Marc Grau, director del Metro de Barcelona.

Marc Grau, director del Metro de Barcelona.

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¿De quién es culpa el caos que deja la huelga del metro en el MWC?

Un directivo 'duro' de TMB bloqueó el acuerdo entre empresa y trabajadores cuando la negociación entró en la fase crítica

24 febrero, 2016 20:37

Dos días de paros en el Metro de Barcelona han taponado esta semana las arterias de la Ciudad Condal y han hecho zozobrar el todopoderoso Mobile World Congress (MWC), la mayor feria que se celebra en España.

La huelga ha torpedeado el transporte público, que diariamente registra 1,3 millones de validaciones, y ha dejado una tormenta empresarial que podría arrastrar lejos de Barcelona al mejor congreso de su historia. Ante este panorama, se impone una pregunta: ¿de quién es culpa?

Grau, Colau y el Govern

El consenso en el sector del transporte apunta a un nombre: el de Marc Grau, director del Metro de Barcelona. Aunque sin duda ha sido un gran fracaso del equipo de gobierno municipal frente al que el Govern podría no haber contribuido tanto si hubiera sido más diligente al imponer los servicios mínimos para el primer día de huelga, cuando se colapsó la ciudad. 

El conflicto laboral tiene una causa nuclear. Se origina en la capacidad presupuestaria de TMB para financiar a su subempresa de metro: Ferrocarrils Metropolitans de Barcelona SA. Parte de la respuesta a esta pregunta la tiene Mireia Clua, directora del Área de Personas del Metro de Barcelona desde enero. "Las reuniones preliminares para renovar el convenio trianual las ha liderado Clua. Pero eran un engorro: tenía que salir a cada avance para llamar y hablar con la dirección", explica una fuente que estuvo en las mesas.

Apretándose el cinturón

Clua dirige las relaciones laborales en el Metro de Barcelona a la vez que empuja una gestión de contención de costes. "La política es la de automatizar las estaciones y establecer tiempos de respuesta para desplazarse a atender a un cliente a otra estación. Las penalizaciones por llegar tarde son bastante altas", explica una empleada de base.

En este campo, los ajustes prepuestarios son notables. "Han quitado hasta los bolígrafos que se dispensaban a los 3.100 empleados. Las tarjetas a familiares de trabajadores tienen un descuento en el sueldo", abunda la misma fuente.

Falla la comunicación

El esfuerzo de la filial de TMB ha sido enorme, con máculas notables. Una de ellos es la comunicación: la operadora no publica sus presupuestos anuales, sino un informe de gestión. El último dado a conocer en junio de 2015 constata que los gastos de explotación se han reducido un 12,8% en el período 2010-2014.

Así, en pleno ajuste, a la compañía le ha bailado una pieza: los sueldos de la dirección. La empresa pública tiene colgada en su web el famoso documento de estructura de personal que fija salarios de 97.685 euros más complementos para la dirección de TMB y de 28.104 euros al año para el grupo G, el de conductores y atención al cliente.

Quedan en una incógnita las personas de fuera de convenio y la estructura de costes de personal desglosada.

Llega Grau

En este contexto, TMB 'ficha' a Marc Grau en enero de 2015. El nombramiento es más técnico que político: voces cercanas a la compañía lo atribuyen a la voluntad de "homogeneizar" la empresa pública con una mercantil convencional. Grau, ex director corporativo de logística en la acería Celsa, sucede a Sebastián Buenestado, hombre fogueado en el PSC del Baix Llobregat. Ambos comparten estudios en el IESE de la Universidad de Navarra pero les separa su cometido: Grau es llamado a recortar.

"Grau se presenta ante la plantilla con una frase lapidaria: 'Yo he dirigido expedientes de regulación de empleo de 7.000 personas'. Es un hombre de perfil técnico, que no cree en las relaciones laborales", indican las fuentes consultadas.

En la acería de los Rubiralta se le recuerda con una imagen similar. "Un hombre frío, muy orientado a resultados. Poco trato con el resto de personal y muy ejecutivo", ilustran fuentes del gigante siderúrgico.

Estalla la huelga

El 14 de enero salta la noticia: la asamblea de trabajadores del metro anuncia dos días de paros durante la feria del móvil. "FMB no es como los autobuses. CCOO, UGT y CGT tienen un órgano de coordinación. Manejar las relaciones laborales en la filial requiere mucha mano izquierda".

La guerra de nervios irá in crescendo hasta que Colau desautoriza el sábado 19 de febrero a Gerardo Pisarello, que monitoriza las empresas públicas de Barcelona, para evitar la protesta. El mismo día, el comité pide que se siente en la mesa de dirección.

Sólo en aquel momento aparecen Enric Cañas, consejero delegado, Jaume Tintoré, director general de TMB, y el propio Marc Grau. Mireia Clua se retira de la mesa.

Incólume

El directivo se muestra inflexible el sábado de madrugada, y lo volverá a hacer en la negociación del lunes al martes. Grau negocia en persona con el comité, mientras Cañas y Tintoré esperan en una habitación contigua en la secretaria de Asuntos Laborales. Las posturas son irreconciliables, y el domingo Ada Colau da por rotas las negociaciones y filtra el sueldo medio de la plantilla.

La madrugada del martes se repite el mismo esquema, después de que los empleados presenten una propuesta de mediación. TMB se aleja una y otra vez cuando el comité se acerca, y éste se muestra incapaz de firmar nada porque no está refrendado por su todopoderosa asamblea.

El resultado es de sobras conocido: el Metro de Barcelona perdió el 44% de los 1,3 millones de usuarios habituales el lunes y el 37% el miércoles.

La oposición, de perfil

En este desaguisado, la oposición municipal ha mantenido un perfil bajo. PSC y ERC, teóricos aliados del equipo de gobierno de BComú, han dejado sola a la coalición de izquierdas. "Pervive la sensación de que se confiaron, de que no esperaban que los trabajadores, los suyos, les harían algo así. Cuando se sentaron a negociar era tarde y fueron inflexibles. No dieron nada a los sindicatos, y éstos tampoco tenían espacio. Una chapuza", comenta una fuente municipal.

PP y Ciudadanos han dirigido sus dardos tanto contra el equipo de Colau como a la Generalitat, a quien pidieron servicios mínimos más severos y no los puso. Esperó a la segunda jornada para, unas horas antes de que comenzara, subir los servicios mínimos al 65% en horas punta y un 45% el resto del horario. CDC, a su vez, se ha limitado a desgastar al ejecutivo local. Ningún grupo ha aportado nada desde fuera para desbloquear el conflicto.

Mientras todo esto sucedía, el presidente del grupo municipal socialista, Jaume Collboni, ha pasado unos días de asueto en Estados Unidos. El testimonio gráfico de su viaje ha quedado colgado en su perfil de la red social Instagram.