijas de que participaron en Le Bal de Paris. El evento pijérrimo que sirve de presentación ante la alta sociedad internacional de los que pretenden dominarla. Vestida de Nina Ricci, una de las marcas del grupo Puig, coincidió en el evento junto a Bee Shaffer, la hija de la editora de Vogue de EEUU, Anna Wintour. Ni su hermana, Andrea Puig Cabané, ni ninguna de sus primas le ha seguido los pasos.

Ana Botín haciéndose un 'selfie' en el espejo / CEDIDA

Ana Botín haciéndose un 'selfie' en el espejo / CEDIDA

La celebración del 60 aniversario de la banquera fue otro de los eventos en los que se saltaron su discreción habitual. Ana Botín sopló velas en octubre de 2020 rodeada de su núcleo familiar más próximo y, como otras tantas familias, compartió una imagen de ello en redes sociales. La presidenta del Santander rompió moldes al abrirse al público cuentas públicas en Twitter, Instagram y Linkedin, donde no se ha cortado ni un pelo en declararse como feminista y compartir pequeñas partes de su vida personal. Algo parecido a lo que ocurrió con su celebrada participación en el programa Planeta Calleja.

Compra ropa a su suegra

En la imagen de aniversario aparecen tanto su marido, Guillermo Morenés, como su madre, Paloma O’Shea. También posaron sus tres hijos. El menor de ellos, Javier, no disimuló la gran incomodidad que le suponía la instantánea, ya que se tapó media cara con la capucha de su chaqueta y no se bajó la mascarilla. Felipe transmitía una mayor tranquilidad, aunque tampoco se quitó el cubrebocas, igual que su hermano Pablo. Éste y Javier residen en Estados Unidos.

También ha sido a través de la cuenta de Instagram de la banquera donde ha quedado clara la proximidad entre suegra y nuera. Ana Botín ha hecho público un pequeño detalle que también la equipara a otras tantas familias. Posó ante el espejo con unos pantalones que Júlia Puig le había comprado “en una de las tiendas de surf de Somo, perfectos para hacer deporte o ir a la playa en Cantabria”, relataba el pasado 13 de agosto. Comentario que fue celebrado por su hijo.

Torres y Sumarroca

La buena relación entre ambas familias también se repite en otra reciente unión entre banqueros de Madrid e industriales de Barcelona. En este caso, en el enlace que tuvo lugar el pasado septiembre en Sant Sadurní d’Anoia entre Elisenda (Eli) Sumarroca e Íñigo Torres y que también marcó las agendas de la alta sociedad de ambas ciudades.

En este caso, a los representantes de la aristocracia de Madrid se le unió la vasca. Y es que la madre del novio, Mireya Uribe-Etxebarría, forma parte de la conservadora alta sociedad de País Vasco. La arquitecta bilbaína conoció a Carlos Torres hace 35 años y se considera que ha sido uno de sus grandes apoyos de la carrera financiera del presidente de BBVA. Nunca ha perdido la conexión con su ciudad natal, donde es una de las habituales. Pero, de nuevo, con ese perfil bajo que es sinónimo de savoir faire en la alta sociedad.

Enlace pasado por agua

Íñigo Torres y Elisenda Sumarroca se conocieron en la consultora McKinsey & Company. Coinciden en discreción con los Morenés Puig, aunque su noviazgo fue bastante más largo. Si los segundos pasaron por el altar tras una relación de siete meses, ellos llevaban juntos tres años.

Los invitados a su boda, que tuvo lugar en los viñedos familiares de la familia de la novia, recuerdan la intensa lluvia que cayó a lo largo de toda la jornada. Más allá del tan manido Novia mojada, novia afortunada, que se escuchó en el enlace, los presentes relatan que el tiempo no empañó la emotividad de una boda que se había programado al detalle y que también sufrió los inconvenientes de la pandemia. Tras su enlace y luna de miel, los novios han regresado a Madrid, donde residen. La ciudad que parece que eligen las uniones de la aristocracia financiera de la capital y la burguesía industrial catalana.