Uno de los complejos de Celsa en territorio británico, donde opera British Steel / CELSA GROUP

Uno de los complejos de Celsa en territorio británico, donde opera British Steel / CELSA GROUP

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British Steel, la ‘Celsa británica’ que acabó ahogada por su acreedor

La histórica acerera británica acabó en situación concursal incluso tras ser rescatada por el Estado y después de que un fondo de capital riesgo asumiera su deuda

25 junio, 2022 00:00

No hay dos casos empresariales idénticos. Pero estos días de máxima incertidumbre en torno al futuro de Celsa, pendiente del rescate de la SEPI y del acuerdo entre la propiedad de la compañía y los acreedores, ha recordado el caso de la histórica siderúrgica del Reino Unido British Steel, que acabó en situación concursal después de pasar por varias manos y rematada por el fondo Greybull, cuyo objetivo de lograr rentabilidades a corto plazo chocó abiertamente con las necesidades de la compañía.

Reino Unido constituye, precisamente, uno de los principales mercados internacionales de la siderúrgica controlada por la familia Rubiralta. Allí aterrizó hace casi 20 años, en 2003, tras hacerse con el control de la galesa Allied Steel & Wire, que había sucumbido a una gestión fallida y a la falta de apoyo económico, en un contexto de extrema dificultad tras las reconversiones de las décadas de los 70 y 80.

Brexit y Covid-19, doble impacto

En este tiempo, Celsa ha sido capaz de multiplicar por seis el tamaño de la plantilla, que supera actualmente los 1.200 trabajadores, además modernizar los equipos y los procesos para hacer una producción más eficiente. 

Un camino que no ha estado ni mucho menos exento de dificultades. Los últimos varapalos han llegado en forma de Brexit y de crisis del Covid-19, lo que llevó a Celsa a solicitar una petición de ayuda financiera al Gobierno británico en los primeros compases de la irrupción del virus. 

Dura reconversión

En el mismo contexto, el peregrinar de su competidora British Steel ha sido radicalmente diferente. Privatizada en la época de los gobiernos liberales de la exprimera ministra Margaret Thatcher, la originalmente denominada Corus Steel, otrora un gigante europeo del sector del acero, con más de 41.000 empleados en plantilla, terminó también en manos de un socio industrial como el conglomerado indio Tata Steel, en 2007. 

La crisis financiera iniciada poco después echó abajo con estrépito los planes para configurar un auténtico imperio siderúrgico merced a la unión de dos referentes del mercado. La caída de los pedidos y los problemas a la hora de acceder al crédito terminaron por empujar a Tata a buscar una salida urgente, que encontró en el fondo de capital riesgo Greybull.

Asumir la deuda

Especialista en asumir el control de compañías en dificultades económicas para reflotarlas, Greybull adquirió Corus en 2016 por un simbólico precio de una libra esterlina y a cambio de asumir su elevada deuda.

La estrategia del fondo pasaba por una inversión inicial de 400 millones de libras, aunque los responsables del fondo, las familias Meyohas y Perlhagen, ya señalaron desde el primer momento que atisbaban la posibilidad de hacer rentable la empresa tan solo durante unos meses y que no aseguraban que la totalidad de la empresa pudiera ser reflotada. 

Quiebra

Ya bajo la denominación de British Steel, la empresa dejó atrás los números rojos durante los dos años siguientes, justo lo que que duró la gasolina económica para sostener el exigente rendimiento que Greybull exigía al préstamo de 154 millones de libras que concedió a la compañía y del que en menos de tres años llegó a recuperar, en forma de intereses, algo más de un tercio, según publicó por entonces el diario The Guardian

A mediados de 2019, British Steel tuvo que solicitar el concurso de acreedores, incluso tras haber recibido una inyección de dinero público valorada en 120 millones de libras esterlinas.

En manos de la Administración

Al no resultar suficiente, la compañía realizó los trámites para optar a un extra de 75 millones de libras más. Sin embargo, la capacidad de British Steel para consumir recursos económicos, derivada de las ataduras que mantenía con Greybull, generaron demasiadas dudas en el Gobierno británico que, finalmente, optó por no activar el nuevo plan de salvamento.

Lo que no pudo evitar fue avalar públicamente que los miles de trabajadores de la compañía siguieran al cobro de sus nóminas tras la declaración de quiebra, además de nombrar a un administrador que se hiciera cargo de la gestión y de encontrar una salida para la empresa que, finalmente, apareció en la figura del que es su actual propietario, el grupo chino Jingye.

Propuestas contrapuestas

La historia reciente de British Steel guarda ciertos paralelismos con la situación actual de Celsa, pendiente de un rescate público, que a su vez depende del acuerdo con los acreedores. En sus últimos comunicados, la compañía ha acusado a éstos, en su mayoría fondos de inversión, de buscar una abultada rentabilidad a corto plazo en lugar de apostar por el modelo productivo de la compañía, que requiere de intensas inversiones.

La última propuesta de los acreedores insiste en la opción de entrar en el capital del grupo, algo a lo que la familia propietaria se niega de plano, al considerar precisamente que una deficiente gestión es la que ha conducido a Celsa a la situación actual.